Piénsalo tres veces

Vida mente – Mente vida

Francisco Javier Rauda Larios


“Pienso luego existo.”

René Desacates

 

Esta famosa frase, pronunciada hace poco más trescientos años, sentó las bases de la filosofía moderna al reconocer que la certeza de nuestro propio pensamiento es la garantía de nuestra existencia.

Pero, ¿qué sucede cuando vamos más allá de la simple constatación de que pensamos y empezamos a explorar el poder creativo de cada uno de esos pensamientos?

Yendo más allá de la mente como prueba de nuestro ser, para adentrarnos en un descubrimiento aún más asombroso: que no solo existimos porque pensamos, sino que nos convertimos, día a día, en aquello que pensamos.

Así como Descartes elevó el acto de pensar al elemento esencial de nuestra realidad, en esta edición de “Piénsalo tres veces”, amigo lector, profundizaremos en cómo las imágenes, creencias y conversaciones internas que albergamos moldean cada faceta de nuestra vida: desde la calidad del amor que damos y recibimos, hasta la energía que desplegamos en nuestro trabajo, el gozo que encontramos en el ocio y las lentes con las que interpretamos el mundo. Cada idea que elegimos alimentar es un ladrillo en la construcción de nuestra existencia personal y colectiva.

Con la certeza cartesiana como punto de partida, me permito explorar la mente no solo como el escenario en el que se representa la realidad, sino como su arquitecta principal. Descubriremos cómo podemos reprogramar patrones de pensamiento limitantes, cultivar una mentalidad de crecimiento y creatividad, y transformar no solo la forma en que vemos el mundo, sino la propia sustancia de nuestra realidad cotidiana, nuestra vida misma. Porque, al fin y al cabo, más allá de existir, aquello que pensamos define lo que realmente somos.

Preguntas como, ¿en qué decidimos creer? ¿cómo realmente queremos ser? ¿podemos crearnos a nosotros mismos?

Definen nuestra vida y la forma en que la vivimos.

Y no importa cuanto nos tardemos en descubrir este maravillo y poderoso don que nos fue dado, la cuestión más importante y vital, es que lo logremos.

Sin importar lo que hayas, y cómo hayas, sido hasta ayer, nada del pasado puede afectarte hoy.

Desde este momento el único pasado que realmente importa es el que estás creando hoy.

Hoy es tu pasado de mañana.

El poder de la mente para transformar nuestra realidad es tan antiguo como el ser humano mismo, pero cada día la ciencia y la experiencia personal confirman que, efectivamente, nos convertimos en aquello que pensamos. Nuestra mente es el taller donde forjamos creencias, emociones y actitudes que, a su vez, moldean cada aspecto de nuestra vida: el amor que damos y recibimos, el trabajo que creamos, el ocio que disfrutamos y las creencias que sostienen nuestro propósito. Veamos cómo sucede este fascinante proceso.

Cada pensamiento es un ladrillo: hay ideas que construyen puentes y otras que alzan muros. Cuando repetimos internamente “no soy capaz” o “esto nunca funcionará”, reforzamos conexiones neuronales de duda y miedo. En cambio, cultivar pensamientos de confianza, gratitud y curiosidad activa redes cerebrales que facilitan el aprendizaje, la resiliencia y la apertura a nuevas oportunidades. Esta plasticidad neural —la capacidad del cerebro de reorganizarse— demuestra que no estamos condenados a nuestra historia pasada, sino que podemos reescribirla con cada idea nueva que elegimos alimentar.

¿Alguna se ha preguntado, mi querido lector, por qué ciertas personas parecen magnetizar relaciones profundas y genuinas?

Cuando tu mente está llena de amor propio, aceptación y generosidad, proyectas esa energía y atraes vínculos basados en la reciprocidad y el respeto. Por el contrario, la inseguridad o los patrones de desconfianza tienden a reencontrarse con lo mismo, confirmando viejas heridas. Transformar la calidad de tus relaciones implica revisar tus pensamientos íntimos: amarte y valorarte es el primer paso para atraer a tu vida un amor que refleje esa luz interior.

En el ámbito laboral, la mentalidad fija (“así son las cosas y no puedo cambiarlas”) limita la creatividad y el rendimiento. Frente a ella, la mentalidad de crecimiento —la creencia de que nuestras habilidades se desarrollan con práctica y aprendizaje— dispara el compromiso, la perseverancia y la motivación intrínseca. Cuando pensamos en “desafíos” como oportunidades para mejorar, nuestro cerebro libera dopamina ante la posibilidad de éxito, mejorando la concentración y la solución de problemas. Así, cambiar deliberadamente nuestro diálogo interno de “no puedo” a “voy a intentarlo” incrementa nuestra eficacia y nos convierte en agentes activos de nuestra propia evolución profesional.

En el tiempo libre, la mente suele divagar—o bien hundirse en el estrés—si no la entrenamos. Sin embargo, al enfocar la atención plena en la actividad que disfrutamos (pintar, bailar, leer, conversar), se activa el estado de “flujo”: una experiencia de total absorción donde el yo desaparece y la creatividad florece. Pensar en el ocio sólo como descanso pasivo es desperdiciar el potencial transformador de la mente para recargar energías de manera auténtica. Al cultivar pensamientos de gratitud y curiosidad durante el ocio, rompemos la rutina mental y abrimos espacio al asombro y la renovación interior.

Nuestras creencias funcionan como gafas tintadas: sin darnos cuenta, vemos el mundo filtrado por ellas. Si creemos que “la vida es escasa” o que “el éxito está reservado para otros”, regulamos inconscientemente nuestras acciones para que esas ideas se confirmen. Pero cuando sustituimos esas lentes por otras de abundancia y posibilidad, nuestro comportamiento cambia: arriesgamos más, aprendemos sin temor al error y celebramos cada pequeño logro. Revisar y actualizar nuestras creencias es, por tanto, el acto más revolucionario: dejamos de ser víctimas de nuestra programación pasada y nos convertimos autores conscientes de nuestra vida.

Finalmente, le invito, apreciado lector, a mantener muy presente el hecho de que la mente no es un mero espectador: es el motor que impulsa cada emoción, decisión y acción.

Con cada pensamiento, diseñamos un mapa interno que guía nuestras elecciones y, en última instancia, moldea la realidad que experimentamos. Cultivar una mente positiva, curiosa y abierta no garantiza una vida perfecta, pero sí nos dota de herramientas poderosas para afrontar desafíos, atraer relaciones auténticas, rendir mejor en el trabajo, disfrutar del ocio y sostener creencias que nos empujen hacia adelante.

Una última reflexión:

¿Qué historia quiere contarle a su mente hoy?

Cada idea cuenta, cada pensamiento importa: conviértete, deliberadamente, en aquello que sueñas ser.

Como dijo el más grande Maestro hace poco más de 2,000 años: Créelo y se te concederá.

“No se vive sin la fe. La fe es el conocimiento del significado de la vida humana. La fe es la fuerza de la vida. Si el hombre vive es porque cree en algo.”

  • Leon Tolstoi.

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