LUGARES IMPORTANTES DE ARARÓ
LEANDRO ESPINO CÓRDOVA
Hay en Araró muchos lugares que son importantes, ya sea por su trascendencia histórica o por la consagración popular que los ha llevado a un lugar de símbolos del pueblo, sin los cuales el mismo no se entendería.
Huingo
Es un nombre paradigmático aquí en Araró. La palabra Huingo para nosotros nos trae a la memoria muchas cosas: Pueblo Prehispánico, Baños Antiguos, el Calicanto, la estación del ferrocarril llamada Huingo. Hablaremos brevemente de estos lugares.
El Pueblo Prehispánico está ubicado al poniente de Araró, donde había antiguamente un pueblo otomí. Para 1430, época de la expansión del Imperio P´urhépecha, fue conquistado junto con todos los pueblo que estaban asentados en la cuenca del Gran Lago, que después llamarían de Cuitzeo.
El nombre otomí no lo conocemos y los p´urhépecha le pusieron Huingo, cuyo significado es incierto. Fue desde siempre un pueblo dedicado a la pesca y a la fabricación de objetos utilitarios de Tule, ya que esta planta abunda mucho en esta parte del Gran Lago.
También aprovecharon la existencia en su territorio de una piedra útil para la fabricación de objetos de molienda como el molcajete y el metate, u otros tipos de objetos que les ayudaban a triturar los granos. Destacaron también en la cerámica utilitaria, de ornato y funeraria. Las muestras encontradas nos hablan de su habilidad e inteligencia.
Con la conquista española desaparece el pueblo. Los sobrevivientes fueron congregados en Araró y sus viviendas arrasadas, igualmente sucedió con su Iákata. Desaparece el pueblo, pero no su memoria. En el siglo XIX, con la instalación del ferrocarril, el pueblo fue partido en dos y sus antiguos manantiales de aguas termales todavía son un deleite para nosotros, hombres del siglo XXI.
Uno de estos manantiales de agua termal, que alcanza los 38 grados centígrados, es el famoso Calicanto. En algún momento de su existencia alguien construyó una pequeña barda que corre de norte a sur, con una altura más o menos de metro y medio. La barda está hecha de argamasa de cal y piedra irregular en su tamaño. De ahí el nombre de Calicanto. La barda se convierte en un rompe viento y le da a quien se está bañando cierto grado de privacidad. Su fama ha corrido por muchos lugares y es visitado diariamente por una multitud de gente que no le importa el tiempo de espera para acceder a disfrutar de la rica agua.
Desde que se inició el ferrocarril en el siglo XIX, y que Araró tuvo la fortuna de que ese medio de transporte pasara por el poniente del pueblo a poca distancia, se estableció ahí la estación de Huingo. Tal circunstancia fue un detonante para su prosperidad, pues constituyó una salida, no sólo para la gente, sino también para muchos productos que se producían en el pueblo: madera, sal, pescado, frutas, tule, y todo lo que se deriva de éste: petates, sopladores, mangas. La comunicación con la Ciudad de México, lo mismo que con Morelia y Uruapan, no cabe duda que trajo innumerables beneficios a la población.
Las Salinas en el Imperio P´urhépecha era una zona sagrada. De aquí la diosa Kuerájpheri, madre de todo, habiendo un sacrificio de por medio, mandaba las nubes a todos los rincones de la tierra para que descargaran la lluvia y hubiera buenas cosechas. En esta zona también se elaboraba la sal de tierra, producto muy codiciado durante el Imperio, tanto como el tzinapo de Zinapécuaro. Todavía quedan vestigios de esta actividad milenaria. Algunos habitantes de Simirao aún trabajan en ello y al modo de nuestros antepasados. Vale la pena conocer este lugar si se tiene oportunidad, más aún si se va con algún guía que lo explique.