Piénsalo tres veces

¿Quiere ganar?

Francisco Javier Rauda Larios

“Inténtalo y fracasa, pero no fracases en intentarlo.”

– Stephen Kaggwa

Antes de entrar de lleno en el tema, voy a comentarle, apreciable lector, que la idea del presente artículo surgió como una forma de dar continuidad a mi publicación de la semana pasada: ¿Y usted a qué juega?

En dicha publicación hablo acerca de los juegos que juega la gente y, precisamente, concluyo el mismo con una interrogante:

¿Quiere ganar?

Con base en ello y, como lo señalé anteriormente, a manera de dar continuidad al tema la pregunta inminente es:

¿Qué significa ser un ganador?

Bueno, en mi opinión, ser un ganador es cuestión de actitud; es tener un gran concepto de uno mismo, es una forma de vivir con la frente en alto y a toda máquina.

Del párrafo anterior voy a extraer algunas palabras clave: Actitud, autoconcepto y vivir a toda máquina.

Y, siguiendo el estricto orden de aparición, hablaré primeramente de la ACTITUD.

En la vida, no siempre podemos controlar las circunstancias, pero sí podemos decidir cómo enfrentarlas. Una actitud positiva no solo es una elección consciente, sino una herramienta poderosa que puede transformar tanto nuestra vida personal como laboral. Al optar por ver el vaso medio lleno, no solo mejoramos nuestro bienestar, sino que también influimos positivamente en quienes nos rodean.

Mantener una actitud positiva en la vida diaria tiene numerosos beneficios. Para empezar, está estrechamente ligada a la salud mental y física. Las personas que adoptan una perspectiva optimista tienden a experimentar niveles más bajos de estrés, lo que a su vez reduce el riesgo de enfermedades relacionadas con la ansiedad y la depresión. Además, el optimismo fomenta hábitos saludables, como la práctica regular de ejercicio y una alimentación balanceada, ya que una mentalidad positiva nos motiva a cuidar de nuestro cuerpo y mente.

Las relaciones personales también se ven fortalecidas por una actitud positiva. Las personas optimistas suelen ser más empáticas y comprensivas, lo que facilita la comunicación y la resolución de conflictos. Al mostrar una disposición amigable y abierta, es más probable que atraigamos a individuos con una mentalidad similar, creando un entorno de apoyo mutuo y crecimiento personal.

Por otra parte, en el trabajo, una actitud positiva puede ser un verdadero catalizador de éxito. Los trabajadores optimistas suelen ser más productivos y están más comprometidos con sus tareas. Al enfrentar desafíos laborales con una mentalidad positiva, es más probable que busquemos soluciones creativas y no nos rindamos ante los obstáculos. Esto no solo mejora el rendimiento individual, sino que también puede inspirar a todo el equipo a adoptar una actitud similar.

Además, una actitud positiva es contagiosa y puede transformar la cultura laboral. Un ambiente de trabajo en el que predomina el optimismo tiende a ser más colaborativo y menos conflictivo. Los líderes que fomentan una mentalidad positiva en sus equipos pueden observar un aumento en la moral, la lealtad y la satisfacción laboral, lo que a su vez reduce la rotación de personal y atrae talento de calidad.

Ahora toca el turno al AUTOCONCEPTO.

La forma en que nos percibimos a nosotros mismos tiene un impacto profundo en todos los aspectos de nuestra vida. Un buen concepto de uno mismo, o autoestima, no solo nos ayuda a navegar los desafíos diarios con mayor confianza y resiliencia, sino que también es esencial para nuestro bienestar emocional y el logro de nuestras metas. Desarrollar y mantener una autoestima saludable es crucial tanto en la vida personal como en el ámbito laboral.

Tener una autoestima sólida es fundamental para el bienestar emocional. Las personas con una alta autoestima se sienten más seguras y son más capaces de manejar el estrés y la adversidad. Esta autoconfianza les permite tomar decisiones más saludables y buscar relaciones que les aporten valor y satisfacción. Además, una buena autoestima fomenta una actitud de autoaceptación y de amor propio, lo que es esencial para una vida equilibrada y plena.

Como dijo Jesús, amarás a tu prójimo como a ti mismo.

Las relaciones personales también se benefician enormemente de una autoestima positiva. Las personas que se valoran a sí mismas tienden a establecer límites saludables y a comunicarse de manera más efectiva. No necesitan la aprobación constante de los demás y, por lo tanto, pueden disfrutar de relaciones más auténticas y recíprocas. Esta autoconfianza también les permite ser más empáticas y comprensivas, lo que fortalece sus vínculos con los demás.

