La popularización de la izquierda y la derecha.
José Juan Marín
Era 28 de agosto de 1789, en la Asamblea Constituyente de Francia se hacía la pregunta más revolucionaria de la época: ¿Cuánto poder debe tener el rey?
A eso se resumía la disyuntiva fundamental que tenía ante sí la Revolución francesa: darle continuidad a la decadente monarquía o ponerle fin.
Y que Luis XVI y su esposa María Antonieta terminarían sus días ejecutados en la guillotina, ante el desafiante pueblo parisino que aplaudía entre gritos de «!Viva la República!».
Y así inició una transformación social y económica que tuvo un profundo impacto en el orden político y cuya influencia llegó hasta hoy, no solamente en Francia sino en el mundo.
De ese convulso periodo surgieron, además de conceptos como los «derechos del hombre» y «nación», los nombres de las dos principales tendencias políticas que han regido el mundo desde entonces: la izquierda y la derecha.
Desde 1789 les hemos llamado izquierda y derecha a las dos principales tendencias políticas que han regido el mundo occidental.
Y en esta definición tan dual y contrapuesta desde su propio origen, tuvieron que ver unas sillas.
Para explicarlo, tenemos que volver a la sala de la Asamblea Constituyente, a ese día de agosto de 1789 en el que estaba teniendo lugar la votación sobre el poder que debía tener Luis XVI.
Cuenta la historia que el debate desatado en la asamblea, integrada tanto por seguidores de la Corona como por revolucionarios interesados en tumbarla, era tan acalorado y pasional que los contrincantes se terminaron ubicando estratégicamente en la sala según sus afinidades.
De un lado, en las sillas ubicadas a la derecha del presidente del organismo, se sentó el grupo más conservador.
Eran los leales a la Corona, quienes querían contener la Revolución y que el rey conservara el poder y el derecho al veto absoluto sobre toda ley.
Del otro lado, en las sillas de la izquierda, se comenzaron a reunir los revolucionarios que tenían una visión opuesta.
Eran los más progresistas de la sala, los que pedían un cambio de orden radical.
Según recogen los registros del Senado francés, la votación de ese día la ganaron los que estaban sentados a la izquierda, con 673 votos frente a los 325 que emitieron los de la derecha.
Eso terminaría marcando el curso de la Revolución francesa.
Con este resultado, la monarquía había comenzado a enterrarse en Francia.
Pero más allá de aquella jornada, los asambleístas siguieron ubicándose en la sala por afinidades.
Para Pierre Brechon, politólogo francés y profesor emérito de ciencias políticas, una de las razones por las que los términos se quedaron en la jerga política tiene que ver con su simpleza.
«El pensamiento tiene este aspecto dual y para entender, al menos en un primer momento, necesitamos de cosas simples «, afirmo.
No fue hasta el final del siglo XIX que los términos izquierda y derecha se popularizaron.
Pero si bien los términos nacieron en Francia, lo cierto es que se expandieron en el mundo occidental.
Y más allá de los nombres de las tendencias, se extendió esa noción de la política como una oposición de fuerzas, en blanco y negro, en lugar de ese espectro diverso que en realidad es.
Aunque la pareja de opuestos más universal es la de izquierda vs. derecha, bajo la misma lógica existen también progresista vs. reaccionario, o demócrata vs. republicano.
Así, más de 230 años después, la polarización termina por recordar a ese escenario dualista, de polos opuestos en el que estalló la Revolución Francesa.
Una sublevación que, cuando cuestionó el poder absoluto de Luis XVI, también puso en tela de juicio la jerarquía social de la época, dividiendo a la sala entre aquellos que decidieron sentarse a la izquierda y los que se inclinaron por las sillas de la derecha.
Concluyo está intervención con lo que dice la Declaración de los Derechos del Hombre de la Revolución Francesa. » Los hombres nacen y permanecen libres e iguales de derechos «.