Piénsalo tres veces

¿Y usted, a qué juega?

Francisco Javier Rauda Larios


“Los hombres van de una ambición a otra: primero, buscan asegurarse contra el ataque y luego, atacan a otros.”

– Nicolas Maquiavelo

¿Ya pensó en su respuesta, amigo lector?

No me diga que no le causa cierta curiosidad la pregunta que titula el presente artículo.

Es más, le voy a hacer otras tantas por el estilo para inquietarle aún más:

¿Cuándo fue la última vez que pensó en los juegos que juaga día a día?

¿Se ha sorprendido alguna vez a sí mismo dándose cuenta de que la vida es un juego?

Y, tanto si ya lo sabía como si justo ahora lo acaba de saber, las siguientes preguntas aplican por igual:

¿Sabe en cuántos juegos participa?

¿Sabe cómo jugar?

¿Cuál es su estrategia?

¿Cada cuánto gana?

¿Gana más veces de las que pierde, o al revés?

Cuando pierde, ¿sabe por qué perdió?

¿Qué siente al ganar y qué siente cuando pierde?

¿Aprende de sus derrotas?

¿Enseña a otros a jugar?

¿Comparte sus trucos?

¿Hace trampa?

¡Ah, verdad!

A qué muy, pero muy pocas, veces sino es que nunca le habían, o se había, cuestionado al respecto.

Bueno, siempre hay una primera vez y, si ya se había hecho todos estos cuestionamientos alguna vez, no le vendrá mal una reflexiva repasada.

Déjeme contarle, brevemente, la razón por la cual me dio por escribir este artículo.

Resulta que, ya en mis mocedades, cuando tenía unos 17 años más o menos, me di cuenta de que muchas, de hecho, todas las personas, incluido su servidor, obviamente, de alguna u otra forma, pasamos nuestra vida, o gran parte de ella, enrolados en juegos que, muchas veces, ni siquiera sabemos que estamos jugando.

Desde aquel entonces, me dedique, según yo, a aprender y, obviamente a jugar, los juegos que juega la gente.

Cuál va siendo mi sorpresa muchos años después al enterarme de que ya en los años 60’s el Psiquiatra Eric Berne se me había adelantado, y de qué manera. No solo se dio cuenta de ello, sino que además se dio a la magnífica tarea de escribir un, no menos magnifico, libro, el cual le recomiendo ampliamente: “Juegos que la gente juega”.

En palabras del propio Berne, todos jugamos y a cada momento. Lo hacemos en cada encuentro que tenemos con otras personas. La naturaleza de estos juegos depende tanto de la situación como de con quién nos encontremos. Estos juegos son de índole tan variada y algunos tan complejos que ni siquiera nos damos cuenta de que los estamos jugando.

Algunos de estos juegos son, por ejemplo:

  • «Si no fuera por ti»: Una persona evita asumir responsabilidades en su vida culpando a otra (por ejemplo, a su pareja) por impedirle hacer lo que realmente quiere.
  • «Ve lo que me has hecho hacer»: En este juego, una persona se mete en problemas y luego culpa a otra por su situación, usando la excusa de que fue influenciada o forzada a actuar de cierta manera.
  • «Pelea»: Dos personas discuten constantemente sobre diferentes temas, disfrutando del conflicto en sí mismo. El juego proporciona una descarga emocional y una manera de evitar la intimidad real.
  • «Sí, pero»: Una persona busca consejo de otros, pero siempre encuentra una razón para rechazar las sugerencias ofrecidas, manteniendo su problema sin resolver.
  • «El héroe»: Una persona siempre está buscando rescatar a otros, asumiendo el papel del «salvador» para sentirse útil y superior.
  • «Tímido»: Alguien actúa de manera excesivamente humilde y autocrítica, buscando que otros lo refuercen y lo animen, lo que le proporciona la validación que busca.
  • «Patéame»: Una persona se coloca en situaciones en las que es probable que sea criticada o maltratada, buscando inconscientemente la validación de su autopercepción negativa.
  • «Te atrapé: En este juego, una persona busca activamente los errores de los demás para confrontarlos y humillarlos, obteniendo una sensación de superioridad moral.
  • «Alcohólico»: Este juego se centra en la dinámica de la adicción, donde la persona adicta busca justificarse y mantener su comportamiento a pesar de las consecuencias negativas, involucrando a otros en su juego de autojustificación.
  • «El debilucho»: Una persona adopta una actitud de indefensión y dependencia, manipulando a otros para que se encarguen de sus problemas y responsabilidades.
  • Hagamos equipo»: Aunque en su esencia puede tener ciertos aspectos manipulativos, este juego se centra en la cooperación y el trabajo en equipo. Los participantes buscan lograr un objetivo común y, en el proceso, pueden fortalecer sus lazos y mejorar su colaboración.
  • «Busquemos aventuras»: En este juego, las personas buscan experiencias nuevas y emocionantes juntos. Aunque puede haber un elemento de evitar problemas más profundos, también puede llevar a la creación de recuerdos positivos y a la expansión de horizontes personales y compartidos.
  • «Hagamos algo por la comunidad»: Este juego implica el trabajo conjunto en proyectos comunitarios o de voluntariado. Aunque los participantes pueden estar buscando validación o reconocimiento, también contribuyen positivamente al bienestar de su comunidad.
  • «Competencia amigable»: Las personas participan en competencias o desafíos de manera amistosa y saludable. Este juego puede fomentar la superación personal y el fortalecimiento de relaciones si se mantiene dentro de un espíritu deportivo y de respeto mutuo.

Si bien la mayoría de estos juegos reflejan las maneras en que las personas buscan satisfacer sus necesidades emocionales de manera indirecta y disfuncional, también se mencionan algunos juegos que pueden considerarse relativamente más positivos, aunque aun así pueden tener componentes manipulativos o repetitivos.

Berne sugiere que, al reconocer y comprender estos juegos, las personas pueden empezar a romper estos patrones y desarrollar relaciones más saludables y auténticas.

A manera de conclusión y reflexión final, voy a decir que, volviendo al juego de la vida, querámoslo o no ya estamos en él. La pregunta que debe hacerse, y muy seriamente, apreciable lector, es:

¿Quiero ganar?

 

“Cada persona diseña su propia vida, la libertad le da poder para llevar a cabo sus designios, y el poder le da la libertad de interferir en los designios de los demás.»

 – Eric Berne

 

 

 


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