Los deseos, los sueños y su dramaturgia
Neftalí Coria
Los sueños ayudan a entender lo que somos, lo que no fuimos y de paso, lo que quisimos ser y ya no fue posible, aunque el deseo de serlo persista. Y podemos descubrir de qué manera los sueños nos asisten en esa tarea de conocernos, y que por estos días, con evidencias muy claras, escasea.
Pero si nos detenemos a recordarlos y con sumo cuidado nos proponemos a analizar sus poéticas historias, pueden darnos una buena orientación para saber quiénes somos y también podemos descubrir, quién es, quien adentro de cada sueño, está hablando, trazando la acción y narrando la historia, porque ya es bien sabido (es la teoría en la que creo y me gusta por obvias razones), que en los sueños con personas que se vuelven personajes de la historia, habla la voz del soñador y los dedos del mismo soñador, manejan y mueven los hilos que les dan vida a los personajes, porque la identidad de los personajes en el sueño, está vacía, como la armadura de “El caballero inexistente” que inventó Italo Calvino. Y es el que sueña quien habla en cada uno de los personajes soñados, como si en la escritura de nuestra particular dramaturgia, reinventaramos a las personas –muchas veces conocidas–, que actúan en el escenario de nuestros sueños. ¡Somos nosotros mismos los que creamos cada historia en los sueños! ¡Nadie más!
Pero no solo los sueños colaboran en el autoconocimiento, ni los hechos de los que forman parte en la vida diaria, como es natural. Cierto que hay otras formas más para autoconocerse, que tanta falta hace en este tiempo de espejismos, porque a cada paso del día los encontramos en la pantalla del teléfono, en la publicidad de las demás pantallas, en los espectaculares, carteles y plataformas de música, etc., y hasta se llega a creer que son verdad.
Vivimos un tiempo de espejismos que nos succionan el dinero de miles y variadas formas. ¿Pero qué otra de nuestras capacidades nos ayuda a conocernos por dentro y por fuera? Si ya he dicho que los sueños –esos episodios que parecieran venir de una película fantástica o de ciencia ficción– ayudan con sus símbolos, con sus imágenes y con su manera de narrarse o dramatizarse, lo que falta por incluir en esta lista de herramientas, que no debemos dejar de hacer girar para saber quiénes somos, es la imaginación. La imaginación, capaz de darnos todo, de entregarnos un reino entero para vivirlo y saber que estamos hechos de palabras, sí, de palabras principalmente y han sido las palabras las que nos dan el significado que debemos descifrar para entender poco a poco lo que somos, lo que fuimos y lo que será imposible ser ante nuestra propia vida. Las palabras como brújula o astrolabio, nos enseñan las formas de nuestra faz y nuestro carácter. “Las palabras nos constituyen como humanos, somos seres de palabras, pero las usamos irresponsablemente, eso también es verdad.” Dijo Octavio Paz.
Y si es así, las palabras son volátiles y en su incomprensión está el error. Muchas veces no se comprenden las palabras de las que estamos hechos, y la conciencia se deteriora. Es ahí donde puede suceder la desviación de errar en el autoconocimiento. Y por poner un ejemplo que sin duda hemos visto en la generalidad: las sensaciones que produce el poder pueden ser un desmadejamiento de la objetividad, cuando un individuo se ve al espejo. En los deseos de ser aquello, que aunque el que desea sabe que no será posible ser, están las agujas donde se desvían los anhelos de ser lo imposible, y contra la imposibilidad de lograrlo, al menos le ponemos la ropa, el peinado y hasta los comportamientos, cuando se está lejos de ser aquello que será imposible.
Recuerdo a una mujer morena, obesa y de pelo rizado que estaba en la fila de la peluquería donde también yo esperaba (ya lo he contado).
–Quiero que me lo cortes como la de las noticias de la noche en el canal de las estrellas –ordenó a la peluquera.
–¿Como la Merker?
–Exactamente.
La delgadez de la conductora y el pelo pequeño y a navaja, no coincidían con el deseo que la clienta se pareciera a ella. Pero ella lo deseaba.
El resultado fue tal y como lo pidió la mujer, pero con un abismo de diferencia, sin embargo, salió de ahí complacida, no sin la discreta burla de los demás que a manos de la peluquera, acostumbrada a los deseos, esperábamos salir de ahí con nuestro corte de estrellas de cine. La mujer que cortaba el pelo, hacía tintes, uñas y no sé cuántas cosas más, estaba a acostumbrada a esa especie de “realidad”.
¿Qué había pasado por la cabeza de aquella mujer que deseaba ser lo que sabía, era imposible? No sabe quién es, fue lo que pensé.
Y si vamos a las tiendas de ropa y demás banalidades, veremos a un ejército de personas que desean ser lo que nunca podrán ser, pero lo intentan vistiendo y calzando, y calzados y vestidos, llegan a creerlo, y en esa creencia, hay los que llegan hasta los más tristes excesos.
Todo esto viene porque ahora que escribo el nuevo libro del que no sé de qué especie será (me refiero a los géneros literarios), y donde nacen seres fantásticos, he tenido sueños espectaculares que me han dado cierta orientación para saber qué cosa he sido en el mundo (espero lograrlo).
Tampoco me ha resultado asombroso y extraño; en mi vida, la imaginación ha hecho sus operaciones muy bien calculadas, para no anhelar más de lo que mis circunstancias en el mundo me dictan.
Por lo pronto seguiré analizando esas armaduras que aparecen en mis sueños y seguir dándoles vida, como si también allá en el onírico escenario, se pudieran escribir las escenas teatrales que durante muchos años he amado escribir.