LEANDRO ESPINO CÓRDOVA

En buena lógica debemos decir que tantas veces se llevaba, tantas veces se traía a su Santuario. Sin embargo, no tenemos referencias, noticias o documentos que nos indiquen cómo era el recibimiento que se le daba aquí en Araró. Nos referimos a referencias más allá de hace cien años, que quizá son los años que podemos cubrir por tradición oral llegada a través de nuestros ancestros.

 

En mi caso personal, puedo dar testimonio máximo de hace cincuenta años hacia atrás, más lo que platicaban mis padres y antes mis abuelos. No cabe duda que La entrada es una fiesta muy antigua y que como todos los eventos humanos ha tenido momentos difíciles; pero, sobre todo, ha evolucionado con el mismo desarrollo de los fieles devotos.

 

Por testimonios fotográficos podemos afirmar que era una fiesta muy sencilla del pueblo de Araró, que recibía a su Señor con adornos sobrios hechos con papel de china, pocos cuetes, poca pólvora. Digamos una fiesta familiar, la de un pueblo que recibe a su Señor, después de estar fuera unos días y al que recibe con alegría demostrándolo con confeti, con serpentinas, adornando calles y anunciando su presencia con cuetes, luces, castillos y la banda de música.

Nada comparable a los momentos actuales, en donde se ha mezclado más profusamente lo profano y lo religioso, a tal punto que es imposible separarlos. Son los nuevos tiempos de una religiosidad muy peculiar. Antiguamente, el Señor de Araró era el motivo para venir a su Santuario.

 

Ahora es el pretexto para venir y vacacionar en Araró, puesto que el pueblo tiene muchos atractivos que lo hacen altamente turísticos. Sin entrar en detalles, diremos que muy en el fondo la fe es la que mueve y nos alegra para darle la bienvenida al Cristo de Araró en la entrada triunfal a su pueblo. Es la entrada, es la alegría manifestada a raudales con miles de maneras expresivas de que haya regresado con bien de su estadía en Zinapécuaro.

 

Se va a Zinapécuaro por la imagen el jueves de la Ascensión. Pernocta en Simirao y el viernes hace su entrada triunfal a su pueblo que, junto con la multitud venida de todas partes, lo recibe con muestras de júbilo desbordado.

 

La tarde del viernes todo el pueblo y los visitantes, que son más, se dan cita en la entrada sur del poblado, en el lugar que conocemos como el Reventón. Allí la multitud de fieles lo espera, junto a la gran posa que se le prepara, como el primer indicio del sublime recibimiento que se le realiza. El sacerdote en su sermón arenga a la gente a que se avive la fe y que se traduzca en obras, para que lo que se está haciendo no quede en una tradición hueca.

 

Así inicia el recorrido por el pueblo. Estarán las calles llenas de adornos, muchas posas lo estarán esperando en las que descansará unos momentos, mientras sus dueños le queman pólvora, ya sea castillos o cohetes de mucha variedad. Lo harán durante dos días.

 

El primer día descansará en la Capilla del Panteón. El sábado recorrerá la otra parte del pueblo para llegar al santuario el domingo. Allí será sacado de la urna y enarbolado en su cruz, para ser depositado en su lugar dentro de la iglesia. Dos cosas tenemos que destacar en la actualidad. La primera, desde hace dos años las mujeres empezaron a participar como faroleras, después de siglos de estar excluidas de este oficio. La segunda, este año se estrenó la urna trasparente, que permite ver al Cristo desde cualquier ángulo. Lo mismo de noche, pues está dotada de un sistema de iluminación.

 

                  El recibimiento a la entrada del pueblo es increíble –Foto Leandro Espino-
                  El recibimiento a la entrada del pueblo es increíble –Foto Leandro Espino-

 

 

 

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