Pedro Isnardo de la Cruz y Juan Carlos Reyes


Desde su primer mandato en 2020, el triunfo de Trump sorprendió y desconcertó a buena parte del mundo.

Su disputa contra Biden terminó mal y se resistió a reconocer su derrota. La acusación de fraude quedó impregnada en la base genética de sus seguidores y en el país y a pesar del desprestigio e irresponsabilidad en la toma del Capitolio del 6 de enero de 2021, ahí se sembró su primer acto de campaña permanente para conquistar la candidatura por el Partido Republicano y regresar al poder.

Después de su tercera campaña presidencial al derrotar a K. Harris, hay muchas lecciones que explican el canto de su éxito político fenomenal.

Primeramente, perseguir judicialmente a Trump lo hizo más fuerte en medios y estuvo expuesto más tiempo en redes.

Ha surgido una conducta social en Norteamérica de apoyar a una especie de Robin Hood post moderno, aunque menos joven por supuesto.

Pero sí en la figura del rico que les da a los pobres, que apoya al desvalido.

Pero legitimado como quien le quita a los ricos para darle a los pobres, lo apresan las autoridades.

Trump se cantó y se decantó como mártir sujeto a proceso penal injusto por acciones vergonzosas, dañinas y añejas.

En segundo lugar, los diarios nacionales impresos se han quedado atrás en el análisis y las casas encuestadoras, que posicionaron siempre una contienda cerrada e incluso con diferenciales estrechos a favor de Harris, se equivocaron.

El voto nacional popular y más de 270 votos electorales en el Colegio Electoral, la Cámara de Senadores y disputando la mayoría y el liderazgo en la Cámara de Representantes, tiene a Trump en la cima del poder y del cielo político de su país.

Ahora las transnacionales tecnológicas poseen mejores analistas.

Musk y Bezos sabían que Trump iba a ganar. Apostaron e invirtieron en ello.

Traen el pulso exacto de la emoción social y política mundial.

Tercero. Kamala Harris y la élite demócrata que la impulsó, hicieron cuentas alegres con el tardío declive y retiro de Biden de la campaña.

Ella salió de atrás, tres meses no alcanzan. Cometió el error de convertirse en una resentida social contra el capitalismo, cometió errores de campaña tácticos que no superó a pesar de un desempeño decoroso, aunque sin grandiosidad, en el único debate que tuvo contra Trump.

Demasiado cuidada en medios masivos, demasiado pendular entre Biden y al jugar a ser más radical en la agenda y posiciones del propio Donald Trump, una apuesta de desfiguración que le trajo desconfianza de indecisos en electores clave.

Y además, los republicanos con Trump a la cabeza, le montaron una campaña exitosa de comunista.

Acusarla de comunista y repetirlo fue exitoso.

En cuarto lugar, insistimos, Biden tardó en soltar la posición. Hizo daño, y Harris no supo tomar distancia, mostrar su propia fortaleza frente a las debilidades y errores que la debilitaban ante un electorado que partido a la mitad, ya favorecía a Trump en los resultados críticos de la administración demócrata.

En quinto lugar, el odio a México de una parte decisiva del entorno élite de Trump y la consciencia del republicano de los riesgos que representa México, implican una agenda no sólo desafiante sino de impredecibles daños para el gobierno de la Dra. Sheinbaum.

Ella ha tejido fino para reducir la espiral de daños que puede desatar el twitter, la arbitrariedad y el capricho de la nueva presidencia trumpiana.

El triunfo de Trump nos coloca en un campo minado.

No es predecible cómo aprovechará el presidente estadounidense republicano tener en las fauces del sistema judicial estadounidense la madeja de tres ases del crimen organizado y de la corrupción política de México: los sentenciados Joaquín “El Chapo” Guzmán y Genaro García Luna, e Ismael “El Mayo” Zambada, quien se presentará a su primera audiencia oficial días antes de que tome posesión en enero de 2025 como titular del Ejecutivo estadounidense.

De hecho, puede haber certeza de que la presión política sobre la Presidencia de la Dra. Sheinbaum será dura, en tanto la perspectiva del Estado de Derecho por el que abogará Trump puede presumirse incompatible con la reforma del poder judicial federal que ensayaremos en México en junio de 2025.

En sexto lugar Trump y la élite republicana que lo encumbró tienen calibrado lo que detesta, lo que marea, lo que unifica no sólo a su base electoral que le tuvo toda la fe desde su llegada a la Presidencia, que resistió combativa mente y que jamás se postraron ante un gobierno demócrata biden – harrisiano que no logró despejar la sombra de Trump, que jugó a su desprestigio desde el sistema de justicia penal, que lo enfrentó a medias, realizándose una campaña política nacional con estrategia frágil, auto complaciente y sinuosa, en la que no se maximizaron los recursos del poder que implicaba tener en su bastón escenarios y resolución propio de una de las principales potencias mundiales.

Aunque es demasiado temprano, y en política siempre demasiado temprano puede resultar el mejor momento, J. D. Vance, el ahora Vicepresidente, el relevo natural y el próximo presidenciable a vencer después de la era Trump.

O sea, para demócratas y diversos gobiernos y naciones, el Martes Negro del 5 de noviembre apenas comenzó.

Siete. Por si lo anterior fuera poco, en materia de salud, aborto y otros temas nacionales Kamala Harris logró posicionarse con segmentos electorales clave.

Sin embargo, no pudo arrebatar a Trump su posicionamiento con electores latinos y con segmentos descontentos con la posición del gobierno de Biden sobre la guerra ruso ucraniana y la política israelí y por supuesto, tampoco en el terreno de la migración y el problema del fentanilo.

Pero probablemente el voto imperdonable contra Harris de una parte sustancial de los electores fue el estado de la economía: los niveles de inflación que se habían disparado durante la primera mitad del gobierno de Biden y que oscilaron cerca del 9.% -la máxima inflación registrada en los últimos 40 años- se mantuvieron críticos en el tramo final de la administración demócrata hasta octubre pasado.

El incremento del costo de crédito, de hipotecas y en los costos de bienes básicos para la clase media pero sobre todo para la clase trabajadora, resultó en una hélice de vulneración de las posibilidades de Harris (90% de los encuestados decían que la economía les resultaba “importante” o “muy importante” en la fase final de la campaña presidencial) sobre todo en los estados clave y con electores indecisos, acostumbrados a vivir con bajas tasas de interés, precios cómodos en su vida cotidiana y con sueldos que alcanzan a llegar a mes con mes, asumiendo que Trump podría revertir el daño Biden/Harris a la economía doméstica.

En fin, no vemos a Trump incumpliendo sus promesas, al precio político que él determine.

 

 

Pedro Isnardo De la Cruz es Doctor en Ciencias Políticas y Sociales y profesor en la UNAM. Publicó en 2017 Decisiones estratégicas presidenciales en EUA: El aprovechamiento de la ocasión en crisis de Seguridad nacional y Terrorismo. George W. Bush y Barack Obama (2001-2012).

Juan Carlos Reyes Torres es Licenciado en Derecho por la Universidad Iberoamericana, con estudios en Ciencia Política y Administración Pública por la

UNAM y profesor de Teoría del Estado.

 

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