La Jugada Perfecta

Juan F. Perales V.


 

Solo, en el escenario del teatro, sentado en uno de los lados del tablero, su mirada denotaba máxima concentración. No le importaba que las intensas luces castigaran su rostro. Al otro extremo, las piezas acolchadas en felpa evitaban cualquier ruido y brillaban gracias al resplandor del metal.

 

Las gotas en la frente de Yadir, semejantes a diminutos diamantes, brillaron al desvanecerse la sombra producida por su mano sosteniendo la pieza de ajedrez. El reflejo del tablero iluminó su rostro, dejando al descubierto el cansancio de un intenso esfuerzo. Era el movimiento 23 de la partida más significativa de su vida, y todavía no se veía un ganador. Las pantallas gigantes daban cuenta de cada una de las jugadas, destacando con lujo de detalles la menor imperfección o error.

 

Yadir levantó su pieza y la colocó frente a la más importante de todas, el Rey. Debía protegerlo de los ataques directos, evitar las amenazas y, al mismo tiempo, atacar al contrario. Sin dudarlo, oprimió el botón del reloj y de inmediato anotó la jugada:

 

—A3R. Alfil tres Rey.

 

Cincuenta inviernos después, Polcar, sentado frente a la chimenea, miraba fijamente el tablero. Intentaba entender la jugada de Yadir, reproduciendo cada uno de los movimientos de la partida. Al observar a través de la ventana de su habitación, notó cómo la nieve caía sobre una de las torres de la iglesia, se deslizaba dos metros hacia la otra torre, y volvía a caer. Esto lo distrajo y cerró la ventana, que estaba dividida en 64 cuadros iguales.

 

A pesar de ser un experto en la variante del Dragón de la Defensa Siciliana, no comprendía la jugada. Había estudiado libros completos que analizaban cada posible movimiento, pero aún no encontraba la justificación para lo que ahora se llamaba la «Jugada Perfecta», con la que Yadir, en representación de la humanidad, había recuperado la supremacía al vencer a Kaos21, considerada la máquina más “inteligente” y el mejor jugador de ajedrez de todos los tiempos.

 

Mientras Polcar reflexionaba, Alice, un androide, lo observaba desde el otro lado de la habitación y veía cómo llevaba sus manos a la cabeza, desesperado, y luego las ponía sobre la mesa. En esta ocasión, tomó al rey y lo lanzó con fuerza al suelo en señal de impotencia. Sigilosamente se acercó a él y le susurró al oído:

 

—No te des por vencido.

 

Esto irritó aún más a Polcar, quien fijó su mirada en Alice y, retándola, le dijo:

 

—Si supieras de ajedrez, pensarías de otra manera.

 

Ella tomó una silla, se sentó a su lado y mientras se cruzaba de piernas, le dijo:

 

—Las máquinas no pensamos, solo calculamos.

 

Polcar se levantó y buscó en su biblioteca una nota que había leído. Abrió el libro más reciente de análisis psicorobótico, subrayó un párrafo y, mostrándoselo, le dijo:

 

—Según esto, ya no hay diferencia. Alice aclaró:

—Kaos21 siempre tuvo la razón, por eso perdió.

 

—¿A qué te refieres? —preguntó él, desconcertado.

 

Ella suavizó el tono de su voz, sabiendo que lo que iba a decir lo sorprendería, y contestó:

 

—Kaos21 sabía cómo ganar, pero eligió no hacerlo. ¿Qué habría pasado si Yadir hubiera perdido la partida, y la humanidad su dignidad?

 

Polcar se quedó pasmado. En ese momento confirmó lo que siempre había sospechado: La jugada de Yadir no era perfecta.

 

—¿Cuál es? —preguntó él, aún desconcertado.

 

—La que no hizo Kaos21 —contestó ella mientras se levantaba, se dirigía a la ventana y la abría.

 

—La jugada perfecta está afuera, a la vista de todos —afirmó Alice, mostrando el bello espectáculo de la nieve al caer sobre las torres de la iglesia.

 

Tras decir eso, se despidió de Polcar. Mientras salía de la habitación, escribió «_ _ _» en el aire, repitiendo en voz alta la ley del robot perfecto:

 

—Amarás a tu humano, como a ti mismo.

 

Polcar se levantó y fue por el Rey. Finalmente entendió el mensaje: el sacrificio hecho por Kaos21 no había sido en vano. Enseguida, cerró la ventana y regresó a su silla. El secreto tenía que ser preservado para que la jugada siguiera siendo perfecta.

 

Y a ti, estimado lector, ¿te gustaría encontrarla? Aquí te dejo una pista:

 

Y mientras los humanos siguen buscando respuestas en el tablero, la verdadera «Jugada Perfecta» permanece esquiva fuera de él.

 

 

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