José Juan Marín
No se trata de que Morelia intente ser una Ciudad Moderna, sin imaginación y visión suficientes para llegar a serlo.
Tampoco se trata de que Morelia asuma en falso una condición moderna que no tiene.
A lo largo de la historia, esto es cierto, Morelia ha dudado entre seguir siendo una ciudad colonial, tradicional y Señorial, o ser en los hechos una ciudad plenamente moderna.
La gran distorsión de la pretendida modernidad de nuestra ciudad, radica en creer que basta usar la palabra modernidad para ser y sentir que en realidad se es moderno.
La ambivalencia es peligrosa cuando hablamos de ciudades, si no se sabe distinguir entre lo que es ser “castizo” y lo que es ser moderno.
El camino de Morelia, el que más le sienta y el más recomendable, es el de seguir siendo la “joya tarasca y castiza” que cantó en sus coplas Felipe Arriaga, pero no por ello renunciar a ser una ciudad moderna.
Dicho en otros términos, Morelia debe seguir siendo una ciudad colonial y Señorial, emparentada con sus grandes tradiciones históricas, pero sin renunciar por ello a ser una gran ciudad, una metrópoli moderna.
En este sentido, el sincretismo y la mixtificación cultural pueden ayudarnos a ser tradicionales y al mismo tiempo modernos, sin perder identidad ni autenticidad como sociedad.
Ojo en esto: el sincretismo consiste en no dejar de ser la ciudad de “párpados rosados” que cantó en sus versos el Poeta Pablo Neruda, pero, al mismo tiempo, en aspirar a ser la “ciudad grande y con voluntad de vuelo” que perfiló en sus letras el poeta Octavio Paz.
No nos engañemos: la modernidad no es sólo un vocablo, una condición del aire ni un ropaje exterior, porque la significa servicios municipales modernos y de calidad, agilidad y eficacia para responder a las demandas de la población, modernización del sistema hidráulico de la ciudad para evitar los molestos encharcamientos y, desde luego, buena gestión pública para evitar que una capital como Morelia sea la capital de los baches.
Si se ocupa hacer 15 pozos profundos para resolver la crisis de agua de nuestra ciudad, la modernidad radica en hacer esos 15 pozos profundos para resolver el problema de raíz, sin sacarle la vuelta al problema.
Una ciudad moderna no puede ser aquella que satura y adorna su lenguaje con la palabra modernidad, sino aquella que tiene gobiernos que entienden que la modernidad es eficiencia, eficacia y agilidad en la solución de los problemas públicos