Piénsalo tres veces

De tal palo, tal astilla

Francisco Javier Rauda Larios


Tus actos siempre hablan más alto y más claro que tus palabras.

Stephen Covey

En los años que llevo como consultor y facilitador de procesos de desarrollo organizacional me he topado, recurrentemente, con un de los fenómenos más comunes, debo entender que por eso es la ocurrencia recurrente, la necesidad de cambio en las empresas y organizaciones.

Y si, mi querido lector, casi le adivino el pensamiento, el cambio es uno de los temas más estudiados y tratados en el ámbito empresarial, si acaso compite con otro tema no menos importante e imperioso para todas y cada una de las empresas y organizaciones, el liderazgo.

La trillada, si cabe decirlo así, frase de “predicar con el ejemplo”, la escuchamos por doquier; pero, ¿qué tanto esa vox populi se ejecuta con disposición y presteza?

A lo largo de mi carrera profesional he trabajado con muchas empresas y organizaciones, a las cuales agradezco la oportunidad y la confianza, en una diversidad de proyectos que van desde la mejora de los procesos, la certificación en alguna norma, hasta la gestión del conocimiento.

Recientemente, sin embargo, se ha presentado un fenómeno curioso, al menos para mí. Las últimas Empresas con las que he tenido el honor y gusto de colaborar me han hecho el favor de invitarme porque tienen la intención, al menos así lo expresan al principio, de rediseñar su Cultura Organizacional.

He de confesar, sin pecar de falsa modestia, que al inicio del proceso de intervención todo marcha sobre ruedas, todo es miel sobre hojuelas, hasta que llegamos al punto exacto en que el líder tiene que asumir su compromiso y cambiar también.

Por lo menos en los últimos tres proyectos en los que he trabajado, en ese punto exacto, termina.

Si, si, ya lo sé, amigo lector, usted y yo, y casi todos, sabemos que la tarea más ardua, el trabajo más difícil que tenemos los seres humanos, es cambiar nosotros mismos; pero eso sí, siempre estamos deseosos de que los demás, tanto como las circunstancias que nos aquejan en determinados momentos, cambien.

Ese es, sin lugar a dudadas, el verdadero meollo del asunto.

Suelo comentar que la Cultura Organizacional es a la Empresa, lo que los hábitos son a las personas.

Por ende, si como personas nos cuesta tanto cambiar un hábito o crearnos uno nuevo, multiplique, estimado lector, ese esfuerzo por el número de personas que integran la Empresa/Organización, el esfuerzo es verdaderamente titánico.

Pero no imposible. ¡Aclaro!

En mi experiencia la llave maestra, la mano de Midas, la magia, que producirá semejante hazaña, la tiene nada más ni nada menos que el líder de la Empresa/Organización.

Mis preguntas, intrínsicamente relacionadas, para todos y cada uno de ellos son siempre las mismas:

¿Verdaderamente quieres transformar tu Empresa/Organización?

¿Realmente lo quieres?

¿Realmente lo deseas, desde lo más profundo de tu corazón?

Tristemente, en un momento más le explico el porqué de la tristeza, la mayoría de ellos responden con un rotundo . Pero, y aquí viene lo triste, como lo mencioné párrafos arriba, al momento que ellos deben asumir su compromiso de cambio personal, el entusiasmo original, termina abruptamente.

Con base en lo anterior en los nuevos proyectos que estoy llevando a cabo, les he dicho a los líderes de ambas Empresas, algo que aprendí de una anécdota personal que cuenta uno de mis autores favoritos, Fred Kofman.

Cuenta en uno de sus libros que cuando cumplió 50 años de edad, contrato a un coach de acondicionamiento físico porque quería celebrar su cumpleaños corriendo un maratón.

Lo que me encanta de la historia y le comparto a continuación es lo que el coach le hizo saber:

“No se trata de si quieres correr un maratón, no se trata de si quieres ganar, o no, el maratón, se trata de si estás dispuesto a hacer lo que tienes que hacer para correr el maratón.”

Parafraseando al coach de Kofman, les dije lo mismo los líderes, de quien les hablo, al inicio de los respectivos proyectos:

No se trata de si quieres cambiar o rediseñar la Cultura Organizacional de tu Empresa, se trata de si estás dispuesto a hacer lo que tienes que hacer para que eso suceda.

Ambos me dijeron que si, así que estamos trabajando en ello, hasta el momento de redactar el presente la cosa va muy bien en ambas empresas.

Ye le contaré mi apreciado lector, primero Dios, el desenlace de ambas historias en un artículo posterior.

Finalmente y a manera de conclusión, retomando el dicho que encabeza el presente artículo que, dicho sea de paso es un capítulo de mi libro “La calidad del dicho al hecho”, debo dejar en claro, si es que no lo he hecho ya, que, como dijo el Sr. Albert Einstein, el ejemplo no es la mejor manera de formar a otras personas, es la única.

Luego entonces, está en todos y cada uno de los líderes el llevar a feliz término todas y cada una de las iniciativas de cambio en sus Empresas y Organizaciones.

Les pido amablemente que recuerden: De tal palo, tal astilla.

 

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