ARTE Y TRASCENDENCIA

¿Sentir más que pensar?

Por: Luis Vargas, flautista y compositor @luisvargasmusic


Lo que se manifiesta de forma parcial siempre estará incompleto… Me refiero a que en la experiencia artística –sea al nivel de creador, espectador o en experiencias híbridas- no se trata de sentir más que pensar o sentir más que saber. El otro extremo: pensar y/o saber más que sentir –en el que suele caer el llamado Arte Contemporáneo- es también una concepción parcial, incompleta.

En el ARTE (así, con mayúsculas) lo que habría que ponderar es el equilibrio exacto entre procesos emocionales y cognitivos complementarios: sentir, pensar, saber, intuir, entre otros. Un creador artístico de primer nivel –durante años, décadas, de trabajo- desarrolla una maestría en aras de encontrar el equilibrio exacto en todos los aspectos involucrados en la expresión artística para plasmarlo en el producto final: su Obra Maestra.

Dicho equilibrio se tiene que buscar de manera global, pero también en cada situación y a cada momento dentro del devenir de una misma obra, porque lo que funciona para un instante –una sección o una parte de la obra- puede ser obsoleto para el próximo.

Por supuesto, el equilibrio al que me refiero no es una especie de equidad porcentual entre elementos, sino un equilibrio relativo a los requerimientos de cada instante en particular en función del todo: el ARTE, al igual que la vida, el amor, las personas, el Universo, es como un río: »cada instante, nueva el agua» o ‘’nadie se baña dos veces en el mismo río’’.

Entonces, si al crear se concibe y se opera parcialmente, la balanza puede inclinarse demasiado de un lado o del otro (hacia el sentir, saber, pensar o intuir, por ejemplo), dependiendo de lo que el artista esté procesando internamente en el acto de crear; en dicho caso, el producto artístico resultaría parcial, incompleto, desequilibrado.

Cuando se realiza ARTE y se ha desarrollado la verdadera Maestría, se involucra al ser integral en sus procesos emocionales, cognitivos e intuitivos y más: el pensar-saber al 100%, el sentir-saber al 100%, el intuir-saber al 100%, el saber-saber al 100%, el imaginar-saber, la capacidad de servicio, la de compartir y ser osado, libre, la de empatizar, amar y, por supuesto, el uso de la técnica o coordinación psicomotora, depurada al 100%, para que dichos procesos encuentren un camino sin obstáculos, una expresión objetiva o simbólica clara, sólida y bella al momento de ser plasmados en la Obra.

Así las cosas, el resultado artístico será absolutamente proporcional al grado de Maestría que tenga cada creador para saber equilibrar todos estos aspectos. Un Artista verdadero, cuando crea, no puede hacer otra cosa más que ser él mismo al 100% en todos los niveles de su ser. Todo producto artístico que no sea planteado de esta manera, resultará muy probablemente parcial, ordinario, pobre o, de plano, falto de honestidad y trascendencia.

El resultado y alcance en una obra artística dependerán del nivel de maestría que el artista haya desarrollado y sintetizado en los varios estratos: consciente, subconsciente, inconsciente y supraconsciente para lograr equilibrar –a cada instante- TODOS los niveles de expresión: el nivel Físico (la técnica, etcétera); el Mental (estructura, congruencia, lógica, proporción, etcétera), el Emocional (afectos, sentimientos, etcétera) y el Espiritual (intuición –entendida como sabiduría sintetizada o supramente, alta imaginación y desarrollo de virtudes: templanza, justicia, fuerza, compasión-empatía, prudencia, esperanza y fe, en suma: amor y libertad) ¿Suena complicado? Sin embargo, eso y más es lo que un artista debe manejar, dominar y aplicar para poder llamarse a sí mismo ARTISTA.

Algo interesante en estas cuestiones es el hecho de que todo esto, que parece muy complejo, no lo es en realidad o sí es muy complejo, pero un artista tiene la posibilidad (a veces llamado el ‘’don’’) de usarlo de manera más o menos sencilla –dependiendo de su nivel de Maestría-, porque esos procesos ya están sintetizados, programados por él mismo, para poder ser usados con un simple clic.

Programados y sintetizados desde su estadía en el útero materno durante la gestación o incluso, antes. Me refiero a la carga genética o -si entramos en un terreno esotérico, del alma– algún otro nivel de existencia previo a la concepción.

Al respecto, valga citar este símil: una computadora es tremendamente complicada en su construcción, programación y funcionamiento interno, pero el usuario la controla con un clic… En este caso, alguien más tuvo que preparar todo para que el usuario último utilice la máquina.

Así por el estilo, hay muchos ejemplos en la experiencia humana. Veamos otro: la información genética y los procesos de concepción y desarrollo de la vida son tremendamente más complicados en su estructura, funcionamiento y trascendencia que una hiper-mega-computadora creada jamás por el hombre, más para concebir un nuevo ser, los progenitores no tienen que ser conscientes de este proceso, solo se sirven de él. No obstante, otra vez, ‘’alguien’’ o ‘’algo’’ dejó preparado el terreno.

En el caso del Artista, aunque posea el ‘’don’’ (bagaje previo a su nacimiento), debe trabajar ardua y conscientemente para actualizar y materializar este bagaje de modo que pueda proceder a crear artísticamente de forma profesional. En este caso, el Artista prepara el propio terreno; de alguna manera –aunque siempre relativamente- se ‘’crea a sí mismo’’ y, usando esa experiencia acumulada en todos los niveles de su Ser, desarrolla su propio genoma artístico. Lo construye ladrillo por ladrillo, filamento por filamento, en base al desarrollo y aplicación de todos los procesos, aspectos y niveles citados, tanto de forma consciente como subconsciente, para que un día tenga las posibilidades de usar con Maestría ese genoma artístico propio.

Así es como resulta viable para el creador usar la inmensa base de datos –amorosos, poéticos, cognitivos, físicos, intuitivos, de sabiduría, etcétera- de manera más o menos instantánea. No estoy hablando de controlar estos niveles de manera intelectual o consciente, no. Un Artista es Artista, porque ha logrado una síntesis propia, en lo que llamamos instinto, para los aspectos físicos e Intuición –sabiduría sintetizada- para lo mental, emocional y espiritual.

Por supuesto que el tema tiene incontables aristas a explorar. Por el momento, lo dejo aquí y a manera de epílogo, retomo brevemente el hilo que quedó en el aire: estrictamente hablando, el espectador no está obligado a entrar conscientemente en estas profundidades; puede disfrutar de los beneficios de la obra de arte de manera directamente proporcional a su propio grado de intuición, sabiduría, preparación, osadía y grado de Maestría o no Maestría –alcanzados o por alcanzar- en los aspectos Mental, Emocional, Físico y Espiritual así como en sus respectivos niveles. En caso de que quisiera tener una experiencia integral del fenómeno o de la Obra artísticos, tendría que convertirse, él mismo, en un Artista.

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