Piénsalo tres veces

La Paradoja de Rauda

Francisco Javier Rauda Larios


Muy probablemente, mi querido lector, estará usted pensando que, como dicen en mi rancho, le estoy echando mucha crema a mis tacos.

Tal vez, pero solo tal vez, sí.

La cosa es que, originalmente, había pensado titular el presente artículo “no quiero cambiar, quiero ser cambiado”, y, de pronto, me llegó un insight, dirían los vecinos del norte, y me dije, suena paradójico. Y, …

¡Eureka!

Me dije, nuevamente, a mí mismo, acabo de crear una paradoja.

Bueno, después de esta breve, creo yo, introducción, permítame, apreciable lector, ir al meollo del asunto.

Aunque, como ya lo mencioné, suene paradójico, tristemente, para muchos de nosotros es una realidad.

He visto y, en muchos casos he comprobado, que, a un considerable número de personas, por no decir que, a muchas, incluido un servidor, nos cuesta mucho trabajo cambiar y lo digo en el sentido de que, como ya lo han expresados otros muchos autores, “no queremos pagar el precio”.

Lo anterior, expresado de otro modo, significa que sí quiero otro estado de cosas para mí, pero no quiero que ello me represente esfuerzo alguno.

De hecho, es por ello que tantos productos y servicios “milagrosos” tienen tanto “éxito”. Me refiero a aquellos del tipo:

  • “Adelgace en 5 días sin dietas ni ejercicios”.
  • “Aprenda inglés en 30 días mientras duerme”.
  • “Cómo hacerse rico sin invertir un solo centavo”.
  • “Desarrolle una figura envidiable sin sudar una sola gota”.
  • “Cambie la cultura de su Empresa con solo desearlo”.

Me voy a aventurar a asegurar, incluso me voy a atrever a apostar, a que le acaba de brotar, al menos, una leve sonrisa, si es que no se está carcajeando, en este momento, mi apreciado lector.

Y si es así le preguntaría: ¿Por qué la risa?

Bueno, relájese, y continué con la lectura.

Paradójicamente, digo ya entrados en materia, es la naturaleza de nuestro cerebro la causante de la paradoja que ahora expongo.

Veamos por qué.

Nuestro cerebro, particularmente, el complejo-R, también conocido como el «cerebro reptiliano», que incluye el tronco del encéfalo y el cerebelo, está ancestralmente condicionado para, prácticamente, solo un par de cosas: huir o pelear que, dicho sea de paso, son las reacciones básicas de nuestra sobrevivencia.

¿Y que tiene que ver todo esto con la paradoja expresada por su servidor? Se preguntará.

Púes lo tiene que ver todo, me explico.

Al estar condicionado solo para huir o pelear, entiéndase sobrevivir, el cerebro reptiliano que, cabe aclarar, es el responsable de todas nuestras reacciones automáticas,  y ahí está el “truco”, inconscientes, hace todo lo posible para que mantengamos el máximo de nuestras reservas energéticas para estar lo suficientemente preparados en caso de que tengamos que huir o pelear.

Lo anterior se puede expresar más coloquialmente de la siguiente manera:

Nuestro cerebro nos vuelve flojos.

Si, así es, como diría el famoso Sr. Ripley, “aunque usted no lo crea”.

Es precisamente esa pereza inconsciente, la que hace que una gran mayoría de nosotros apliquemos. la no menos famosa. ley del mínimo esfuerzo.

Luego entonces, aunque conscientemente tengamos la intención de llevar a cabo un cambio significativo en nuestra vida o en la vida de nuestras organizaciones, incluida la familia, obviamente, inconscientemente nos autosaboteamos y terminamos, en el mejor de los casos, manteniendo el statu quo, o sea, las cosas como están, o, en el peor de los casos, terminamos peor, valga la redundancia.

Bueno, aunque, hasta el momento, el presente artículo parezca una tragedia dantesca, no quiero concluir el mismo sin dejarle, por lo menos, un dejo de esperanza que levante el entusiasmo, mi muy apreciable lector.

Por lo tanto, concluiré diciendo que la paradoja de Rauda, como su mismísimo creador, es, a Dios gracias, perfectamente imperfecta, lo que significa que puede ser, y de hecho lo es, debatible y desarmable por cualquiera que desarrolle y mantenga tres principios fundamentales: Consciencia, Firmeza y Voluntad.

Consciencia para darnos cuenta y aceptar que todo cambio en nuestras vidas, personales y organizacionales, sucede solo si se lleva a cabo desde nuestro interior y actuando en nosotros mismos.

Firmeza para mantener y fortalecer la convicción de que, solo a través del esfuerzo personal y la constancia, es posible lograr todo aquello que realmente queremos y, …

Voluntad, la fuerza más poderosa del universo según Albert Einstein, para no rendirnos hasta lograrlo.

Deja un comentario