Piénsalo tres veces

El síndrome CTC

Parte II

Francisco Javier Rauda Larios

Cómo Trascender Coherentemente (CTC).


La coherencia puede definirse como la armonía entre nuestros pensamientos, palabras y acciones. Gandhi encarnó esta virtud como un principio rector de su vida. Su compromiso con la verdad (“satyagraha”), la no violencia (“ahimsa”) y la justicia social no solo guío sus decisiones personales, sino que también se reflejó en sus acciones políticas y sociales. Esta alineación entre ideales y conducta le otorgó una autoridad moral que trascendió fronteras y generaciones.

Las ventajas de ser coherente son claras. La coherencia genera confianza, no solo en quienes nos rodean, sino también en nosotros mismos. Nos permite vivir con integridad, reduciendo el conflicto interno y construyendo relaciones basadas en el respeto mutuo. Además, la coherencia refuerza nuestra influencia. Las palabras de Gandhi resonaron porque estaban respaldadas por una vida que las validaba. Al practicar lo que predicaba, inspiró a millones a luchar pacíficamente por sus derechos.

En contraste, Hitler también trascendió, pero su legado es uno de horror y advertencia. Aunque poseía una visión clara y una capacidad indiscutible para movilizar masas, su vida estuvo marcada por una incoherencia moral fundamental: utilizó la retórica del progreso y la grandeza para justificar actos de barbarie, opresión y genocidio. Esta falta de alineación entre fines y medios no solo condujo a su caída, sino que también dejó cicatrices imborrables en la humanidad.

La incoherencia erosiona la confianza y desmorona los cimientos de cualquier relación o proyecto. Cuando nuestras acciones contradicen nuestras palabras, perdemos credibilidad y, con ella, la posibilidad de generar un impacto positivo duradero. En el caso de Hitler, su legado sirve como un recordatorio de cómo los actos presentes, guiados por el odio y la ambición desmedida, pueden desencadenar consecuencias catastróficas para el futuro.

Cada acción que tomamos hoy es una semilla que germinará mañana. En un mundo interconectado, nuestras decisiones tienen un impacto que trasciende lo inmediato, afectando no solo a nuestras vidas, sino también a quienes nos rodean y a las generaciones futuras. Gandhi y Hitler nos enseñan que el tipo de huella que dejamos no depende solo de la magnitud de nuestras acciones, sino también de su dirección moral.

Vivir coherentemente implica reflexionar sobre nuestras prioridades y asegurarnos de que estén alineadas con valores universales como la justicia, la empatía y la verdad. Esta alineación no solo nos permite trascender positivamente, sino que también contribuye a construir un mundo más armónico y sostenible.

En palabras de Gandhi: “Debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo”.

En última instancia, trascender coherentemente es más que dejar un legado; es vivir de manera que nuestros actos reflejen nuestros ideales, inspirando a otros a hacer lo mismo. Gandhi y Hitler nos muestran que todos tenemos la capacidad de influir en el futuro, pero cómo lo hacemos depende de nuestra elección diaria entre la coherencia y la incoherencia, entre la construcción y la destrucción.

Con base en lo anterior, y a manera de cereza de pastel, resaltaré el hecho de que, el verdadero poder de la coherencia radica en su capacidad para multiplicar el impacto positivo de nuestras acciones. Al cultivar este principio, no solo garantizamos nuestra propia paz interior, sino que también contribuimos a un legado que enriquezca a la humanidad. Así, trascender coherentemente no es solo un ideal; es una necesidad apremiante en un mundo que busca urgentemente liderazgos que inspiren y transformen.

Procuremos desarrollar en cada uno de nosotros el Síndrome CTC.

 

“Cuando uno no vive como piensa, acaba pensando como vive.”

Gabriel Marcel.


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