La historia de las mujeres, una historia desconocida

 ANTONIA NAVA DE CATALAN

Fermina Arellano Mantero


Fue una mujer de la época de la Revolución, La conocí por medio de un amigo. Esta señalada como la Heroína de Tixtla. Roberto Zamudio está escribiendo su biografía y en esta historia se menciona a la escuela primaria de Tixtla que lleva su nombre “Antonia Nava de Catalán, La Heroína de Tixtla” en la búsqueda de datos de esta gran personaja de México, me di cuenta que el nombre de Antonia Nava está inscrito con letras de oro en el Palacio Legislativo de San Lázaro, sede del Congreso de la Unión de México.

En la investigación de su historia me encontré en varias fuentes que señalan que su padre fue Nicolás Nava y su madre María Celestina. Nació en Tepecoacuilco

(allá por el rumbo de la villa de Iguala), sin precisar el año, su nombre completo era Antonia Nava Celestina y se casó con Nicolás Catalán Catalán,​ quien había nacido en la villa de Chilpancingo pero en ese momento estaba viviendo en Tixtla por cuestiones familiares. Nicolás y Antonia tuvieron ocho hijos (cinco varones y tres mujeres).

 

A la edad de 30 años, ambos, la pareja Catalán Nava, vivía en Jaleaca cuando estalló la guerra de independencia en septiembre de 1810. Al parecer el matrimonio fue puesto a prueba, ya que a fines del 1810 se pusieron en camino al cerro de Veladero para encontrar a Morelos y Pavón  y el acompañamiento siempre que hizo Antonia con su pareja le dio un apodo de Generala, por los soldados.

El matrimonio perdió dos hijos en esta lucha uno en 1814 y el otro en noviembre de 1818 en Coyuca, el cual en su honor lleva su apellido Coyuca de Catalán. fueron personas de mucha confianza del Generalísimo Morelos. Como apuntes se sabe que cuando se instaló el primer congreso de Anáhuac ella, Antonia y su hermana María de Jesús Nava prepararon la comida para los revolucionarios y el pueblo.

El hecho más significativo de la valentía y el sacrificio por su país lo relata de manera extraordinaria la historia del Estado de Guerrero.  la que copiamos a continuación tomándolo del Diario Oficial del estado de Guerrero.

El estado de Guerrero fue el gran escenario en donde se desenvolvió la tragedia de nuestra primera Independencia; dio grandes hombres a la Patria, presenció combates innumerables, y podríamos decir casi sin hipérbole que cada roca, cada matorral se tiñeron con la sangre de los insurgentes. Uno de esos héroes fue el señor general don Nicolás Catalán, y uno de esos combates fue el de Santo Domingo. Hostilizado el general Catalán por numerosas fuerzas españolas, se posesionó del cerro de Santo Domingo, en donde se propuso sucumbir con la honra de los héroes surianos. El general Nicolás Bravo, con pequeñísimo número de insurgentes, se dirigió a Santo Domingo para pelear al lado de Catalán. Los jefes españoles, confiados en la superioridad de sus tropas y en la disciplina de sus soldados sitiaron a nuestros héroes, esperando un pronto y completo triunfo; pero no contaban con el heroísmo del soldado mexicano. Pasaron días y más días; las provisiones de boca se extinguían y no había esperanzas de reponerlas; y llegó por fin el momento en que esas provisiones se acabaron. Los insurgentes no deponían su valor; pero tenían hambre y no podían luchar más. Entonces el general Catalán tomó una resolución suprema: dispuso que se sortearan los soldados para que la suerte señalara a los que debían servir de alimento a los otros y poder así continuar la lucha; y esta resolución se hubiera llevado a efecto, sin duda alguna, si entre ese puñado de patriotas no hubiera habido seres suficientemente abnegados que se ofrecieran en holocausto para calmar el hambre de aquellos soldados aguerridos. Doña Antonia Nava, esposa del general Nicolás Catalán, que había escuchado la revelación de su marido, conferenció un momento con doña Dolores Catalán y con doña Catalina González, esposa de un pobre sargento; y para estar de acuerdo estas nobles matronas, se dirigieron a los generales Catalán y Bravo en estos términos: “Señores: los soldados necesitan pelear en defensa de la patria, y cada uno de ellos que sucumba será un precioso contingente que la patria pierde; nosotras somos mujeres y no empuñamos el fusil: aquí estamos, mátesenos en el acto para que sirvamos de alimento a nuestros soldados.” Entonces doña Catalina, con heroísmo sublime, agregó: “La muerte de mi señora doña Antonia afligiría al señor General y a todos los soldados; yo no tengo a quien hacerle falta sino a mi pobre marido que tal vez sucumba en esta lucha: sacrifíqueseme la primera; estoy dispuesta a morir.” Este rasgo de abnegación sublime, conmovió profundamente a nuestros soldados, y por sus tostadas mejillas corrieron abundantes y silenciosas lágrimas. ¡No podía admitirse el sacrificio de aquellas nobles mujeres! El señor Catalán resolvió romper el sitio, o perecer con todos sus compañeros en la empresa; y en avanzadas horas de aquella misma noche se lanzaron sobre el Ejército Español, trabándose sangriento combate, y pocas horas después el sitio estaba roto: Catalán y sus tropas se habían salvado!

