José Juan Marín González
El terrible asesinato de los sacerdotes jesuitas Javier Campos Morales, de 78 años, y Joaquín Mora, de 80, quienes fueron asesinados en el interior de la iglesia de la comunidad de Cerocahui, en la sierra Tarahumara (Chihuahua), cuando le daban refugio a un hombre que era perseguido, el guía turístico Pedro Palma, de 60 años.
Cabe hacer mención que en los últimos tres sexenios se han registrado 50 asesinatos de sacerdotes: 17 en el periodo Felipe Calderón, 26 con Enrique Peña Nieto y siete con Andrés Manuel López Obrador.
Muy lamentable los asesinatos de los sacerdotes jesuitas en Chihuahua y el diferendo que esta tuvo con el titular del Ejecutivo Federal por pedirle cambiar su estrategia de seguridad luego de sucedidos estos crímenes.
Reconocer que las asociaciones religiosas, en este caso la católica, tienen sus razones para emitir este tipo de expresiones, comunicados o discursos y se deben respetar y buscar soluciones.
En estos momentos no le conviene al país separarse, no le conviene al país confrontarse, no le conviene al país polarizarse, entonces creo debe de haber un llamado para que la reconciliación sea la única forma, el único camino para el cual todos estemos inmersos, que esto no se profundice.
Conviene recordar esto: de 1572 a 1767, los jesuitas fundaron pueblos, colegios, escuelas, cofradías y misiones, con el propósito de elevar en dignidad a los indígenas y darle músculo cerebral al México de los siglos XVI y XVII, hasta que fueron expulsados de nuestro país en 1767, por razones de poder que no compaginan con la moral cristiana.
Jesuita fue Francisco Javier Clavijero, cuyo nombre da identidad al Centro de las Artes de Morelia. Jesuita fue el teólogo, filósofo y poeta michoacano Diego José Abad. Jesuita fue Francisco Javier Alegre, otro de los grandes evangelizadores y educadores que pisaron nuestro país. Jesuita fue, aunque indirectamente, Sor Juana Inés de la Cruz, jesuita es el actual papá, Francisco.
Enfriar las posturas ideológicas y bajarle intensidad al ruido de las aceras y la plaza pública, es algo recomendable para distender el ánimo y aflojar la quijada endurecida.
Por último, conviene pensar en cambios de actitud y de estado de ánimo, porque sólo así podremos ver con mirada serena y clara el futuro.
Lo que ahora se impone es una agenda orientada a la reconciliación, a la construcción de nuevos consensos y a la búsqueda de un arreglo político fundado en la racionalidad, porque los tambores de guerra no benefician a nadie.
“sociedad y gobiernos de neuronas y no de vísceras urgen en cada centímetro del territorio nacional”, dijo reciente y atinadamente un analista político de visión clara, y tiene razón.
Tres son los mandatos que se deben escuchar, y que todos debemos atender:
Hacer del ejercicio de la política un espacio de TOLERANCIA E INCLUSIÓN, porque gobernando juntos haremos de México un país más grande, más fuerte y más próspero.
Hacer de la política el territorio privilegiado del CONSENSO Y LA NEGOCIACIÓN, porque así llegaremos más lejos como sociedad.
Y, por último, hacer de la AGENDA DE LA RECONCILIACIÓN la zona de encuentro en que los diferentes se ponen de acuerdo, para que a Michoacán y a México, ahora sí le vaya bien.
Ojalá quepa la racionalidad, porque sin racionalidad todos estamos en riesgo.