Colaboración de Luis Manuel Rodríguez García
RITUAL PARA EL SILENCIO
Luis Girarte Martínez.
De mi cuerpo a tus brazos
una luz de sorpresas
nos borra la distancia.
Tercamente tu nombre
se resbala en la piedra
y en un rumor de agua
recita el alfabeto de los pájaros.
Conozco de memoria
el laberinto de tus ojos.
En ellos está escrito
el breviario
del amor más intenso.
Hago nido de cantos en tu oído
nomás para que aprendas mi palabra.
Y ya me siento corazón y lluvia
del pecho de la tierra.
Los cantos del sueño son muy largos
si nos alzamos un sitio ritual para el silencio.
Desde aquí a la esperanza
hay un árbol, un signo, un mar y un horizonte.
Desde aquí hasta tus brazos
se tiende el hilo de mis pensamientos.
Volar no es fácil cuando el fuego
quema todas las alas.
¿Qué son para nosotros las alturas
si vivimos a ras del sentimiento?
Un árbol ha crecido en el solar
donde los dos plantamos nuestros hijos.
Y una flor de silencios y caricias
insiste en perpetuarse en la memoria.
Será ese tierno sol que te ilumina,
si te siguen gustando las palomas,
el que marque, en la roca de los años,
las íntimas señales del encuentro.
Serán tus ojos de trigal y luna,
tus manos de torcaza;
las astrales hogueras
con que mi cuerpo incendia
sus brazos de ceniza.
Mientras tus pies descalzos
imitan a los ángeles
que siembran de caminos las estrellas.
Yo te doy mi recuerdo.
Regálame tu risa.
Yo te doy mi palabra.
Obséquiame la tarde de tu pelo.