Calavera a los Cronistas por Michoacán

Arturo Ceja Arellano

 

Vamos a escribir un libro

de Leyendas de Michoacán,

por eso es que, en este momento,

unas calacas se asoman

y otras calacas se van;

vuelan desde Huetamo,

pasando por La Huacana, Carácuaro

y Apatzingán, Uruapan, Pátzcuaro

y Morelia, le siguen hasta el oriente

pasan por Uandacareo, Zitácuaro

y Maravatío.

 

Llevan lleno el costal,

Cronistas van levantando,

aunque vayan tomando vino,

unos lloran, otros sonríen,

cantan y pujan, según su destino.

 

La muerte anda buscando a un hombre,

que no recuerda su nombre,

pero se apellida Villaseñor;

que le quiere contar su vida,

se tapa los ojos con una venda,

lo que quiere ella es salir,

en su libro de Leyenda.

 

El costal se les rompió,

uno viene pataleando,

jijo, se va a salir;

ah, caramba, creo que es don Servando.

 

Poco a poco en el gran panteón,

se va llenando la fosa,

sólo les falta el Cronista,

que vive allá en Vista Hermosa.

Creo que se llama Armando,

y se apellida Quezada,

no vino a la última junta,

donde calaca fea lo esperaba.

 

Pá la próxima tal vez acuda,

lo citaron en el panteón,

donde creo que dará inicio

la necesaria credencialización.

 

Ya se adhirió César Orozco,

el que viene de La Huacana,

casi no lo conozco,

por eso le estoy pidiendo,

me traiga de allá un coco.

 

Vuela, vuela, palomita,

párate en aquella construcción,

éstas fueron algunas calacas

de Cronistas y su Asociación

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