Canto de amor a la Tierra

Thich Nhat Hanh

 

Querida Madre Tierra:

Me postro ante ti con el mayor de los respetos y la clara consciencia de que estás presente en mí y de que yo formo parte de ti. Tú me diste a luz y me proporcionaste todo lo que necesitaba para mi sustento y desarrollo. Mi madre, mi padre y todos mis ancestros son también tus hijos. Nosotros respiramos tu aire fresco, nosotros bebemos tu agua limpia, comemos tu nutriente alimento y apelamos, cuando estamos enfermos, a tus remedios naturales.

Tú eres la madre de todos los seres. Te llamo con el nombre humano de madre, pero sé que tu naturaleza es mucho más amplia y antigua que la humanidad. Nosotros no somos más que una joven especie de tus muchos hijos. El resto de los millones de especies que viven -o han vivido- en la Tierra son también tus hijos. Sé muy bien que no eres una persona, pero también sé que no eres menos que una persona. Eres un organismo vivo que respira en forma de planeta.

Cada especie tiene su propio lenguaje y tú, como nuestra Madre, los entiendes todos. Por ello sé que, cuando te abro mi corazón y te ofrezco mi plegaria, puedes entenderme.

Donde quiera que haya suelo, agua, roca o aire sé, querida Madre, que estás ahí, nutriéndome y dándome vida. Estás presente en todas las células de mi cuerpo. Mi cuerpo físico es tu cuerpo físico, y, como el Sol y las estrellas están presentes en ti, también lo están en mí. Tú eres mucho más que mi entorno. Tú eres yo.

Hago el voto de ser continuamente consciente de que siempre estás en mí y de que yo siempre estoy en ti. Me comprometo a ser consciente de que tu salud y bienestar son mi propia salud y bienestar. Sé que necesito mantener esta conciencia viva en mí para que ambos estemos en paz y crezcamos felices, sanos y fuertes.

A veces me olvido. Me pierdo en las confusiones y preocupaciones de la vida cotidiana, me olvido de que mi cuerpo es tu cuerpo; y a veces me olvido incluso de que tengo un cuerpo. Inconsciente de la presencia de mi cuerpo y del hermoso planeta que me rodea y me impregna, soy incapaz de reconocer y celebrar el precioso regalo de la vida que me has dado. Mi deseo profundo, querida Madre, consiste en despertar al milagro de la vida. Me comprometo a aprender a estar presente en cada momento, para mí, para mi vida y para ti. Sé que mi conciencia es el mejor de los presentes que puedo brindarte, el más precioso de todos ellos.

 

 

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