José Juan Marín


La mayoría de nosotros tenemos un profundo aprecio por nuestras madres que trasciende cualquier descripción. Por grandes y dedicados que sean muchos padres, son por lo general nuestras madres las que tienen un impacto más persistente y generalizado en nuestras vidas.

 

Y aunque la maternidad es incluso venerada, por muchas personas y en la mayoría de las familias, una vez que salen del hogar y entran en la vida pública, se produce una transformación notable. Allí, la maternidad es vista como una especie de exilio o destierro de las cosas importantes de la vida.

 

Este 10 de mayo, Día de la Madre nos brinda la oportunidad de reflexionar sobre el valor de las madres en nuestras propias vidas.

 

Pero también debería llevarnos a reflexionar sobre el valor de la maternidad en general, su importancia para nuestra sociedad y las formas en que podríamos rescatar a las madres a tiempo completo no de la maternidad en sí, sino de la marginación social que actualmente acompaña a su elección.

 

La mujer michoacana y mexicana es de una importancia excepcional en cualquier aspecto de la vida: sea como jefa de familia, como líder en los procesos y movimientos sociales, como mayoría en el mapa electoral y como pieza clave en el mercado laboral.

 

Sin embargo, pese a su importancia histórica y social, no siempre damos a la mujer el valor que le corresponde ni le brindamos el reconocimiento que en justicia merece.

 

Por un lado, son los genes de la sociedad patriarcal los que impiden el pleno reconocimiento de los derechos y la importancia de la mujer.

 

Y aunque en muchas sociedades, el papel de mujer, esposa y madre ha incluido una insignia de inferioridad e incluso de servidumbre a los hombres, sirviendo en muchos casos como prisión y limitando la libertad de las mujeres para vivir plenamente sus vocaciones, afortunadamente la sociedad moderna empieza a cambiar gracias en gran parte a los movimientos feministas del siglo XX.

 

Aunque todavía permanecen vestigios de desigualdad, las mujeres ahora tiene derecho legal y social, e incluso se les anima, a abandonar o evitar la vida doméstica y seguir sus propias carreras aparte de la maternidad. Además, la decisión de hacerlo generalmente se recibe con aplausos y estimas sociales.

 

A las mujeres que toman tal decisión se les conoce como «empoderadas», «súper mamás» o mujeres que «lo tienen todo».

 

Sin embargo, pese a todo lo que son y significan, las mujeres padecen olvido familiar y marginación laboral, son pieza menor en la economía del consumo y, por sólo dar un dato, han sido el personal de vanguardia que ha hecho frente a la pandemia que azota a la humanidad y, sin embargo, de los casi 2 millones que perdieron su trabajo en la pandemia, el 84 por ciento son mujeres según INEGI.

 

Lo curioso de todo esto es que según una encuesta reciente, solo el 16 por ciento de las mujeres opina que ser una madre que trabaje a tiempo completo es lo mejor para los niños.

 

Una proporción significativa de las madres trabajadoras están obligadas por sus circunstancias económicas a contribuir a los ingresos del hogar. Estas mujeres están, en cierto sentido, en una posición similar a la de las mujeres en períodos anteriores de la sociedad: obligadas a desempeñar roles y a realizar tareas cotidianas contrarias a sus deseos. No son prisioneras de sus maridos, sino de presiones económicas que en ocasiones se ven magnificadas por la sociedad.

 

Y es que olvidamos que  la maternidad a tiempo completo y quedarse en casa, es una actividad con beneficios sociales que son difíciles de documentar y que solo se sienten indirectamente y es por este motivo que la sociedad tiende a no darse cuenta de sus beneficios.

 

Es importante que las mujeres tengan una opción genuina de su propia búsqueda de la felicidad y ninguna mujer que elija la maternidad a tiempo completo debe ser percibida bajo una luz negativa o aquella que se convierta en súper madre empoderada con una vida profesional fuera de casa, debería verse indebidamente limitada o juzgada por imposiciones sociales.

 

Por eso hoy recuerdo que el significado del Amor Maternal es tan alto que no se puede definir. Lo podemos sentir y percibir de muchas formas, y es la mejor manera de definirlo: sintiéndolo y viviéndolo piel adentro, corazón adentro, alma adentro.

 

Aunque no sepamos muy bien qué es el amor Maternal, a pesar de lo que ha escrito Balzac y Ortega y Gasset, puede decirse que el amor a una madre  es andar en la tierra con los pies de lo eterno.

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