Por: Neftalí Coria


Hacen muy bien las ferias del libro para la población donde se organizan, por pequeñas que estas sean. En primer lugar, porque los gobiernos –si es que aportan dinero para su organización–, atienden un servicio a la comunidad que es muy necesaria en este tiempo de analfabetismo ascético y otro analfabetismo más que no se percibe como tal, y que no hace más que despreciar la lectura, los libros, la imaginación, y lo que es peor, los he visto levantarse orgullosamente sobre un pobre pedestal mofándose de no leer un solo libro en su vida.

Las ferias son muy visitadas, también es cierto, y yo me pregunto, la razón por la que muchas personas van a la Feria del libro. Me impresiona que vaya la gente a mirar, a hojear, y a comprar libros que su escasa información les permite algunas veces hacerse de libros que han escuchado entre sus conocidos, y que escuchado que tal título es una buena opción para leer. Y con la poca información y su escasa familiaridad con los libros, creen que cualquier libro mencionado por algún cercano, es importante. Y más tarde, cuando llega la Feria del libro, van y compran los libros que les fueron recomendados y siempre se encontrarán algunos títulos muy publicitados, que suelen ser menores y besteselereanamente malos, pero los compran.

En las ferias del libro, se promueve la presencia y la existencia del libro y eso es de gran ayuda para que se continúe con la promoción del libro y la lectura. Al menos se dan cuenta que hay quien vende libros, quien los hace y, sobre todo, hay quien los escribe y hay quien los lee. Pero sobre todo, les muestra que es posible estar cerca de los libros y usarlos, quitarles el misterio al que la mala y triste costumbre de no leer, nos ha sometido.

Una feria puede darles la referencia a los asistentes, que hay en el mundo un objeto que algunos valoramos y usamos cotidianamente, y ante el extrañamiento de muchos que están lejos del mundo libresco, puede que les despierte la curiosidad de acercarse al libro. En verdad, mucha, pero mucha gente no advierte que el libro es un objeto de uso y, sobre todo, es un misterioso objeto que nos puede enseñar algo de la vida y sus numerosos derroteros, como puede verse al leer una novela de aventuras.

Ahora que sucedió la 3a. Feria Internacional del Libro y la Lectura de Morelia, en la que le toco a Cuba, ser el país invitado, estuve a cargo del Stand de mi editorial Luna Mía Ediciones, una pequeña empresa que llevamos caminando, desde hace algunos años, mi hijo Neftalí y yo. Estuve atendiendo las ventas y pude observar algo que me reveló algunas de las razones por las que la gente no lee. Me explico: veo acercarse a las personas (no todas, claro) mirando portadas, títulos, nombres de autores, con gestos de un claro desinterés, aunque no es eso, no es que les falte interés ni curiosidad, no es que las cosas que miran no les interesen. Lo que sucede –se ve en la mirada– es que no saben nada de la información que está en la portada. No tienen la información básica para poder abrir esas puertas que nunca han abierto. No están informados y no pueden saber quién es Ernesto Sabato, Iván Blatny, Ramón Claverán Alonso, ni saben quién es José Emilio Pacheco, Gabriel Zaid, entre otros. Acaso han oído el nombre de Octavio Paz y Pablo Neruda. Y si no saben quiénes son esos nombres, en la portada de un libro, no existen, ni atraen su atención. No puede interesarle un título y un nombre de persona, ni las ilustraciones, ni los colores de las portadas y mucho menos la editorial que edita los libros que tienen enfrente y tampoco saben que en la contraportada está algo que puede informarnos de qué va lo que el libro contiene.

¿Cuál es entonces la razón por la que alguien de ese nivel de información, compraría uno de esos desconocidos objetos que tienen en sus manos? Lo sueltan, hasta lo acomodan y se van para siempre de aquella oportunidad de haberse llevado un libro que pudo darles algo para su vida. Y voy más allá: no hay razón ni para que los tomen y los abran en una hojeada rápida y solo se vuelvan a verlos y sigan su marcha. O cuando los miran, no miran nada, letras que no importa lo que digan, papel inocuo, estéril, nada que vale la pena pagar por él. En algunos casos, me acerqué a la persona que tenía el libro en sus manos y le hablaba de él, le decía cómo lo escribió su autor, quién era ese hombre que lo escribió, en fin, le mostraba el panorama desde el que había venido el libro al mundo, como llega al mundo un ser humano, y vaya sorpresa, primero veía su interés, y luego su decisión inmediata de consultar el precio y finalmente llevárselo. ¿Qué me dice esto? Qué nadie fue guiado hacia la lectura, nadie fue informado de verdad sobre los libros capitales para que haya los lectores que un pueblo necesita para crecer y pensar.

Me alegra una feria como la que acaba de pasar, aunque tendría mis recomendaciones para que de verdad una feria, sea un sitio colectivo que motive a las personas a integrar las filas de la lectura tan necesarias en cualquier comunidad.

Esta 3a. Feria Internacional del Libro y la Lectura, es el tercer buen paso a llegar también, con los libros a las franjas más necesitadas de la ciudad llevarles los libros que les den esperanzas, alegría, pensamientos que les puedan ser útiles para la vida que no es fácil y siempre necesita guías, y los libros son eso, guías generosos. Y más ahora que el libro ha dejado de tener amistad con las nuevas generaciones.

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