José Juan Marín


Ahora que la señal de alarma sale de Estados Unidos con el arribo de Trump, conviene seguir recordando a Churchill.

Y también recordar las desesperadas advertencias de Churchill frente a Hitler. En ese tiempo Estados Unidos no lo quiso ver.

En momentos en que Europa sucumbía ante una Segunda Guerra mundial que avanzaba implacable violentando la soberanía y la libertad, Winston Leonard Spencer-Churchill se convirtió en Primer Ministro del Reino Unido. En un contexto tan sensible y complejo surgió su liderazgo inspirador. Un liderazgo que hoy debiéramos seguir, caracterizado: por la unidad, la confianza, y el fervor patrio.

Su formación como escritor y periodista, su preparación universitaria, su gran cultura general y su experiencia política, propiciaron que en 1953 Churchill fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura por sus “Memorias sobre la Segunda Guerra Mundial”.

La expresión de Churchill se caracterizó por su elocuencia. Brillante en la metáfora, agudo en la ironía, fino en el sarcasmo, reverente para el dolor histórico. Sutil en la apreciación literaria, acudía para ilustrar sus ideas a las paradojas más inesperadas, pero siempre atinadamente representativas.

Uno de los momentos más icónicos fue en su discurso ante la Cámara de los Comunes, después de la evacuación de Dunkerque. Sus palabras llenas de resolución, convicción y valentía, se convirtieron en un grito de libertad para la nación británica: tocó las fibras más sensibles de sus connacionales, incentivó su participación, exaltando la importancia de cada británico en la defensa de su patria.

Otro momento decisivo en la resistencia fue en los enfrentamientos aéreos que preparaban el camino para que Inglaterra sufriera una invasión terrestre. Sin embargo, gracias al liderazgo de Churchill y a la valentía de la Real Fuerza Aérea, el Reino Unido logró repeler el ataque. Churchill reconoció la importancia de esta victoria en su discurso pronunciado al expresar: “Nunca en el campo de los conflictos humanos se debió tanto a tan pocos”.

Churchill también jugó un papel crucial en mantener la moral en el frente. Sus discursos transmitidos por la radio y sus visitas a las zonas bombardeadas le permitieron tener una gran cercanía con el pueblo británico. Su muy aclamada declaración “No tengo nada que ofrecer sino sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”, se convirtió en un símbolo de la resistencia.

Un punto de inflexión en la guerra fue sin duda alguna la firma de la Carta del Atlántico, que en agosto de 1941 Churchill signó con el Presidente Franklin D. Roosevelt. Documento que sentó las bases para una estrecha colaboración entre las dos naciones.

La fortaleza de Winston Churchill durante la Segunda Guerra Mundial, especialmente en la resistencia contra la invasión alemana, fue una combinación de liderazgo, oratoria inspiradora y una clara visión estratégica de un gran estadista. Churchill no solo lideró al Reino Unido hacia la victoria, sino que también se convirtió en un símbolo de resistencia y determinación frente a la tiranía.

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