Título: La Libélula   

Autor: Juan F. Perales V.


La libélula, por primera vez, abrió sus alas. La larga espera había terminado y una nueva etapa llena de emociones y peligros se vislumbraba por encima de la superficie del agua, donde había permanecido “presa” como ninfa durante varios meses. El aire, elemento anhelado, parecía estar a su alcance. Bastaba con levantar sus alas para disfrutar de su ansiada libertad. No le importaban los peligros, su instinto vencía a sus temores. La aventura la invitaba a vivir.

Los hermanos Catar, ansiosos, se estrujaban las manos mientras que, ocultos entre los juncos y carrizos, observaban a la libélula prepararse para el vuelo. Acababan de colocar la red para atraparla, la habían situado cuidadosamente contra el viento, esperando que, al emprender el vuelo, la libélula se enredara entre sus delgados hilos. La presa se veía fácil.

 

Lejos de ahí, en otra parte del mundo, el ocaso del sol anunciaba la llegada de la oscuridad. Las luciérnagas se sentían invitadas a participar conforme moría el crepúsculo, y emergían iluminando la noche, buscando aparearse lo antes posible. Cada una de ellas se distinguía de las demás por su patrón luminiscente que atraía a sus compañeras y, en caso de peligro, las alertaba. El intercambio de bioluminiscencia creaba un espectáculo tan vívido que una vez observado, no se olvidaba. Los niños, emocionados por el parpadeo amarillo-verdoso, corrían tras ellas para atraparlas. Algunos improvisaban con frascos y redes atrapamoscas, mientras que otros, más organizados, formaban grupos y seguían una elaborada estrategia de persecución. La noche apenas comenzaba, pero ya se respiraba alegría y festividad.

Mientras tanto, Larisa, la menor de los hermanos Catar, se movió de improviso y agitó el agua, generando diminutas olas que a simple vista no se notaban, pero suficientemente grandes para distorsionar la calma del lago. La libélula, perceptiva, sintió cómo se movía el carrizo que la sostenía y esto la alertó sobre el peligro que se cernía a su alrededor. Sin esperar a que cambiara la corriente de aire, usó su abdomen para crear la fuerza que le permitió ajustar la posición corporal y su patrón de aleteo, compensando así la resistencia del viento. Sus dos pares de alas, moviéndose independientemente la una de la otra, le facilitaban realizar este tipo de maniobras, aerodinámicamente bellas y perfectamente calculadas. Una vez en el aire, surcó hacia la orilla, buscando seguridad. Aún le faltaban algunos días para desarrollar su coloración completa y sus órganos reproductivos. Debía sobrevivir por sí misma, sin esperar a conseguir compañero. Estaba lejos del momento en el que formaría una “rueda de apareamiento”, forzando y poniendo a prueba todo su cuerpo, acrobáticamente perfecto.

 

Carlos, el hermano de Larisa, al ver volar a la libélula, libre y fuera de la red que habían preparado, se volteó hacia su hermana y, recriminándola, le dijo:

 

—¿Por qué lo hiciste?

—Es muy bonita —contestó Larisa, temblorosa.

—Precisamente, por eso la necesitamos —afirmó su hermano.

—El concurso es la próxima semana. ¿No quieres ir a Francia? —recalcó preocupado.

—El premio es un viaje para asistir al famoso Festival de la Luciérnaga —aclaró.

Larisa se disculpó con él y fue por la red. Debían empezar nuevamente e intentar con otra libélula.

En ese momento, en Francia, el espectáculo de las luciérnagas, moviéndose en complejos patrones que a simple vista parecían caóticos, dejaba a propios y extraños con la boca abierta. Su incomparable belleza los tenía extasiados.

Luis Ríos, famoso entrenador de luciérnagas, había logrado después de meses de dedicación crear su nuevo patrón navideño. Esa noche, en especial, presentaba con orgullo, paso a paso, su obra en tres actos:

Intermitencia.

Las luciérnagas iniciaban el espectáculo, parpadeando patrones intermitentes, emitiendo destellos de luz a intervalos regulares.

Secuencia.

Luis había logrado que las luciérnagas, a una señal, emitieran secuencias de luces combinadas con intervalos cortos y largos de destellos en varias tonalidades, desde el verde al amarillo. Como las luces de un árbol de navidad.

Patrón de vuelo.

Una de las figuras mejor logradas, era el vuelo en forma de “J”, exclusiva de las luciérnagas macho. En este patrón, las hembras simplemente repetían su destello secuencialmente.

Luis, artista mexicano nacido en Nanacamilpa, Tlaxcala, creció en el Santuario de las Luciérnagas. Después, estudió Informática en el extranjero y se especializó en Inteligencia Artificial. Con su tesis de doctorado, logró simular el comportamiento de varios insectos, programando su respuesta a diferentes estímulos: visuales, químicos, táctiles, térmicos, de luz y oscuridad, y auditivos. Este trabajo le valió el Premio Turing, equivalente al Premio Nobel en Informática.

La fama de Luis había trascendido fronteras. Incluso los chinos y japoneses, considerados los artistas por excelencia de este espectáculo, dudaban de su veracidad. Hubo quien, incrédulo, escribió una nota difamatoria donde lo acusaba de usar drones microscópicos que hacían las veces de luciérnagas, y que eran programados en un lenguaje de su propia invención.

