El Cronista de Huetamo, Angel R. Ortuño, nos ofrece

El Cronista de Huetamo, Angel R. Ortuño, nos ofrece

 

REQUIEM PARA UN VIAJERO

(PARA EL DR. JOSÉ D,LABRA)

Lorenzo Esteban Juan Palacios

 

Un retumbar lejano/

de las capas más profundas de la tierra/

da la alerta en mi pecho/

y me despierta los sentidos.

La vista se dispara y da de saltos/

como un lebrel cuya presa le tira del olfato/.

Afuera,

se ha quedado sin hojas/

el árbol tutelar de la ziranda/

y el ramaje más frágil, más delgado/

se queda desnudo a la intemperie/.

¿Qué será de los nidos y las aves?/

¿Qué será de esta porción de tierra/

donde los dedos de los pies,/

al entrar en contacto con el polvo del origen/

les crecen raíces/

para afianzarse más sobre la superficie?

Hoy,

cuando el invierno/

Ha hecho ondear desde la azul lejanía/

los albos lienzos de pendones,/

te despediste para un largo viaje hacia la otra escala. /

Hoy que el invierno/

lanzó su soplo congelante/

y con la magia de su aliento/

hizo cambiar en un instante el universo./

Hoy que se apagó la flama de tu lámpara,/

que terminó tu gestación/

en el redondo vientre de los días,/

te despediste así/

igual que siempre,/

como si fuera un viaje más,/

otro de tantos. /

Oh Dios,/

¿por qué será que al barro que labraste/

con esta despedida/

le duele cada grano/

del polvo que lo forma?/

y estoy llorando por tu ausencia,/

amigo tan querido, camarada/

con quien me unió,/

no las frágiles cintas de la sangre,/

si no las sólidas amarras de la amistad sincera,/

los lazos de acero del ideario/

y la solidaridad más pura/

con nuestros semejantes. /

A veces tu voz/

era sólo un repique solitario de campana/

que el heraldo del viento se llevaba./

Hoy lloro por mí,/

porque al marcharte,/

algo como una brizna/

primaria de la lumbre,/

como pequeña brasa/

que parpadea entre cenizas,/

entre las placas geológicas de nuestros corazones,/

también se apaga./

Alzo la vista para mirar contigo/

una vez más nuestros paisajes/

y en las alturas,/

el aire/

hace sonar su marcha fúnebre/

entre el ramaje desnudo  de los árboles/

y vuelve el llanto con sus garras/

a oprimidos con furia la garganta,/

como una ola de sal/

que de repente nos ahoga,/

porque en el espejo circular de las pupilas,/

ya no se retratarán/

tu imagen y figura, ni tampoco en las nuestras./

Allá en el  otro lado,/

en la escala superior a la que  arribas,/

eres recién nacido/

y un universo de luceros,/

De luciérnagas con todos sus faroles encendidos,/

se forman en cortejo para recibirte,/

Para ungirte de luz/

en ese otro espacio ya sin tiempo

Comparte si te ha gustado:

Deja un comentario