Piénsalo tres veces

El síndrome CTC

Parte I

Francisco Javier Rauda Larios


El verdadero caballero es el que solo predica lo que practica.”

Confucio

No soy médico, ni biólogo, tampoco químico, y si me apuran tantito, tampoco escritor; pero he descubierto un nuevo síndrome y, fuera de toda pretensión, lo digo honestamente, no tengo la menor intención de que le pongan mi apellido, como le ocurrió a Meniere o al Doctor Langdon Down. No, en lo absoluto.

A este nuevo síndrome lo he “bautizado” como el Síndrome CTC.

Un hecho curioso que descubrí durante mi “investigación” es que me encantaría, es más, le ruego a Dios, que todos, todos, los habitantes de este planeta lo padecieran.

Si, amigo lector, créame, yo también pienso que es una locura; pero no son los locos los que al final de cuentas cambian al mundo.

Bueno, entremos en materia.

Las siglas de este, espero pronto lo sea, famoso síndrome significan:

Cómo Trascender Coherentemente (CTC).

Como ya lo sabe mi querido lector, “Piénsalo tres veces”, con sus raras excepciones, se publica los jueves, así que, como casi todos los miércoles, me siento frente a mi computadora y, viéndola con cariño y con un extraño nudo en el estómago, me pregunto: ¿Y ahora qué escribo?

Así que en esta ocasión, para inspirarme un poco me puse a revisar los temas de los otros artículos que he publicado y, sin querer queriendo, como diría el entrañable personaje de Don Roberto Gómez Bolaños, me encontré con unos comentarios que amablemente me hiciera llegar una amiga peruana, Lidia Grande Varillas, sobre, ahora como diría el asombroso Sr. Ripley, aunque usted no lo crea, mi primer articulo publicado hace poco más de 20 años y que recientemente republiqué, si es que el término existe, en UNANIMIDAD: “El amor a la calidad”.

Y más allá de la gratitud y el respeto debo, dar el crédito a Miguel Ángel Martín Portilla Velazco, también peruano, por sus alentadoras y halagadoras palabras que, más de 20 años, después me llevaron a escribir el presente artículo.

Desde el fondo de mi corazón y dónde quiera que te encuentres, gracias, gracias, gracias, Miguel.

Con base en lo anterior, transcribiré un extracto de dicho mensaje:

 

“Hola amiga y gracias por enviarme el artículo.

 

En realidad, es difícil lograr el objetivo planteado por el autor, pero no imposible, interesante tema.

Personalmente creo que lo auténtico de un ser humano reside en un concepto: Coherencia.

 

Coherencia de lo que dices con lo que haces, en todo ámbito de cosas; creo que es la garantía para trascender. Tus amigos, hermanos, compañeros respetarán y muchos de ellos te seguirán, en la medida en la que coincida tu actuar con la filosofía que profesas. Ello es un instrumento valioso en manos de una persona con bondad de corazón y terrible en alguien de malos sentimientos.

 

Tenemos el ejemplo de Gandhi; cuántos ingleses se burlaron cuando él propuso a sus compatriotas, no comprar telas inglesas y regresar a la rueca. Jamás se imaginaron que el resto les seguiría y con ello estaban dando un golpe mortal a la base de la economía inglesa en la India: el comercio.

¿Porque le hicieron caso a este pequeño y «débil» personaje?

 

La coherencia convence, genera respeto, seduce porque nos muestra a los ojos a personas con paz interior y todos queremos eso.

 

Hitler es el caso opuesto. Todos tenemos en nuestro interior también cosas malas, resentimientos, complejos, aspectos no resueltos, miedos, ansias de poder, ganas también de ser un poco dioses (Adán y la serpiente); Hitler, creo yo, apeló a ese conjunto de cosas que esas personas guardaban, muchas de ellas en lo profundo de su ser, y simplemente lo puso a flote, lo institucionalizó, les dio poder y legalidad, y el resto es historia todos los sabemos.

 

Felizmente ahora contamos en nuestro «disco duro» con estas experiencias, que nos permiten que nuestro umbral de censura sea más alto y fuerte, y filtre muy bien nuestros «malos» sentimientos, por decirlo de alguna manera, porque ya sabemos que ello llevado a los extremos es terrible.

Seamos coherentes, trabajando todo lo bueno que hay en nosotros y seremos testimonios a seguir y dignos de imitar.”

Aclaro, el énfasis es mío.

Y, retomando el tema, volver a leer las palabras de Miguel fue lo que me llevó a pensar: ¿Cómo podemos Trascender Coherentemente?

Y esta pregunta desbordó, a su vez, una cascada de preguntas:

¿Qué estoy haciendo en realidad para trascender?

¿Cómo quiero trascender?

¿Realmente quiero trascender?

¿Y si si quiero, me gustaría trascender como Gandhi o como Hitler?

Y quizá las más importante de todas…

¿Soy coherente?

Las palabras de Miguel sobre Gandhi y Hitler nos dejan ver claramente que ambos representan dos extremos opuestos: el primero, un emblema de la no violencia y la coherencia moral; el segundo, un símbolo de ambición desmedida, odio y contradicciones destructivas. Ambos trascienden, pero de maneras radicalmente distintas.

Esto último me lleva a reflexionar sobre cómo nuestras decisiones presentes configuran nuestro legado.

 

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