Las imaginarias del escribano

 

MANICOMIO DE POETAS

Lugupe el Poeta

Nací demonio

no mujer, demonio así…

en un mundo de brujas

yo siempre fui Medusa

Lizeth Andrea Becerra

 


Cuando el mundo es un manicomio se trae arrastrando la vida

pateando la luna a todas horas dejando brotar la desdicha

de su lengua viperina

hace tiempo que almacena recuerdos arriba de los alambres

de las alas de los pájaros.

 

Se pasea por toda la casa va y viene como culebra acorralado en una jaula

comiéndose unos poemas de papel saludando a los trastes asustándose de su sombra

 

grita desesperadamente golpeando la felicidad a cada rato calla tímidamente un instante cuelga las estrellas en sus ojos pisoteando a las hormigas.

 

Besa a la escoba desgreñada pregona siempre que es su musa cuando la cáscara del día florece sacándole chispas a las palabras manotea suavemente entretenido espantando a las arañas panteoneras no sabe quién es, ni le interesa

él se siente poeta del delirio.

 

 

Abraza con cariño a sus libros los besa, limpia sus lagañas ríe para sus adentros

satisfecho, suspira, se tira al suelo

sabe bien que los gusanos del pensamiento es un manjar de ideas incorrectas

sin sentido alguno

que se traga la vida a pedacitos

 

con el tenedor de la soledad es veneno sus palabras

se arrodilla ante la ausencia del amor que nunca llega mientras los zopilotes rezan ante el cadáver de su ira rodeados de velas y suspiros

nadie sabe si muere con la vida o vive con la muerte cotidiana.

 

Brinca de placer inesperado cuando pasa la carroza por la calle rumbo a la ciudad del silencio

atrás, llorando las viejas de negro fingiendo dolor de a mentiritas

van cargando el amor descuartizado dejando aplastados a los fantasmas para cancelar los mitos de la vida

se carcajean los diablos bailando la danza de la muerte

 

Rezan a su Dios purificado con el excremento de su canto

 

hacen alabanzas al Rosarios durante el ritual caduco

del novenario de promesas

para que vaya derechito al purgatorio sin visa, ni pasaporte el cielo

justo frente a la estatua de un hombre crucificado

en este manicomio de la vida es justo y necesario, implorar.

a golpes de pecho, o con nopales para sangrar la devoción

antes de llegar con las vírgenes que te dedicaron un milagro

un lapsus de locura pura dando su corazón en añicos al fondo del espejo.

 

El mundo es un hermoso manicomio un milagro del poderío

el karma del placer como un eco desmedido en todas direcciones

de este bello inconsciente

 

desear ser aplaudido y famoso para engordar el ego.

 

Presumo el diploma grandioso

de “honoris causa” tan significativo que me otorgó la gran universidad con excelencia de patito

lo colgué en la pared del orgullo para que me aplaudan todos

mis grandes amigos, los fantasmas.

 

 

 

 

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