MORELIA, 482 ANIVERSARIO DE SU FUNDACIÓN
José Juan Marín
Morelia cumple, hoy 18 de mayo, 482 años de haber sido fundada en el Valle de Guayangareo.
La Morelia de hoy sigue siendo una ciudad colonial y Señorial, emparentada con sus grandes tradiciones históricas, pero sin renunciar por ello a ser una gran ciudad.
El camino de Morelia, el que más le sienta y el más recomendable, es el de seguir siendo la “joya tarasca y castiza” que cantó en sus coplas Felipe Arriaga, pero no por ello renunciar a ser una ciudad moderna.
Decía Julien Green, escritor francés. » Uno conoce de verdad una ciudad cuando ha amado y sufrido en ella, cuando cada esquina trae el recuerdo de una esperanza, o de un júbilo «.
Conocer todas las esquinas de Morelia, que recuerdan amores, desamores, esperanzas y una que otra revelación.
Así debe sucederle a cada habitante de esta ciudad, que cambió tan rápido en las últimas décadas. «La ciudad cambia más rápidamente que el corazón de un mortal», decía el poeta Charles Baudelaire, en ese París que conoció en su deambular por ella.
Cuando la inventemos con la mirada y la imaginación, podremos tal vez decir que Morelia es de verdad nuestra.
Ser caminante y peregrino irredento de esta ciudad, y creo que no hay placer más grande que atravesar las fronteras de los barrios de oriente a poniente, de norte a sur.
Hay calles bellas, que han resistido a las torres babélicas, a la invasión de los edificios de cemento, devoradores verticales del horizonte humano. Calles sencillas y dignas, donde todavía quedan islas de armonía para algunos bienaventurados.
Pero ese placer a veces se troca en dolor ante la pobreza o la fealdad, o la violencia que desgarra inmisericorde la piel sensible de la ciudad.
Morelia: creciste sin lógica ni medida, te expandiste con voracidad y desmesura, y a ti te escribo para volver a recuperarte tal como eras.
Ya no pareces ser la capital virreinal, sino la capital de miles de desesperados del interior del estado, que se fugaron aquí buscando oportunidades y seguridad, y dibujan todos los días los contornos de una ciudad nueva, más híbrida y plural que todavía no nace, pero que a veces pareciera estar a punto de estallar.
Pero tiene todavía la luz más bella del mundo, la luz de cada mañana y cada atardecer, que va lentamente acariciando las montañas y cerros que la rodean, como dioses tutelares.
A veces me parece oír tu propia canción desesperada, Morelia. Ciudad agotada por las distancias de desigualdades sociales, ciudad asediada por la avidez.
Para que seamos parte de un nuevo comienzo, necesitamos una esperanza, guiados por ese libro que debiera ser el fundamento de un nuevo amanecer: «Hacia una arqueología de lo cotidiano», del filósofo Humberto Giannini.
Para Giannini, el trayecto del domicilio a la calle es un trayecto existente, donde se juega todo. El bar, los cafés, las librerías, son los lugares sagrados de la Gran Conversación que debe ser toda ciudad.
Morelia no debe dejar de ser la ciudad de “párpados rosados” que cantó en sus versos el Poeta Pablo Neruda, pero, al mismo tiempo, debe aspirar a ser la “ciudad grande y con voluntad de vuelo” que perfiló en sus letras el poeta Octavio Paz.
Estos años han sido sin lugar a duda intensos y agitados para todos los morelianos; en pocos meses transitamos situaciones difíciles y cambiantes durante la pandemia de COVID, y por la violencia.
En este nuevo aniversario de nuestra ciudad, debemos recordar nuestra historia, la huella que dejamos, reconocer en ella lo que fuimos y lo que somos para posicionarnos frente al futuro, porque sólo incorporando nuestro pasado como huella de vida, podemos delinear de manera clara el recorrido que necesitamos emprender.
Morelia es una ciudad atada al piso y a la cantera, pero con voluntad de vuelo.