José Juan Marín


 

Estamos en pleno proceso electoral de las campañas políticas, en donde más de 20 mil cargos de elección estarán en juego, campañas donde los candidatos  tratarán de convencer a la ciudadanía, ante ello considero que vale la pena hacer las siguientes reflexiones a los diversos partidos y candidatos sobre las creencias y las ideas.

 

Desde que el pensador español, José Ortega y Gasset, puso a las creencias en un lado y colocó a las ideas en otro, un abismo de conocimiento separa a las creencias de las ideas.

 

El que cree se limita a creer ciegamente y ya, sin ninguna obligación de demostrar la veracidad de aquello en lo que cree. Tener ideas es diferente, porque tenerlas obliga a demostrar que tienen sustento y una posibilidad de comprobación.

 

El que cree en algo o en alguien, solamente prueba que es capaz de tener una creencia, no fundada en el saber ni en el conocer, sino en una vaga intuición de fe o en los “pálpitos del corazón”.

 

Otra cosa distinta es tener ideas, pues las ideas no se basan en el “me late”, en un presentimiento popular o en la pura emoción, sino que se fundan en la evidencia de hechos investigados, sabidos y conocidos, fruto de la información y el conocimiento.

 

Creer cosas es atar la vida a una ilusión, a un supuesto, a una conjetura, a una fantasía de esas que sólo se arman con “buena fe”, pero sin evidencias de realidad y de conocimiento. Y muchas veces la fuerza de una creencia se basa en conveniencias personales, en el despliegue de mecanismos psicológicos básicos.

 

Tener ideas, fruto de la investigación y el conocimiento, es mucho mejor que tener creencias, porque las ideas someten a examen y a crítica la realidad social sin trampas, sin autocomplacencias, sin mentiras de carácter político o ideológico.

 

Las creencias, dijo Ortega y Gasset, están más cerca de la emoción y de la propia conveniencia, y las ideas están más cerca de la razón, porque son razón en acto y en potencia.

 

“Las ideas se tienen, y en las creencias se está”, dijo el pensador español.

 

Por eso, hoy en un mundo convulsionando es muy sencillo distinguir a un líder demócrata frente a un dirigente autoritario: el demócrata se hace seguir por gente que razona; el autoritario quiere ser seguido por gente que simplemente cree.

 

El fanático no busca la verdad, sino sólo la victoria de su fanatismo. El que tiene ideas busca el triunfo de la verdad y la razón.

 

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