La Hacienda de La Labor: Araró

LEANDRO ESPINO CÓRDOVA

 

Hablar de esta Hacienda es referirnos a ella como un baluarte en la existencia del pueblo, junto con las Salinas y el Lago de Cuitzeo. Su influencia en la permanencia de los habitantes de Araró es innegable, sobre todo si nos referimos a la etapa más difícil de la post independencia.

No nos adentraremos ahora en hacer una minuciosa historia de la Hacienda. Dice Luis Castro: “Hacia el año de 1780, Antonio Ruíz de Chávez, originario de Capula, pero de padres españoles, era el propietario de la Hacienda de La Labor. Una de sus hijas, Juana Ruíz de Chávez, contrajo matrimonio con don Manuel de Iturbide, quien posteriormente fue copropietario con su hermano Agustín de dicha hacienda. Parte de la primera mitad del siglo XIX aparece como dueño Don Manuel de Iturbide”.

Para 1860, más o menos, la compra Don Pedro Tapia Vergara, que para ese tiempo era trabajador en la Hacienda de Andocutín, vecina de la Hacienda de La Labor. La compra la hace a insistencia de Don Francisco Álvarez del Castillo Muñoz, hacendado de Andocutín, quien además le presta el dinero sin intereses, pagadero a cinco años.

Con Don Pedro Tapia permaneció como hacienda agrícola primordialmente, y ganadera en poca proporción. Mucha gente llegó en ese entonces al pueblo con la esperanza de encontrar el trabajo que en sus lugares de origen no tenían.

Por censos existentes en el archivo histórico del pueblo, sabemos que formaban una numerosa comunidad que tenía su propia acordada y su encargado del orden. Vivían en casas rústicas a un lado de la hacienda, en condiciones muy precarias.

A la muerte de Don Pedro, acaecida el 7 de marzo de 1906, la Hacienda fue repartida entre los hijos y Don Ramón Tapia García quedó como albacea. Aunque inevitablemente hubo cambios, la Hacienda siguió siendo foco de atracción para encontrar trabajo, cosa que perdura hasta hoy en día, aunque no como en sus tiempos de esplendor. La Hacienda de la Labor se encuentra ubicada al norte del pueblo y cualquier vecino del pueblo lo puede orientar.

Don Pedro Tapia Vergara –foto R.T.S-
Don Pedro Tapia Vergara –foto R.T.S-
Casco de la Hacienda La Labor –foto L.E.C.-
Casco de la Hacienda La Labor –foto L.E.C.-

 

Para principios de la década de 1940 la señorita Josefina Tapia, hija del segundo matrimonio de don Pedro Tapia, vende la tierra que le pertenece, junto con el casco de la Hacienda, a don Emilio Fernández. Así, el destino de la Hacienda cambia radicalmente. Este es el golpe mortal que provoca la muerte de lo que había sido por siglos: hacienda agrícola y ganadera.

Don Emilio Fernández, originario de Asturias, España, radicado en Morelia, criador de ganado de lidia –ganado bravo— vio el potencial que representaba a futuro las grandes extensiones de tierra propicia para este tipo de ganado. La Hacienda, con la expropiación de que fue objeto por el presidente Lázaro Cárdenas para formar el Ejido de Araró, se vio menguada aún más. Los terrenos, que en su mayoría se dedicaban a la milpa y otros cultivos, le fueron quitados. Esto fue el último golpe que decidió a las hermanas Josefina y Ángela Tapia a vender.

Para el comprador esos inmensos potreros fueron el aliciente para la compra, pues representaban pastizales para el ganado y ahorro en su mantención. Así fue como la Hacienda de La Labor pasó a ser sede de varias ganaderías de toros de lidia, sólo que ahora con el añadido de Ex Hacienda de Labor.

 

 Gan. Alfredo Ochoa –foto L.E.C.
Gan. Alfredo Ochoa –foto L.E.C.

 

Gan. El Junco -foto Leandro Espino-
Gan. El Junco -foto Leandro Espino-

 

 

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