Piénsalo tres veces

La Fe, ese poder intrínseco de la mente

Francisco Javier Rauda Larios


Mi madre siempre me dijo que la mejor herencia que podía dejarme era mi educación, pero se equivocó. La mejor herencia que me dejó es la Fe.

Cada vez que tengo la oportunidad de hablar sobre este tema le digo a la gente que hay dos maneras de abordarlo.

Una de ellas verlo desde el punto de vista natural, o científico si se prefiere llamarlo así, y la otra es verlo desde la perspectiva de la espiritualidad.

Para mí, ambas son la misma cosa.

Si enfocamos este asunto desde la óptica natural o científica, la fuerza más poderosa que existe en el universo es la mente.

Nuestra mente es tan poderosa que podemos comunicarnos, incluso a grandes distancias, sin hablar, esto se llama telepatía, podemos mover objetos, incluso muy pesados, tan solo con desearlo, esto se llama telequinesis (hay quienes sostienen que así se construyeron las pirámides de Egipto y las esfinges de la Isla de Pascua). Otra de las capacidades de nuestra mente es la de materializar nuestros deseos, lo que se conoce como la famosa Ley de la Atracción.

Me atrevería a asegurar, mi querido lector, que, en mayor o menor grado, ha usted experimentado algún fenómeno de esta naturaleza, al menos una vez en su vida.

Pongamos el sencillo caso de levantarnos pensando, por alguna “extraña” razón, en una persona que hace tiempo no vemos y, “sorpresivamente”, nos la topamos por mera “casualidad” en el transcurso del día. De igual manera le podría apostar, con una alta probabilidad de ganar, que le diría, o le a dicho, “no lo vas a creer, pero he estado pensando en ti todo el día”.

También hay casos, documentados, de persona comunes y corrientes capaces de levantar pesos que en condiciones normales no levantarían, como aquella madre que, viendo la pierna de su hijo prensada por la llanta de un auto, es capaz de levantarlo con la mayor “naturalidad” para liberar a su hijo.

O aquella señora que va quejándose del peso de sus grandes maletas; pero que es capaz de correr 60 metros con ellas en vilo, cuando escucha el grito de “fuego”.

Por otra parte, nuestra poderosa mente también tiene la facultad de enfermarnos, si así lo deseamos, o curarnos a voluntad.

Está comprobado y bastante documentado que arriba del 70% de las enfermedades que nos aquejan son psicosomáticas, dicho de otra manera, nosotros mismos nos las provocamos con nuestros pensamientos.

Y, en este momento conjugaré o, mejor dicho, se conjugan, los dos elementos centrales del presente artículo, los poderes de la mente y la Fe, ya que mencionaré el hecho de las tantas personas desahuciadas medicamente con cáncer terminal que se han recuperado y sanado milagrosamente.

Tomaré el párrafo anterior como preámbulo al tema de la Fe.

El otro punto de vista del que hablo al inicio, es el de la espiritualidad.

Las personas espirituales tendemos a atribuirle esos poderes de la mente a la Fe.

El grande, no quisiera decir grave, problema para la gran mayoría de nosotros es precisamente la falta de Fe, nuestra propia incapacidad de creer en lo poderoso que somos y en nuestra naturaleza divina.

Y si hablo de Fe, me es prácticamente imposible no mencionar a Jesús.

Y ya que lo menciono, citaré algunas de sus palabras más elocuentes sobre el tema que nos ocupa.

“Si tuvieran la Fe del tamaño de un grano de mostaza le dirían a la montaña que se moviera y ésta se movería”. De aquí el famoso dicho “la Fe mueve montañas”.

Por otra parte, también dijo, si creen en mí, y me llevan en su corazón, podrán hacer cosas más grandes que las que yo he hecho.

Pero, como siempre, no puede faltar el pero, ¿lo creemos?

Finalmente, amigo lector, antes de concluir, le voy a contar algo de mi historia personal respecto del tema en cuestión.

En mi adolescencia padecí de gastritis, al grado de levantarme en la madrugada a ir al médico por no soportar el dolor. La cuestión es que no había ocasión en que no me quejara de mi gastritis. Mi gastritis por aquí, mi gastritis por allá, hasta que un día decidí ponerle fin al asunto y olvidarme definitivamente de ella. Jamás volví a mencionarla ni a quejarme de ella y, mucho menos, sentirme mal por ella. Acto seguido, me curé. Hasta hoy día jamás he vuelto a padecer de dicha “enfermedad” y disfruto comer, gracias a Dios, de todo.

En cuanto a otros milagros que mi Fe, obviamente en Dios, ha obrado, harían muy extenso el presente artículo si me dispusiera a contarlos en este momento. Bastará con mencionar que obtenido bastantes.

El hecho de que me encuentre en este momento escribiendo esto, es uno de esos milagros.

A manera de conclusión, citaré a mi querido padre que siempre me decía, hablando del tema, si le tienes Fe a esa piedra, esa piedra te va a hacer milagros.

Imagino que, a su vez, se basaba en las palabras de Jesús a Tomás, cuando le decía:

 

El reino de Dios está dentro de ti y a tu alrededor, no en edificios de madera y piedra. Corta un trozo de madera y ahí estaré. Levanta una piedra y me encontrarás.”

 


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