José Juan Marín
Seguir siendo como somos, irreverentes con la naturaleza, y continuar por la misma senda, alterando los ciclos y los equilibrios de la vida, nos llevará a una hecatombe ecológica y al fin de la vida en el planeta.
Todas las alteraciones de biotopos y ecosistemas terrestres y marinos, además de la distorsión que hemos introducido en los ciclos naturales de la lluvia, en la reproducción de especies salvajes y en la flora y la fauna, apuntan a un cambio climático que podría ser un Armagedón mortal para todos.
Porque nos hemos alejado de las culturas antiguas y milenarias, en las que se vivía reverenciando a la tierra, y en paz y en hermandad con ella… hoy, en los fenómenos climáticos y en los desastres naturales que estamos viviendo, puede verse la mano invisible de la naturaleza cobrándose los agravios y afrentas de lo humano.
Incluso, puede decirse que el industrialismo desbocado, el progreso sin límites y la ambición sin control de bienes materiales, son lo que ha producido la deshumanización en marcha y el ecocidio global que ya comenzamos a vivir.
Las crecidas e inundaciones en varias partes del planeta en el mes de julio, y las olas de calor -a veces de 50 o más grados centígrados- que abrasan gran parte de España y media Europa que en muchos casos está desembocando en terribles incendios forestales, y que sufren otras partes del mundo, indican lo grave que es arrasar con los bosques y seguir lanzando gases de efecto invernadero a la atmósfera.
En el último siglo, el calentamiento global subió un grado Celsius la temperatura de la tierra; pero si llega a dos grados -según el teólogo y filósofo Leonardo Boff- cerca de un millón de especies vivas estarían al borde de su acabose y exterminio, después de millones de años de vivir en la tierra.
Necesitamos cambiar desde adentro como seres humanos: ser menos materia y más espíritu, ser menos vísceras y más racionalidad, para dar forma a una nueva filosofía de la vida en el planeta.
Pero este cambio no sólo abarca a los grandes poderes, a los estados industriales, a las grandes corporaciones que se están comiendo la riqueza y la vida humana en el mundo, sino que es un cambio que nos toca a cada uno y nos convoca a todos.
Si no cambiamos y nos renovamos como individuos y como sociedad, no habrá vida por mucho tiempo en el planeta: poner freno al lucro ilimitado y hacer de la economía una ciencia por y para la vida.
El exvicepresidente de EEUU Al Gore estrenaba en 2006 el documental “Una verdad incómoda”, donde avisaba de las consecuencias del cambio climático. Muchos de sus vaticinios ya se están cumpliendo, como el aumento de las olas de calor, la potencia de los huracanes o el derretimiento de los polos. El calentamiento global trae como consecuencia que los fenómenos naturales sean cada vez más extremos,
Dice el filósofo brasileño Leonardo Boff, que la COVID-19 debió obligarnos a pensar y a actuar de un modo diferente, pero que no lo estamos logrando. El cuidado de nuestra salud y el amor por la vida debieran ser la enseñanza.
Ojalá nosotros, en lo local, nos demos tiempo de pensar que el siglo XXI es el último tren de la vida, y que, si no actuamos a tiempo, las estadísticas de la muerte lo harán por nosotros.