Fanny Escobar Melo­­-Leandro Espino Córdova


En este trabajo interesa presentar las reflexiones respecto a la medicina tradicional, haciendo énfasis en la partería tradicional. Para ello, retomaré elementos que se presentaron durante el Diplomado respecto a la soberanía, el papel de las mujeres en relación a la biodiversidad y por supuesto los procesos autonómicos de los pueblos indígenas.

 

Estas reflexiones trataré de hacerlas en relación a mi experiencia y visión que he acumulado a partir de mi trabajo tanto de investigación como de defensa de la medicina y partería tradicional.

 

Así que iniciaré con lo referente a la medicina y partería tradicional como ejercicio cultural y acervo de conocimiento de los pueblos indígenas.

México a través de sus pueblos indígenas conserva una gran pluralidad en culturas que se plasman en lenguas y prácticas tradicionales que vinculan a cada pueblo con sus territorios y los recursos naturales que contiene.

Esas expresiones culturales son el resultado de un largo proceso histórico en el que cada pueblo ha desarrollado procesos de interacción con el territorio tal, que se logra obtener los recursos necesarios para la reproducción de la vida y del grupo social.

Este entramado es transmitido de generación en generación y abarca diversos aspectos: la obtención de alimentos, espacios de resguardo, el cuidado de la salud, entre muchos otros, conformando así lo que entendemos por conocimientos tradicionales.

La medicina y partería tradicional son algunas de las prácticas que expresan el cúmulo de conocimientos alrededor de la reproducción biológica y cultural de los pueblos y comunidades originarias, indígenas y afromexicanas, así como de atención   de los cuerpos biológicos y de las diferentes entidades anímicas que cada pueblo y cultura considera que constituyen al ser humano y en relación con la naturaleza.

Estos sistemas abarcan constructos simbólicos, ceremoniales y rituales, así como de conocimientos alrededor del cuerpo y sus procesos reproductivos, el uso de recursos ambientales como plantas, minerales y animales coadyuvantes, así como técnicas corporales y terapéuticas de atención y cuidado. Estos conocimientos se ejercen a través de especialistas de las comunidades, los denominados -de manera homogeneizarte por parte de la cultura occidental- médicos y parteras tradicionales.

Como un elemento importante de la identidad, el ejercicio de la medicina y partería tradicional es una manifestación de los derechos culturales de los pueblos y que muy recientemente (primera década del siglo XXI) el Estado ha reconocido en el sistema normativo nacional.

Pese a este reconocimiento, ya en términos concretos y cotidianos, en la relación entre los pueblos y la sociedad occidental se ha encasillado y delimitado el papel de estos especialistas sólo a los procesos de atención a enfermedades y al embarazo, parto y posparto, lo que resulta en una reducción de su papel a nivel comunitario, así como negación de la diversidad con que se expresan estas prácticas culturales de nuestro país.

En el caso de la partería tradicional, esta relación es normada y regulada por el Estado mexicano a través de la Secretaría de Salud, instancia responsable a nivel nacional de regir la atención en temas de salud sexual y reproductiva, así como el personal autorizado y reconocido para la atención de las mujeres.

En términos prácticos, las parteras tradicionales han sido sometidas a una relación de subordinación al sistema biomédico, en tanto los conocimientos de las parteras no son considerados válidos, lo cual ha tenido graves consecuencias en la continuidad de estas especialistas, así como de los esquemas culturales y bioculturales de su ejercicio.

 

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