Piénsalo tres veces

De visiones, transformaciones y cultura nacional.

Francisco Javier Rauda Larios


Estamos en plena efervescencia electoral, a punto de concluir un sexenio más e iniciar uno nuevo en el que, probablemente, por primera vez en la historia de México sea una mujer la que tenga la posibilidad de, como dicen, llevar las riendas de este país.

 

Desde luego, cada uno de ellos tiene una visión de lo que será México en el futuro como resultado de sus acciones y prometen a su vez, cada uno, que llegaremos a ser un país desarrollado, o como suele decirse, del primer mundo.

 

Sin embargo, desde mi particular punto de vista, el mayor, de los problemas que enfrentamos los mexicanos es que no hemos (todos y cada uno de nosotros) creado, verdaderamente, un proyecto de nación.

 

Quizá, y a muchos les cuesta reconocerlo y más aún aceptarlo, el único presidente que tuvo una visión de país fue el General Porfirio Díaz, de ahí en adelante se ha buscado cada sexenio satisfacer los intereses particulares del grupo en el poder, sin el menor interés de, realmente, sacar a este país del atolladero.

 

La cuestión, mi querido lector, es que, como lo enfaticé dos párrafos arriba, la transformación de las condiciones y la cultura de este y cualquier país del mundo, no depende ni se basan en una sola persona. Por esta razón es que pasan sexenio tras sexenio y presidentes tras presidente y seguimos sin lograr ningún avance significativo en el desarrollo del país.

 

Si bien todos y cada uno de los presidentes han tenido, con la mejor de las intenciones quiero suponer, una visión para el futuro de México; el problema, como ya lo mencioné, es justamente lo que acabo de decir, y lo remarco, cada presidente, no los ciudadanos en su conjunto, que somos los que, verdaderamente, constituimos y damos forma a esta maravillosa nación.

 

Desde Miguel de la Madrid, con el neoliberalismo y el comienzo de la globalización, pasando por Felipe Calderón y su proyecto 20-30 que tenía entre sus principales metas posicionar a México dentro del 20% de los países más desarrollados del mundo, hasta nuestro actual presidente, Andrés Manuel López Obrador, con su famosa cuarta transformación, repito, han tenido su visión de un mejor México.

 

La cuestión, amable lector, es que habría que preguntarnos y respondernos, honestamente, si a estas alturas de su periodo realmente nos HEMOS, y lo enfatizo nuevamente, transformado todos y cada uno de los mexicanos.

 

Por que como diría, y cito nuevamente a Don Mario Moreno “Cantinflas”, ahí está el detalle.

 

Lograr esas visiones de futuro y la tan ansiada transformación, no depende, y de hecho, nunca ha dependido y nunca dependerá, de una sola persona, llámese esta presidente de la nación, sino de todos y cada uno de los ciudadanos que, como ya lo mencioné, somos los verdaderamente responsables de transformar la cultura de este país y, por ende, el estado de las cosas del mismo.

 

Y al igual que en la fábula del gato y los ratones, ya sabemos que hay que ponerle el cascabel al gato (transformar el país), la cosa, en este momento, no es tanto el ¿quién? sino ¿cómo? se lo vamos a poner (lograr dicha transformación).

 

Como diría Jack Welch, exdirector general de General Electric, es cuestión de aceptar nuestra realidad y ponernos a trabajar en ella inmediatamente.

 

La cuestión aquí, mi apreciable lector, es que nuestra realidad se está poniendo cada vez más difícil y si no actuamos lo suficientemente rápido, quizá no solo no vamos a lograr mejorar, sino que, muy probablemente, estaremos peor.

 

Así que debemos afrontar, todos y cada uno, de los ciudadanos que habitamos este país el compromiso de ACTUAR de inmediato sobre los factores que, verdaderamente impactan en los resultados y, por ende, la vida de todos y cada uno de nosotros.

 

Uno de esos factores sin lugar a dudas, es la educación, pero no confundamos educación con nivel académico o grado de estudios. Yo me refiero a la, si la puedo llamar así, autentica educación.

 

Me refiero a la educación en valores, a despertar y elevar la consciencia de todos y cada uno de nosotros.

 

Por ejemplo, sostengo que la educación básica debería comenzar por enseñarnos a cuidarnos a nosotros mismos, nuestra alimentación, el ejercicio, así como los valores cívicos, el respetarnos mutuamente y aceptarnos como somos, sin prejuicios, así como a apoyarnos y ayudarnos mutuamente en nuestro proceso de crecimiento y desarrollo. Sin duda, el cuidado del medio ambiente es otro punto de vital importancia y, de igual manera, independientemente del factor religioso, deberíamos aprender desde pequeños a desarrollar espiritualidad y elevar nuestro nivel de consciencia.

 

Si logramos eso, este país será en realidad muy diferente y entonces, y solo entonces, podremos ser considerados ciudadanos desarrollados del primer mundo e incluso marcar la pauta y ser ejemplo para otras naciones.

 

Sin embargo, el reto mayor, desde mi perspectiva, es quitarnos nuestros lentes color de rosa los cuales, por alguna extraña razón, nos resistimos con gran entereza a quitárnoslos. Dicho de otro modo, tenemos que ser capaces de cambiar nuestros modelos mentales, que son los que real y directamente, crean y dan forma a nuestra cultura nacional.

 

Parafraseando, y alterando un poco sus palabras, al Sr. Albert Einstein, diré que, si realmente queremos ver resultados diferentes en nuestro país, tendremos que pensar y actuar de manera diferente.

 

Finalmente, a manera de conclusión, cerraré el presente con la frase de una gran mujer considerada por la revista TiME una de las mujeres más influyentes de nuestro tiempo, la Sra. Oprah Winfrey:

 

«Huye de la historia que te frena. Lánzate a la que estás dispuesto a crear.»

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