«Aquellas pequeñas cosas», Joan Manuel Serrat.

José Juan Marín


El pasado viernes 25 de octubre de este año, recibió de la princesa Leonor, el premio “Princesa de Asturias” de las Artes 2024: ¡Joan Manuel Serrat!

El cantautor español, en su breve discurso reivindicó la libertad, la justicia y la democracia como «valores que van de la mano o no van» y admitió que no le gusta este «mundo hostil, contaminado e insolidario».

Serrat, que se definió como un «señor mayor tirando a viejo» que durante el camino azaroso de la vida fue encontrando razones para seguir adelante y que «con el impulso de los sueños» ha llegado hasta aquí, lamentó que los valores democráticos y morales hayan sido sustituidos por «la avidez del mercado, donde todo tiene un precio».

El cantautor hizo esta reflexión durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, un acto que contó con la presencia de los reyes de España, Felipe VI y Letizia, y sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía.

A sus 80 años, con más de 500 canciones y 40 discos a cuestas, reconoció que tampoco se conforma «al ver los sueños varados en la otra orilla del río» y que se pregunta de mala gana, al ver partir a los amigos sin cosechar, «¿cuándo llegará el tiempo de vendimiar los sueños?».

La gratitud es la memoria del corazón que hace grandes a los hombres inactuales, y Joan Manuel Serrat agradeció como un alma y un hombre grande, en ese reconocimiento en el que estuvimos sin estar.

En ese discurso, Serrat, como un grande, hizo el elogio del oficio que le ha permitido ser feliz, no sólo porque se trata de un homenaje al altísimo canto de la poesía, sino porque en la poesía y el poema somos más humanos que de costumbre, pues se trata de “una bendición del cielo”.

Serrat habló de la humilde grandeza de “hacer propio lo ajeno”, de acompañar con su canto las tribulaciones y el dolor humano que ha conocido en casi siete décadas de canto luminoso, porque ve en la solidaridad uno de los sentimientos fraternales que pueden redimir al hombre.

Serrat condenó la soberbia que ha traído obscuridad a nuestro tiempo, pero al mismo tiempo reivindicó los poderes fecundantes de la utopía, en su capacidad para hacer del mundo un todo iluminado.

Con este tipo de reflexiones, como el que hizo el catalán Joan Manuel Serrat, al recibir el premio “Princesa de Asturias”, lo único que se antoja decir nuevamente son dos cosas: por un lado, que ojalá la Universidad Michoacana le conceda un día un Doctorado Honoris Causa al Serrat amante del humanismo y la libertad, y por otro, que haga Serrat del discurso luminoso el nuevo canto de la poesía.

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