Al terminar el espectáculo, la mayoría, excepto uno de los presentes, se levantaron de sus asientos, aplaudiendo con entusiasmo.

Luis pasó al estrado y después de agradecer el apoyo de los asistentes, anunció:

—El próximo espectáculo será igual, pero en lugar de luciérnagas, usaré libélulas.

El personaje incógnito seguía grabando todo en su tableta, finalmente se levantó de su asiento y preguntó:

—¿Cómo lo lograrás?

—Es mi secreto —contestó Luis.

… En otra parte del mundo Carlos, mientras preparaba la red, le decía a su hermana.

—Anoche televisaron el famoso árbol navideño de luciérnagas.

—Eso es maravilloso —contestó Larisa.

—Necesitamos atrapar hoy la libélula —urgió Carlos.

—Ya no es necesario —afirmó ella.

—¿Por qué?

—Es mejor entrenarlas.

—¿Y cómo lo haríamos? —preguntó Carlos.

Larisa se quedó pensativa durante varios segundos y, antes de contestar, revisó la información en su celular.

—Usaremos drones —afirmó.

—¿Cómo? —contestó Carlos, sorprendido e incrédulo.

—Sí, como lo oyes —dijo convencida su hermana.

—Utilizaremos un dron libélula como líder —añadió.

—Eso no existe —dijo su hermano, moviendo la cabeza a ambos lados.

—Sí existe —dijo Larisa, mostrándole la pantalla de su celular.

“El nuevo dron es capaz de volar en todas las direcciones, flotar en el aire y deslizarse sin batir sus alas, al igual que una libélula real. También puede controlar su posición en el espacio y su trayectoria de vuelo con gran precisión”.

Carlos pensó que era una broma y, sin poder contener su curiosidad, le arrebató el teléfono a Larisa. Casi se desmaya al leer en la pantalla: “Se solicitan jóvenes con espíritu aventurero para probar el modelo ‘BionicOpter’”.

Acto seguido abrazó a su hermana y, sin esperar a que ella reaccionara, se comunicó al teléfono de la empresa alemana Festo.

 

Después de que Carlos y su hermana fueron aceptados, se iniciaron las pruebas del modelo. Sin embargo, los resultados preliminares fueron un desastre. Los ingenieros no entendían qué sucedía. El dron libélula caía precipitadamente en el agua cada vez que intentaba levantar el vuelo. La empresa le echaba la culpa al calor excesivo del lugar. Tuvieron que rediseñar la libélula, tomando en cuenta la “tropicalización” del entorno. Además, los hermanos se enfrentaron a varios trámites para conseguir las licencias, y a la oposición de la organización Greenpeace, con quienes acordaron respetar sus principios y compartir un porcentaje de las ganancias futuras.

 

Luis Ríos vio la oportunidad que buscaba para su espectáculo luminoso. Se acercó a los hermanos Catar para ofrecerles su ayuda y capital. Los hermanos se vieron tentados por la oferta, pero finalmente la rechazaron porque querían lograr su objetivo por sí mismos y varios meses después, a punto de renunciar a sus ambiciones, experimentaron un giro del destino impulsado por la firme resolución de Larisa.

 

Su innovador espectáculo rápidamente capturó la atención global, convirtiéndose en un fenómeno en cuestión de meses. Con la fama vino una mayor vigilancia del histórico lago, reuniendo a voluntarios de distintas latitudes que se comprometieron a salvaguardar este enclave natural frente a las amenazas de confiscación por parte del gobierno.

 

En medio de la polémica, algunas teorías de conspiración sugerían que antagonistas del régimen habían fabricado enjambres de insectos mecánicos, capaces de obstruir la visión de los conductores del nuevo ferrocarril que bordeaba el lago. Este rumor exacerbó el debate público, llevando a la propuesta de desmantelar la planta de manufactura de drones cercana, citando preocupaciones de seguridad nacional. ‘El Destino’, un periódico de renombre colocó estos temas bajo el microscopio del escrutinio público, alimentando una ola de activismo cívico. El clímax de este fervor fue una masiva manifestación popular, uniendo a la comunidad en una voz unánime en defensa de la autonomía de los drones y en oposición a la expropiación gubernamental.

 

En este contexto de tensión y controversia, el Dr. Ríos intentó adquirir la empresa de los hermanos Catar. Sin embargo, a pesar de sus persistentes esfuerzos, no tuvo éxito. En respuesta, los hermanos Catar, mostrando su compromiso con la comunidad y el medio ambiente, decidieron no vender. En su lugar, optaron por una ruta más altruista, ofreciendo oportunidades a jóvenes apasionados y comprometidos con la responsabilidad social.

 

La libélula, inspiración de este cuento, ha sido inmortalizada en una escultura a la entrada de la reserva ecológica Catar, la más cuidada del país. Junto a ella, hay otra escultura casi idéntica, pero de un color azul metálico brillante con ojos rojos, representando al dron libélula. Esta pieza ha sido bautizada como ‘Caballito del diablo’, un nombre que evoca tanto admiración como misterio.

 

Finalmente, cabe destacar el éxito turístico de la reserva, que ha superado todas las expectativas. Los ingresos generados han llevado a los hermanos Catar a considerar la expansión global de su proyecto, con planes de ofrecer franquicias en diversas partes del mundo. Mantente atento a las redes sociales para aprovechar su invitación y presenciar al

dron libélula liderando este espectáculo único y fascinante.


Juan F. Perales V.

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