José Juan Marín

 

Rodolfo Enrique Cabral Camiñas, mejor conocido como Facundo Cabral, fue cantautor, poeta, escritor y filósofo argentino. Fue asesinado el 9 de julio de 2011.

Un humanista, un juglar moderno declarado «Mensajero mundial de la paz» por la Unesco en 1996 y nominado al premio Nobel de la Paz en 2008.

A 12 años de su muerte, el cantante aún es recordado,

Facundo dejó un vasto legado de música, poesía y paz; además de 35 discos.

 

Decía: » escribí unos 22 libros sin títulos y sin mi firma, gané tres discos de oro y dos de platino, y se los regalé a un taxista. Pesaban demasiado, y yo nunca tuve casas: siempre viví en hoteles».

Analfabeto hasta sus 14 años, en 1954 un vagabundo le recitó el «Sermón de la montaña» y el joven Cabral descubrió que «estaba naciendo».

Él mismo contó que corrió a su casa y compuso la canción «Vuele bajo», con lo que comenzó su carrera como autor.

Unos años más tarde se presentaba en pequeños escenarios. Tocaba su guitarra y cantaba música folclórica. Esos primeros pasos no tuvieron gran repercusión, hasta que el éxito lo sorprendió en 1970 con «No soy de aquí ni soy de allá».

A partir de ese momento comenzó la vida artística, entre presentaciones frente a miles de personas, grabaciones en nueve idiomas y giras artísticas.

Nunca creyó mucho en la fama, pues para él esa solo fue su oportunidad de difundir más allá del continente americano un tipo de canción vinculada con la introspección de la realidad y la obligación de transformarla, algo que no vio con buenos ojos la dictadura militar en Argentina, que lo obligó a buscar en México mejores horizontes para su canción de protesta.

Se estima que Cabral visitó cerca de 165 países en su condición de «trovador vagabundo», como prefería llamarse. Cuentan que incorporaba a sus canciones pequeños textos de carácter anecdótico a los que no pocas veces confería sentido moral.

En sus composiciones primaba lo coloquial, si bien las anécdotas se referían desde la memoria, la sabiduría popular o la reflexión filosófica. Esa manera cómplice y afectiva de compartir el arte lo hacía verse como un juglar.

Su característica sátira y humor distinguieron su quehacer, como reflejan los títulos de algunos de sus éxitos como:  «El mundo estaba tranquilo cuando yo nací», «Entre Dios y el Diablo», «No estás deprimido, estás distraído» y «Cortezías y Cabralidades» (este en compañía de Alberto Cortez).

Este último creo una inmensa amistad que lo unió al cantante argentino, con quien se presentó en la gira “Lo Cortez no quita lo Cabral”, en la que combinaron humor y poesía. Refiriéndose a su amigo, Cortez dijo que “se había inventado a sí mismo”.

Cabral siempre se refirió como un deudor de Jesús, Krishnamurti, San Francisco de Asís, Gandhi y la Madre Teresa de Calcuta, entre otros. Considera que su inclinación hacia la observación espiritual marcó su labor como cantautor y lo ayudó a incurrir en la crítica social sin abandonar el sentido del humor.

Siempre demostró su interés por las vivencias de la gente sencilla y sin recursos, al cantarles argumentaba que lo verdaderamente importante era hacer realidad los sueños y caminar por la vida sin inútiles sujeciones al espejismo de la riqueza, pues los seres humanos, decía, «no necesitamos depender de nada, y cuanto más anhelamos tener, menos nos conocemos».

Con esa proyección que consideró el verdadero valor del ser humano, podría explicar que se convirtiera en un fenómeno de masas y consagrara un tipo de canción que no hizo concesiones.

Culmino esta participación con una frase de Facundo Cabral: «Es tan corto nuestro paso por este planeta que es una pésima idea no gozar cada paso y cada instante, con el favor de una mente que no tiene límites y un corazón que puede amar mucho más de lo que suponemos.»

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