Esta historia no estaría completa sino le damos su lugar que corresponde a su cuñada y otra soldadera además de las mujeres del contingente, encabezadas por Antonia Nava, su cuñada María Catalán Catalán (Tixtla, 1782 o 1783) a quien en este documento le haremos un apartado( reconociendo su participación a la par de su hermano y su cuñada) ​y Catalina González de Bautista (esposa del sargento Nicolás Bautista).

Antonia Nava y dos de sus hijos estuvieron presentes en la firma del Plan de Iguala el 24 de febrero de 1821.

El 27 de septiembre de 1821 participó montada a caballo junto a sus cuñadas Dolores CatalánMaría Catalán ​y a sus hijos en la entrada del Ejército Trigarante a la Ciudad de México. Su esposo fue designado comandante del estado de Guerrero. La familia vivió en la villa de Chilpancingo (capital del estado de Guerrero). Nicolás Catalán falleció el 17 de febrero de 1838, y Antonia Nava de Catalán falleció el 19 de marzo de 1843 a los 63 años.

 

María Catalán Catalán

Heroína de la Independencia. Se desconoce la fecha de su nacimiento, la cual podría ubicarse entre 1782 y 1783 como ya lo señalamos antes, en la ciudad de Tixtla de Guerrero; la misma suerte corre la información sobre su muerte. Sus padres fueron Nicolás Catalán y Nicolasa Catalán.

Es la segunda hija en la línea de descendencia del matrimonio Catalán Catalán; antes nació el general Nicolás y después de ella Dolores su hermana. Por un conflicto familiar dado en Tixtla entre el primogénito y su padre, viaja con su madre y sus hermanos a Jaleaca, donde se establecen por un periodo considerable. Después de algún tiempo Dolores se casa, quedando ella al cuidado de su hermano. Cuando Nicolás se traslada a trabajar en la Hacienda de Xolocamotla, perteneciente a su cuñado Antonio Gómez Ortiz, lleva consigo a María, quien sería su compañera filial durante el resto de su existencia.

“En la etapa previa a la lucha armada por la Independencia formó parte de los conspiradores de Tepecoacuilco y cuando su hermano se une al movimiento de 1810 ésta le sigue los pasos participando activamente; por su lealtad y entrega a la causa pronto se gana la simpatía y el respeto de Morelos, a quien acompañaría en todas sus campañas.

En la histórica defensa del sitio de Cuautla sirvió de correo y proveyó de alimento a los insurgentes, poniendo en riesgo más de una vez su propia vida y dando muestras de una entereza ejemplar a grado tal que el mismo Generalísimo le confió documentos confidenciales un sinnúmero de ocasiones con la finalidad de que los entregara a sus contactos claves.

Para cumplir exitosamente las misiones encomendadas María se disfrazaba ya fuera de jornalera, pordiosera, indígena, etc., lo cual le permitía no sólo cumplir con la tarea asignada, sino servir también de informante de todo lo que acontecía y escuchaba.

Cuando el Siervo de la Nación fue hecho prisionero se trasladó a México para estar al pendiente de su proceso; al enterarse de la sentencia viajó a San Cristóbal Ecatepec y estuvo allí durante su fusilamiento. Comprometida hasta las últimas consecuencias fue testigo del abrazo de Acatempan, de la entrada triunfal a la Ciudad de México y, en consecuencia, de la consumación de la Independencia”.

De los sucesos memorables en su historia figura el de haber sido una de las mujeres que, junto con Catalina González de Bautista y Antonia Nava de Catalán, ofrecieron sus cuerpos para que sirvieran de alimento en el encarnizado sitio puesto a los insurgentes en el Cerro del Campo por Gabriel de Armijo. Por su acendrado patriotismo y dedicación en la lucha libertaria, María Catalán Catalán ha sido una de las mexicanas distinguidas en las páginas de nuestra historia.[1]

[1] https://enciclopediagro.mx/biografias/catalan-catalan-maria/

 

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