José Juan Marín
En este planeta “pequeño” vivimos ya más de 8 000 millones de habitantes, cada día consumiendo una cantidad enorme de recursos y produciendo un volumen inmenso de residuos. No parece osado pensar que algún efecto estaremos ocasionando en la Tierra a una escala global.
El cambio climático es la crisis definitoria de nuestro tiempo y está ocurriendo aún más rápido de lo que temíamos; pero estamos lejos de no poder hacer nada ante esta amenaza global.
Ningún rincón del mundo está a salvo de las devastadoras consecuencias del cambio climático. El aumento de las temperaturas es la causa directa de la degradación ambiental, los desastres naturales, las condiciones meteorológicas extremas, la inseguridad alimentaria e hídrica, la alteración económica y los conflictos.
Los últimos cuatro años han sido los más cálidos de la historia, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Sube el nivel del mar, se derrite el Ártico, mueren los arrecifes de coral, se acidifican los océanos y arden los bosques. Está claro que no podemos seguir así. A medida que el costo infinito del cambio climático alcanza niveles irreversibles, ha llegado el momento de emprender audaces acciones colectivas.
El Acuerdo de París de 2015 sobre el cambio climático exige que el calentamiento final se mantenga “muy por debajo” de los dos grados centígrados, y que se prosigan los esfuerzos para limitar aún más el aumento a 1,5 grados.
Los glaciares y los mantos de hielo de las regiones polares y montañosas ya se están derritiendo más rápidamente que nunca, lo que provoca el aumento del nivel del mar.
Casi dos tercios de las ciudades del mundo con una población de más de cinco millones de habitantes se encuentran en zonas donde hay riesgo de aumento del nivel del mar y casi el 40 % de la población mundial vive a menos de 100 km de la costa. Si no se toman medidas, veremos con nuestros propios ojos cómo barrios enteros de Nueva York, Shangái, Abu Dhabi, Osaka, Río de Janeiro y muchas otras ciudades incluido en México, acaben bajo el agua, desplazando a millones de personas.
Reflexionemos al respecto:
Primero: El calentamiento global afecta la seguridad alimentaria e hídrica de todos. En la actualidad, unos 500 millones de personas viven en zonas afectadas por la erosión, mientras que hasta un 30 % de los alimentos se pierden o se desperdician como resultado de ella. Mientras tanto, el cambio climático limita la disponibilidad y la calidad del agua para el consumo humano y la agricultura.
Segundo : En el planeta siempre ha habido desastres relacionados con el clima y fenómenos meteorológicos extremos, pero se están volviendo más frecuentes e intensos a medida que aumenta la temperatura global.
El 90 % de los desastres se clasifican como relacionados con el tiempo y el clima, cuestan a la economía mundial 520.000 millones de dólares al año y 26 millones de personas se ven empujadas a la pobreza como resultado de ello.
Tercero: El cambio climático supone una importante amenaza para la paz y la seguridad internacionales. Los efectos del cambio climático intensifican la competencia por recursos como la tierra, los alimentos y el agua, exacerbando las tensiones socioeconómicas y, cada vez con mayor frecuencia, provocando desplazamientos masivos.
El clima es un multiplicador de riesgos que empeora los desafíos ya existentes. Las sequías en África y América Latina alimentan directamente los disturbios políticos y la violencia. El Banco Mundial estima que, si no se toman medidas, más de 140 millones de personas en África Subsahariana, América Latina y Asia Meridional se verán obligadas a emigrar dentro de sus regiones para 2050.
Cuarto : La ciencia nos dice que el cambio climático es irrefutable, pero también nos dice que no es demasiado tarde para detener su avance. Harán falta transformaciones fundamentales en todos los aspectos de la sociedad: el cultivo de los alimentos, el uso de la tierra, el transporte de mercancías y el fomento de nuestras economías.
Amigos que nos leen, desde esta esquina del mundo considero que si queremos que haya vida sobre la tierra, tendremos que evitar el deterioro ecológico con medidas verdaderamente urgentes :
Uno: Una política integral y universal para el control de desechos sólidos y líquidos, reduciría la contaminación del suelo y el aire.
Dos: Una política que evite y penalice con severidad la tala de árboles, y además despliegue programas intensivos de reforestación, podría amortiguar las crisis del agua y devolvernos el equilibrio ambiental que hemos perdido.
Tres: Poner un acento especial en limitar la producción de plásticos en la gran industria, ayudaría a detener la contaminación y a permitirnos respirar aire puro.
Cuatro: Estatuir la sana práctica de la cultura del reciclaje y la reutilización de plásticos y otros materiales contaminantes, podría contribuir a detener el cambio climático global.
Con esas soluciones escalables todos podremos dar el salto a un mundo más limpio y resistente. Si los gobiernos, las empresas, la sociedad civil, los niños, los jóvenes y el mundo académico trabajan juntos, podemos crear un futuro verde en el que haya menos sufrimiento, reine la justicia y se restablezca la armonía entre las personas y el planeta.