Centro Profesional para el Tratamiento en Adicciones

Todo ser humano sin su madre está perdido, cuando se ha debilita el vínculo con la madre, vas como perdido por la vida.

Amar a nuestra madre es amar  a la vida, es aceptar a la madre tal cual es. Cuando amamos a nuestra madre, estamos bien con la vida y todo lo que nos trae con ella como las relaciones, profesión, parejas; caso contrario, si rechazamos a nuestra madre, rechazas inconscientemente la vida y todo lo que viene de ella, rechazas relaciones, parejas, trabajos, etc.

Biológicamente tu madre es el medio por el cual llegaste a la vida; con la madre, fuiste uno cuando estuviste en su vientre, fuiste gestado y tomaste nutrientes, agua, vitaminas, minerales y proteínas durante nueve meses hasta que pudiste desarrollar tu cuerpo y conseguiste nacer sano y salvo, luego seguiste íntimamente unido a ella durante la lactancia.

Además, durante unos largos años te cuidó lo mejor que pudo y te dio lo que fue capaz de darte con los recursos que tenía. Por eso, este vínculo es el más importante, no existe otro igual, ni nunca volverás a estar igual de cerca a otro ser humano, que cuando estabas dentro de tu madre. Ni siquiera con la pareja, ni con la persona que sientas más cercana en tu día a día vas a estar tan conectado como dentro del vientre de tu madre.

El camino hacia la madre es un caminar que te lleva de vuelta a ella, de vuelta a restablecer lo que habías perdido. Este camino puede ser confrontador, te puede demandar fuerza o determinación, te requerirá del desapego de lo que te habías contado sobre ella y sobre tu vida y te retará a dejar de cuestionarla y criticarla, a salvarla, comprenderla y compensarla.

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