José Juan Marín González
Hoy, precisamente hoy, nace un mundo que asusta.
A lo largo del siglo XXI, no son pocas las ocasiones en que hemos sentido que el mundo de antes no existe: que fue remplazado por un mundo de arenas movedizas en el que nada se sostiene en pie.
El terrorismo, la polarización ideológica, los cataclismos naturales, las crisis ambientales y el eclipse de los valores universales, es lo que nos hace pensar que, desde hace años, nace un mundo que asusta.
Las guerras y las masacres son una expresión de la crisis de la razón posmoderna.
Si el mundo parece girar sin centro ni ejes ordenadores, también algunas naciones viven su propia crisis interna, identificable en la crisis de rumbo de sus sociedades y sus gobiernos.
La facilidad con que se atenta contra la tranquilidad y la vida de otros, lo que nos dice es que avanza un sentimiento de minusvaloración de la vida, que puede poner en peligro la cohesión, la estructura y la viabilidad de nuestras sociedades.
Dentro de la crisis actual, el miedo a lo desconocido, el miedo a la realidad y el miedo a la calle son síntomas de que algo no anda bien entre nosotros, y debemos corregirlos con urgencia.
Hay que decirlo con toda claridad: los hombres y las sociedades que se dejan vencer y controlar por el miedo, son presas fáciles de su propia debilidad y cobardía, porque han aceptado o tolerado en sus vidas lo que los daña y paraliza, sin reaccionar valerosa y críticamente frente a las estructuras que los oprimen.
Por esto, es fundamental escuchar las voces de advertencia de los reformadores y libertadores de otros pueblos, que no tuvieron empacho en ofrendar sus vidas a favor de la libertad.
Uno de ellos, Nelson Mandela, abogado, preso político y libertador de Sudáfrica, quien venció la discriminación de su pueblo con métodos pacíficos, fue claro al decir que “el valor no es la ausencia de miedo sino el triunfo sobre él”, y que “el hombre valiente no es el que no siente miedo, sino el que lo domina”.
En un ambiente como el que vivimos, en el que los riesgos y peligros son nuestra sombra, y en el que estamos expuestos a las violencias sin rostro del ambiente, es menester recordar que ni Churchill tuvo temor de enfrentar a la Alemania nazi, ni Nelson Mandela en derrotar al autoritarismo que oprimía a su pueblo.