José Juan Marín

La política debe ser el arte del servicio a los demás y no el perverso arte de servirse de los demás, es la clave para su reforma y para darle un nuevo contenido de civilidad que sirva a toda la sociedad.

Vivimos tiempos de profunda devaluación de la vida política, porque ha perdido su contenido humano, sus principios y valores y la capacidad de respuesta que debería tener frente a una sociedad hundida en la desesperanza.

La política ha sido siempre la ciencia del gobierno de la ciudad, un instrumento de soluciones y fuente de sentido para la vida de la gente.

Sin embargo, han devaluado a la política, tomas de decisión que en el pasado reciente la empobrecieron, procesos internos en los partidos que no respetaron la dignidad y la nobleza de su militancia.

Es posible que la devaluación de la política haya conducido a la crisis de la democracia. Pero también es posible que haya ocurrido al revés: que la crisis democrática haya producido la devaluación de la política como ejercicio ciudadano.

Esto nos indica que hay que proceder a la reforma de la política, que es necesario dotarla de nuevos contenidos, que es momento de revaluarla y de echarla a andar de nuevo, porque sin política no hay soluciones para la ciudad secular ni para la ciudad de Dios.

Es decir, la política es diálogo que nutre y enriquece a dos que hablan y acuerdan, y que en su humana conciencia buscan el beneficio de la colectividad.

La política es tomar partido por la verdad y la razón, independientemente de que sean miles o millones los partidarios de la mentira y la sinrazón. Y esto es así, porque necesitamos que una política de la elección racional sea el salón de clases y la fuente de conocimiento de todos los políticos.

Que la política no sea ya, o deje de ser la lucha sorda y salvaje de los intereses en juego, es algo que nos puede beneficiar a todos.

Que la política sea un espacio para el ejercicio y el protagonismo de la dignidad ciudadana, es algo que puede dignificar a la política y a los políticos.

Que la política sea un ejercicio de conciencia humana y humanista, en el que se busque el bien del prójimo y el bienestar general, es algo que nos conviene a todos.

Dijo Don Jesús Reyes Heroles algo muy cierto: “Al político, en su función, le toca mediar entre intereses contrapuestos para que prive el interés general, es decir, el interés común de la colectividad”.

 

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