«En cuanto a mí, yo vivo por cortesía»
«Mi fe en la dignidad humana hunde sus raíces en la creencia que el hombre, sobre esta tierra, es sobre todo un vagabundo y no un soldado obediente, disciplinado, regimentado. El vagabundo es probablemente la clase humana más gloriosa, como el soldado es la más baja. En una época llena de amenazas a la democracia y a la libertad individual, es probable que solo el vagabundo sea el último y el más temible enemigo de los dictadores, el campeón de la dignidad humana, la última resistencia.
La civilización moderna reposa totalmente en él».
Sun Wu Kung no amaba mucho a Lin Yutang. El estimaba que ese chino exhalaba algo de americano. Sin embargo, había cerrado sus ojos escuchando leer el texto que yo había copiado para él, mientras aparentaba interesarle.
Sun Wu Kung probablemente no era chino, pero era para nosotros (para mí y aquellos amigos que lo han conocido, y sin duda, numerosos otros que no me he cruzado) el Chino, el sabio oriental que uno sueña encontrar por lo menos una vez, le decimos: el Gurú.
Creo que no es indecente que de testimonio ahora. No soy en ningún caso el vehículo de un mensaje, ni de un testamento, y estas líneas no me comprometen más que a mí mismo. Les diré, no describen más que el pensamiento o la acción de Sun Wu Kung a través de lo que he recogido. Soy un ecran, un filtro que recurre probablemente lo esencial de su personaje.
Sun Wu Kung hablaba a cada uno un lenguaje diferente, sus actos eran directos y para uso «estrictamente personal» como una tarjeta de crédito. El escogía para mí las palabras, los textos, un humor que se ajustaba a mí y no a él. A él nada le ajustaba.
Yo encontré a ese personaje al que los parisienses de Montparnasse lo recuerdan tal vez como un vagabundo inofensivo, en circunstancias que no pensé tan determinantes.
Era el 29 de febrero de 1956. Yo comía con uno de mis mejores amigos, Robert J. Godet, del que Plànete ha hecho recuerdo. Robert me dice bruscamente: Tú no tienes forzosamente que ir a la India para encontrar un Gurú, y puesto que pareces interesado, te voy a presentar pronto un Viejo Sabio que ha venido del Tíbet especialmente para ti.
Algunos rastros de Sun.
Los primeros rastros de Sun que uno puede encontrar, se remontan al 23 de junio de 1930 fecha en la cual él entra por un mes a la prisión de sanidad para vagabundos.
Se sabe también que él fue expulsado de Italia en 1925 y de Suiza en 1928.
Bajo amenaza de expulsión en octubre de 1930, no deja Francia, y por temor utiliza algunas veces una estrategia simple, escribe su nombre diferente cada vez. En 1939 es arrestado como sospechoso de comunista, su amenaza de expulsión fue anulada en 1947, gracias a una feliz intervención que lo presenta como erudito budista estudioso del simbolismo de los ideogramas de la cosmogonía china.
Yo esperaba cualquier cosa de parte de Robert, broma, así como milagros. Algunos minutos más tarde paró su carro delante de las gradas de la biblioteca Santa Genoveva. Eran la 21.30 horas.
No hay más que esperar, me dijo apagando el contacto.
Luego vi descender hacia nosotros un soberbio patriarca de barba blanca y largos cabellos. Durante los años 50, los cabellos largos no eran muy frecuentes como para no llamar la atención.
Pasamos la noche juntos con Godet, después en mi casa, rodeados de innumerables tazas de café. Robert y yo hablábamos sin fin. Sun Wu Kung pronunciaba enérgico algunas palabras. En el ascensor traté de forzar su silencio y de resolver en 3 pisos mi problema.
Sun porque yo vivo?
» No hay respuesta porque no hay pregunta. Su café estuvo excelente. Me gustaría regresar.»
Cuando usted desee, pero…
«La respuesta siempre ha preexistido a todas las preguntas. Es el proceso inverso que crea la condición humana. ¿Es así que usted juega al ajedrez? Hasta luego.»
El 13 de marzo a las 22 horas, abrí la puerta de mi casa sorprendido por el timbre. Sun Wu Kung estaba allí llevando bajo su brazo un tablero de ajedrez plegable. De piezas españolas, y dos periódicos rusos Krokodil y Ogonick.
Nuestra segunda conversación se realizó en ruso, que él hablaba enérgico y hábilmente, pero con un acento extranjero. Después de verme reclamó el café y me tendió un pedazo de papel manuscrito en mayúsculas:
DESEAR ALGUNA COSA ES ACEPTAR QUE UNO NO LA TIENE
TENER NO ES QUERER, TODO ESTÁ PRESENTE COMO CONSECUENCIA CONSTANTE. USTED ES AQUELLO QUE LE PARECE QUE ES BUENO.