José Juan Marín


 

“Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla”.

 

Con esta frase recordamos el discurso histórico de Luis Donaldo Colosio en la explanada del Monumento a la Revolución el 6 de marzo de 1994. Con la frase “Yo veo un México…” En ese memorable discurso Colosio describió su compromiso político.

 

A punto de que llegue el 23 de marzo, fecha en que fue asesinado Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas, en 1994, pienso en él como el hombre que podía conducir a México con conocimiento y experiencia por la senda correcta.

 

A unos días se cumplirán 30 años de aquel magnicidio, y no dejo de pensar en lo que perdió nuestro país perdiéndolo a él.

 

Luis Donaldo Colosio tenía una visión certera del desarrollo social incluyente: es decir, no fantasiosa ni dogmática, sino arraigada en lo que la gente puede y debe hacer por sí misma para salir adelante. Tenía cultura política de la buena.

 

Luis Donaldo Colosio, como lo dijo alguna vez Diana Laura Riojas, “quería para México un futuro de paz y concordia, sin divisiones ni violencia, sin mala fe ni rencores”, en el que todos pudiéramos vivir con tolerancia y como “hermanos”.

 

Es decir, Luis Donaldo Colosio fue un liberal en el sentido pleno de la palabra, porque creía en la política como espacio de diálogo y consenso, y en que el desarrollo social sin justicia tarde o temprano agrietaría los pilares de nuestro sistema político.

 

“Había que reformar a México de la copa a la raíz” -pensaba Colosio-, sin lanzarlo a una aventura sin rumbo, de incertidumbre y dolor.

 

En palabras de Agustín Basave, Luis Donaldo Colosio “fue un conciliador que quiso construir puentes sobre una geografía política agreste”. Y esto, quizás, fue lo que no toleraron algunos intereses, que “fue un demócrata en el lugar y el tiempo equivocados”.

 

Quizás quepa la duda de lo que pudo ocurrir con el país, del futuro grandioso que pudimos construir entre todos para México, si Luis Donaldo hubiese llegado a tomar las riendas del destino nacional en 1994.

 

Con toda seguridad podemos decir que México sería un país con tolerancia y  con desarrollo incluyente y libertad, con racionalidad política y sin fanatismos de ninguna clase.

 

» Lo que perdimos perdiendo a Luis Donaldo Colosio fue el salto histórico que no dimos, la oportunidad dorada de una generación » afirmo Beatriz Paredes Rangel.

 

Luis Donaldo como amigo ausente, pero con sus ideas presentes veía un México con reclamos e ideales, solidario, plural y diverso, pero a fin de cuentas un solo México.

 

Ese México unido, fraternal y compasivo ante la crisis es el México que debemos rescatar de la división, del encono, para salir adelante victoriosos de las repercusiones económicas que están agravando aún más la inédita crisis humanitaria y de salud que hoy afecta a todo el planeta.

 

Julio termino mencionando unas líneas de la carta que escribió Agustin Basave contándole lo que ha pasado desde que nos dejó:

 

“El mundo se ha vuelto loco, Donaldo. La gente está enojada y se gesta la era de la ira bajo un ominoso sello “Post”: post democracia, post verdad, post racionalidad. Pero aún hay espacio —de hecho, ese espacio es hoy más necesario que nunca— para la fe en el futuro que surge de las charlas inteligentes entre los buenos amigos. Y muy pocos he tenido con tus buenas entrañas, con tu sencillez, con tu generosidad, a la fecha respiro hondo, especialmente en marzo, para recordar lo que fue y para imaginar lo que no pudo ser «.

 

 

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