José Juan Marín


 

El escritor checo Milan Kundera, una de las grandes voces de la literatura mundial, murió hace unos días a los 94 años de edad en París.

 

Nacido el 1 de abril de 1929 en Brno, segunda ciudad checa.

 

El novelista debe eclipsarse detrás de las páginas. Este podría ser el “mantra artístico” del huidizo, esquivo y genial Milan Kundera, el escritor checo que mezclaba lo cómico y lo desgarrado, lo grave y lo ligero, la razón y el sinsentido, como solo lo hizo su idolatrado Kafka.

 

Retratista sarcástico de la condición humana, Kundera era uno de los raros autores incluidos en vida en la prestigiosa serie La Pléiade (en 2011).

 

Después de la Primavera de Praga, la primera revuelta contra el comunismo, Kundera sufrió el ostracismo interno de la prohibición de sus libros y a duras penas sobrevivía como pianista de jazz cuando decidió rumbear hacia Francia, la tierra de sus admirados Rabelais y Diderot, sin saber casi nada de francés. La “guerra fría” comenzó cuando le retiraron la nacionalidad checa a fines de los años 70. Entonces obtuvo la nacionalidad francesa, adoptó el francés como lengua literaria a partir de 1994.

 

Pero la novela que lo consagró internacionalmente fue «La insoportable levedad del ser», un retrato sarcástico de la condición humana y una de las novelas más influyentes del mundo.

 

Con nacionalidad checa publicó dos novelas, «La broma» y «El libro de los amores ridículos», de 1969, un conjunto de textos que hacen un amargo repaso de las ilusiones políticas de la generación del golpe de Praga que, en 1948, permitió la llegada de los comunistas al poder.

 

“Si cuando era un muchacho alguien me hubiera dicho: ‘Un día verás desaparecer tu país de la faz de la tierra’, me habría parecido una tontería, algo inimaginable para mí”, confesó Kundera al escritor Philip Roth, en un diálogo que tuvieron en 1980. “Los hombres nos sabemos mortales, pero damos por sentado que nuestro país posee una especie de vida eterna. Pero, tras la invasión rusa de 1968, todos y cada uno de los checos hubieron de enfrentarse a la idea de que su país podía tranquilamente ser borrado de Europa, igual que durante los cinco últimos decenios hubo cuarenta millones de ucranianos obligados a ver cómo desaparecía del mundo su país, sin que el mundo prestara la más pequeña atención”, comentó el escritor checo, hijo del célebre pianista Ludvík Kundera.

 

Kundera fue un intelectual europeo. Novelista con dos patrias y lenguas, pues escribió sus obras principales en su lengua materna, el checo, que abandonó a finales de los años ochenta por el francés—, se reclamaba de Cervantes, Rabelais, Diderot, Kafka y Musil. Nunca obtuvo el Nobel. Las revelaciones sobre una supuesta denuncia, que él negó, a otro escritor durante su juventud en la Praga estalinista, posiblemente complicaron sus opciones. Pero, como Borges o su amigo Philip Roth, no lo necesitó para convertirse, antes de su muerte, en un maestro vivo.

 

Fue, con Mario Vargas Llosa, uno de los pocos autores que, en vida, vio su obra publicada en La Pléiade, la colección de clásicos de Gallimard, un honor que muchos consideran igual o superior al Nobel.

 

Al final de su vida, se reconcilió con su país natal, donde se le concedió el Premio Nacional de Literatura en 2008 y en 2021 el Premio Kafka.

 

Termino con esta frase de Kundera: » La gente que camina por la calle ya no tiene contacto con quienes los rodean, ni siquiera ven las casas que pasan, tienen cables colgando de las orejas. Gesticulan, no miran a nadie, nadie los mira. Me pregunto: ¿siguen leyendo libros? Es posible, pero ¿por cuánto tiempo más? »

 

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