La fiesta del señor de Araró
LEANDRO ESPINO CÓRDOVA
Precisar la fecha del inicio de la celebración de esta fiesta en honor del Señor de Araró no es posible. Como tantas otras cosas que giran a su alrededor, se pierden en la oscuridad del tiempo. Sabemos que se celebraba en la segunda semana de Cuaresma. Periodo del año litúrgico de la Iglesia Católica que es variable, lo cual hace que también la Fiesta (como la llamamos nosotros, sin más) sea variable. ¿Por qué se escogió esta segunda semana de Cuaresma? Sobre todo si se sabe que es un tiempo de penitencia, de ayuno y sacrificio.
De algún modo se tuvo que pensar que una celebración así, con la expansión que iba teniendo la devoción a la imagen, en el tiempo de Cuaresma era inadecuada o impropia. Al parecer no se previó tal inconveniente y pronto llegaron las consecuencias desagradables. Suponemos que la festividad nació como algo netamente religioso. Pero la fama del Señor crecía y, por lo tanto, la atracción de más gente fue también creciendo. La gran afluencia de personas empezó a generar otro tipo de necesidades y de atracciones como: músicos, juegos de azar, juegos de otros tipos, comerciantes que ofrecían sus productos, peleas de gallos, etc.
Empezó la lucha entre lo religioso (representado por los obispos y sacerdotes) y lo profano (representado por comerciantes y demás persona que ofrecían diversión variada. Lógicamente se impuso el criterio de la autoridad eclesiástica, cuya visión era muy estrecha y dominaban todos los ámbitos de la vida social. Entonces la Fiesta se prohibió por los excesos que se cometían durante la celebración. Era un 30 de Marzo de 1805 y decía el Decreto: “… la absoluta prohibición…y el traslado de la Imagen antes de la primera semana de Cuaresma a la iglesia parroquial de la cabecera (Zinapécuaro), en donde se conserve hasta pasada la Pascua de Resurrección.” *
La Fiesta del Señor de Araró, pues, se suprimió, por ende se traslada a Zinapécuaro. No tenemos referencias de cómo se desarrollaba la Fiesta en esta época. Podemos imaginarnos la algarabía, el gran número de personas, los gritones, los oferentes de velas y de milagros, los vendedores, los comerciantes que aprovechaban para vender sus productos, la gran variedad de juegos –entre ellos los de azar— peleas de gallos, etc.
Todo esto hizo que se repitiera –incluso en grado mayor— lo que sucedía en Araró. Por lo que juzgando la autoridad eclesiástica que era tiempo de cortar de raíz la causa de todos estos desmanes y extravíos, llegó a la conclusión siguiente: “La prohibición para la Fiesta de Araró seguía en pie. Ahora esta prohibición se extendía para Zinapécuaro. Por ningún motivo ni pretexto se permite que se ejecuten en ninguna parte del distrito, pues quedan en todo abolidas absolutamente y para siempre…”
Esto fue el 30 de Enero de 1817. Seis años más sin Fiesta, o sea, hasta 1823, año en que se reanuda “a insistencia del Ayuntamiento Indígena y de todo el vecindario”. No sin antes firmar algunas condiciones a las que se comprometen tanto la autoridad local como el pueblo. En realidad, la Fiesta se reanuda hasta el año 1824, pues el permiso llegó tarde y ya no se pudo organizar ese mismo año.
Desde 1824 la Fiesta se ha celebrado año con año hasta la actualidad. Lógicamente su celebración ha ido evolucionando, tomando diversos matices a través del tiempo. Pero debemos de reconocer que en el fondo está la motivación fundamental que la inició: la fe en el Señor de Araró.
La Fiesta se celebra el 2º viernes de Cuaresma. Todavía hay memoria de cuando era una festividad modesta, eso sí, llena de algarabía por parte de los habitantes del pueblo. Era su fiesta en honor del Cristo de Araró. Era un día de estrenar ropa nueva. Los meses previos eran de trabajo arduo para ahorrar y tener dinero para gastar en ella. Eso ha quedado en el recuerdo. Ahora es fiesta de una multitud increíble de gente que secuestra al pueblo y monopoliza al Cristo para agradecer favores y pedir o suplicar por su benevolencia. Hecho que no podemos negar, aunque la idea de esa fe sea discutible.