La historia de las mujeres, una historia desconocida

FERMINA ARELLANO MANTERO

De discípula y apóstol a esposa de Jesús

 

MARIA MAGDALENA [1]

Esta aportación es resultado de la búsqueda sobre el mundo de las mujeres desde una mirada violeta. Se necesita pensar la historia en el mundo desde otro punto de vista, en ese entendido, esta vez, buscando en estas fechas de pascua, nos encontramos este trabajo que es una aportación de mujeres españolas que se han dedicado a estudiar  para poder hablar de la Biblia y liberación de la mujer y para eso hay que retornar la mirada a aquello que establece su narración principal: cuál fue el comportamiento de Jesús hacia las mujeres y qué sucede a partir de esas actitudes suyas para el mundo de hoy. Como reconocer cada uno de esos encuentros desborda las posibilidades de este trabajo, vamos a acercarnos esta vez solamente a María Magdalena.

“Por ahora es suficiente con fijarse en cuáles han sido las imágenes de María Magdalena que, a lo largo de la historia, han construido su memoria y han conformado el imaginario popular. En las paredes del baptisterio de la casa-iglesia de Dura Europos (s.III), una ciudad a orillas del Éufrates (entre Alepo y Bagdad), se encuentran algunas de las pinturas más antiguas de la iconografía cristiana (véase Fig.1). Una de ellas muestra a tres mujeres dirigiéndose al sepulcro con frascos de perfume. Una imagen que evoca el texto evangélico de la visita de las mujeres al sepulcro, entre las que se cita a María Magdalena en primer lugar”.

 

“En el evangelio de Juan, María Magdalena llora inclinada sobre el sepulcro, está como encerrada en su deseo de recuperar un cadáver e incapacitada para reconocer a Jesús. Está «fuera» y en el «dentro» sólo hay una tumba. Incluso su nombre ha sido anulado ya que sus interlocutores la llaman «mujer». Parece que el espacio y el tiempo han desaparecido junto con las señales de identidad. A esta actitud de muerte que engendra lágrimas e inmovilidad, sucede un diálogo en el 13 que la mujer reencuentra su nombre, María, y el desconocido que le habla, un título: Maestro. El tiempo ya ha sido restablecido, ya que el pasado permite recordar al otro. Ya no está sepultada en el sepulcro, que en griego tiene la misma raíz de «recordar». El espacio es también recuperado: mientras antes una horizontalidad inmóvil se había apoderado de los seres, subrayada por la postura de los ángeles a la cabecera y a los pies, Jesús anuncia el dinamismo de la resurrección: «subo a mi Padre». Y el Señor del tiempo y del espacio envía a María hacia la comunidad y le encomienda una misión: «Ve a mis hermanos…». Abre delante de ella el futuro y las relaciones reencontradas.

María Magdalena, a quien ha sido devuelto el nombre en plenitud, se pone en camino para realizar su misión de anunciar la buena noticia. Y al proclamar aquello que se le ha confiado, integra en su existencia el encuentro con el Resucitado: «he visto al Señor y me ha dicho esto». Entramos así en el terreno de las responsabilidades de la mujer que no se reducen al ámbito de lo privado. Las cuestiones que les conciernen hoy a las mujeres se inscriben en un contexto mundial, en la lucha por el futuro y por la construcción de un mundo nuevo en el que la calidad humana de la comunidad es lo prioritario. María Magdalena las invita a abrir caminos nuevos. Porque mujeres y hombres tienen algo que hacer más allá de ellos mismos y necesitan poner en primer término los proyectos y las acciones en favor de un mundo más justo, si quieren sanear y liberar su relación.

Las perspectivas del movimiento feminista están cambiando. Se trata menos de ser iguales a los hombres que de saber lo que hay que cambiar en las estructuras políticas, económicas y sociales para permitir a mujeres y hombres participar, desde una situación de igualdad, en la edificación de un orden mundial. Y más fecundo que «hablar sobre la mujer» puede resultar el promover espacios de encuentro y conocimiento mutuo en los que se pueda reflexionar serenamente, tejer solidaridades, proyectar y emprender pequeñas acciones juntos. En este mundo disparatado en que vivimos y en el que estamos haciendo peligrar la misma tierra y la supervivencia humana sobre ella, es hora de que las mujeres hagan valer en el dominio público y en las relaciones internacionales eso que conocen y cultivan desde siempre en lo privado”.

“Esas capacidades suyas de compasión, de cuidado y protección de la vida, tienen que hacerlas presentes hoy en los temas de la paz, de la distribución de recursos, de la ecología… El Consejo Ecuménico de las Iglesias nos propone los siguientes objetivos para el decenio 1988-1998: a) La plena participación de las mujeres en la vida de la Iglesia y de la comunidad. b) El compromiso de las mujeres por la justicia, la paz y la salvaguardia de la creación. c) La participación de las mujeres en la teología y en la comunicación espiritual”.

 

Hasta aquí esta participación interesante de la figura icónica de María Magdalena. Gracias por su atención a esta breve lectura.

[1] Dolores Aleixandre – Magdalena Fontanals Grupo de reflexión de mujeres de la HOAC de Barcelona

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