En el entorno laboral, una elevada y sana autoestima puede ser un diferenciador clave. Las personas con una buena autoimagen son más propensas a asumir riesgos calculados, lo que puede llevar a oportunidades de crecimiento y avance profesional. Confían en sus habilidades y son más resilientes frente a los fracasos, viendo los contratiempos como oportunidades de aprendizaje en lugar de barreras insuperables.

Además, una autoestima sólida mejora la capacidad de liderazgo. Los líderes que tienen una alta autoestima son más efectivos en la motivación y gestión de sus equipos. Transmiten seguridad y confianza, lo que inspira a otros a seguir su ejemplo. También son más abiertos a recibir y dar retroalimentación constructiva, lo que fomenta un entorno de trabajo colaborativo y en constante mejora.

Por último, queda el tema de VIVIR A TODA MÁQUINA.

Quizá, pero solo quizá, amigo lector, esta última declaración le cause algunas dudas. Quiero pensar y me aventuraré a decir que la primera, sino es que la única, de estas dudas es:

¿Qué significa vivir a toda máquina?

Desde mi personal punto vista, vivir a toda máquina significa dar siempre y en todo momento lo mejor de nosotros mismos. Ser auténticos y esforzarnos por hacer, siempre, lo mejor que podamos.

Dar lo mejor de nosotros mismos es un principio fundamental para tener, y llevar, una vida plena y satisfactoria. Esta actitud no solo nos impulsa a alcanzar nuestras metas, sino que también nos permite desarrollar nuestro potencial al máximo. Tanto en la vida personal como en la laboral, esforzarnos por ser nuestra mejor versión trae consigo innumerables beneficios y nos lleva a vivir con propósito y satisfacción.

Dar lo mejor de nosotros mismos significa vivir de acuerdo con nuestros valores y aspiraciones. Cuando nos esforzamos por ser la mejor versión de nosotros mismos, creamos una vida más auténtica y significativa. Esto no solo nos brinda una profunda satisfacción personal, sino que también nos permite influir positivamente en quienes nos rodean. Al ser un ejemplo de integridad y dedicación, inspiramos a otros a hacer lo mismo, creando un entorno de apoyo y crecimiento mutuo.

Además, al dar lo mejor de nosotros mismos en nuestras relaciones personales, fomentamos la confianza y el respeto. Al ser sinceros, comprensivos y dedicados, construimos vínculos más fuertes y duraderos. Este compromiso con la excelencia personal también nos ayuda a superar desafíos y a crecer a partir de ellos, desarrollando una mayor resiliencia y capacidad de adaptación.

De igual manera, en el ámbito laboral, dar lo mejor de nosotros mismos es esencial para el éxito profesional y la satisfacción en el trabajo. Los trabajadores que se esfuerzan por alcanzar la excelencia son más productivos, creativos y comprometidos. Esta actitud proactiva no solo mejora el desempeño individual, sino que también contribuye al éxito general de la empresa/organización. Los equipos formados por personas que se esfuerzan al máximo tienden a ser más innovadores y efectivos, ya que cada miembro aporta su máximo potencial.

Además, una ética de trabajo basada en dar lo mejor de uno mismo fomenta una cultura de excelencia y colaboración. Los líderes que ejemplifican esta actitud inspiran a sus equipos a seguir su ejemplo, creando un ambiente de trabajo positivo y motivador. Al promover un estándar alto de desempeño y dedicación, se establece una base sólida para el crecimiento profesional y la satisfacción a largo plazo.

Para ir concluyendo, retomaré el tema central del presente artículo y agregaré el hecho de que, como dice Alan Lafley, “la gente se acostumbra a jugar, pero sin ganar”. Muchas personas llegan al trabajo para jugar más que para ganar. La cuestión aquí es el hecho de que, a pesar de la resistencia natural al cambio, la mayoría de las personas, aunque me atrevería a decir que todas, queremos formar parte de empresas y organizaciones, incluida la familia, exitosas y, obviamente, queremos ganar.

Tal vez deberíamos comenzar por preguntarnos: ¿Qué nos lo impide?

Y como dicen los que saben, si conocemos y entendemos el problema, ya tenemos la mitad de la solución.

Finalmente creo que, a lo largo del presente artículo, de alguna manera, estimado lector, le he compartido algunas de las maneras en las que podemos empezar a convertirnos en ganadores. Eso suponiendo que no sea usted ya un ganador y de ser así, no me queda más que decir: ¡Felicidades!

Sin embargo, vale la pena señalar lo que la “Dama de hierro” dijo alguna vez, cita que le dejo como última reflexión.

“Puede que tengas que luchar una batalla más de una vez para ganarla.»

 – Margaret Thatcher

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