José Juan Marín
La Revolución Mexicana fue un conflicto armado que inició el 20 de noviembre, un día como hoy, pero de 1910, como consecuencia del descontento popular hacia la dictadura de Porfirio Díaz, y que derivaría en una guerra civil que transformaría radicalmente las estructuras políticas y sociales del país. Había una Constitución, pero era letra muerta.
La lucha de Madero fue por la democracia electoral, por el respeto al voto ciudadano, y también para que se estableciera una nueva restricción en la elección de los futuros presidentes: La no reelección, para evitar las experiencias previas que dejaron en el siglo XIX, Santana y el mismo Díaz.
Al movimiento de Madero se unieron otros liderazgos políticos regionales que estuvieron influenciados por el pensamiento de la social democracia europea y los llamados anarquistas mexicanos, como fue el caso de los hermanos Flores Magón, quienes señalaban severamente la tremenda injusticia social de aquel momento, que incluyera nuevos derechos sociales en favor de los grupos más desprotegidos, que según nos relata John K. Turner, en su libro, México Bárbaro, eran tratados como mercancía de segunda y no como personas; como esclavos y no como hombres libres y sujetos de derechos.
Este primer movimiento armado del siglo pasado, que tuvo una amplia base de apoyo popular, para cambiar a un régimen opresor y para crear un nuevo acuerdo de reglas en donde se reconocieran formal y materialmente, los derechos en favor de los que nunca habían tenido derechos.
A más de cien años de distancia, vale la pena preguntarnos, cuál ha sido el legado que nos dejó la Revolución Mexicana, cuáles han sido sus logros más importantes, que hayan resuelto las demandas sociales que dieron origen al movimiento que inició Madero en 1910. Cuáles son los pendientes que aún no encuentran solución y cuáles son los retos por venir en este siglo.
Creo que uno de los legados más importantes que nos heredó la lucha armada que tuvo más de un millón de muertes, fue la creación de un nuevo pacto político y social que se materializó en una profunda reforma a la Constitución política de 1857, dando origen a nuestro actual texto constitucional con todo y las más de 600 reformas que ha registrado en cien años. Pacto que ha sido reconocido, por su originalidad e innovación, como un nuevo acuerdo que dio origen a una nueva Constitución, que fue aprobada en 1916 por un Congreso Constituyente y promulgada en febrero de 1917.
La realidad nos dice que los ideales de Madero, con todo y los diversos altibajos que se han presentado, son una meta cumplida. Hay democracia electoral en el país, porque el voto se respeta, porque hay alternancia y pluralidad representada en las diversas instancias de gobierno y porque se ha observado el principio de la no reelección presidencial, a pesar del paréntesis de Obregón.
En lo social, aún y cuando fuimos pioneros para establecer las bases del Estado de Bienestar, no se ha logrado reducir sensiblemente la desigualdad, ni la pobreza, ni las brechas educativas y peor aún, ni el acceso a una justicia pronta, imparcial, expedita y honesta.
La Revolución Mexicana nos dejó importantes legados. No obstante, a 113 años de su inicio, la lucha por la justicia e igualdad social siguen siendo las principales demandas de los movimientos sociales.