José Juan Marín
Los tiempos actuales en que vive el mundo no son fáciles, son tiempos de confusión, guerra, genocidios, violencia, tiempos de desconcierto y tiempos de incertidumbre.
Pero también es cierto que ningún tiempo ha sido fácil para nadie, porque los retos y los desafíos están en el centro de la historia y son la segunda piel de nuestra vida.
A pesar de que México es el país de miles y miles de muertos y desaparecidos por la delincuencia, algo se levanta del quebranto y la ruina para decirnos que la luz es nuestra, que estamos llamados a abrazar la fe y la esperanza como el soporte esencial, como el talismán de nuestras vidas.
Ahí donde la pérdida irreparable de un ser querido, rasgó una emoción perturbada y congeló una lágrima sobre el rostro del sufrimiento, tenemos que recordar lo que dice el Martirologio romano: que “la sangre es semilla”.
Ahí donde la ausencia duele como el dolor de otra pérdida, como un clavo incrustado al sur o al este del corazón, es necesario pensar que somos corriente de energía y que por nosotros habla el Espíritu.
Ahí donde parece que la oscuridad ha tomado nuestras vidas por asalto, es necesario creer que somos nosotros, desde nuestra pequeñez, los que en desquite… ¡ podemos tomar el cielo por asalto !.
La confianza en lo que podemos hacer por nosotros mismos y por los demás, la certeza de que somos luz que cabalga entre sombras, la esperanza de que el mañana nos encuentre de pie y con la mirada puesta en el horizonte, son los requisitos para que seamos en el mundo una lámpara de luz, y para que hagamos de este mundo un todo iluminado.