Hablando de mujeres y transformaciones.

Por: Francisco Javier Rauda Larios


“La emoción es la principal fuente de los procesos conscientes. No puede haber transformación de la oscuridad en luz ni de la apatía en movimiento sin emoción.” Carl Jung

Con base en la aseveración de nuestro actual Presidente, en México estamos en proceso de una cuarta transformación, pero independientemente del número de dichas transformaciones, lo relevante del caso es que sí, esa transformación está sucediendo y sucederán muchas más.

Lo anterior me recuerda el viejo adagio: “todos los cambios son para bien”.

Y cierto es que todos, o al menos la mayoría, quisiéramos que así fueran.

La pregunta, retomando la cita de Carl Jung que encabeza el artículo es, si la mayoría, o todos, como ya señalé, estamos emocionados por ello.

Porque, desde mi punto de vista muy personal, el cambio para lograr la transformación, está en todos y cada uno de nosotros.

Pero la pregunta se vuelve más “inquietante”: ¿Nos emociona cambiar?

Históricamente se ha comprobado que, no solo a los mexicanos, a los terrícolas en general, nos asusta el cambio y, a más de alguno, nos disgusta.

Las teorías sobre lo que acabo de mencionar son muchas.

Nos asusta, o nos disgusta cambiar, porque ello implica, entre otras cosas:

  • Riesgo
  • Incertidumbre
  • Desequilibrio
  • Ambigüedad
  • Compromiso
  • Esfuerzo

Por mencionar solo algunos factores.

Sin embargo, el cambio es constante en nuestra vida, así que ya deberíamos estar acostumbrados a cambiar o por lo menos debiéramos tener una actitud favorable hacia él.

El reto que enfrentamos, no solo los mexicanos en lo particular sino el mundo en general, es grande, va de por medio la supervivencia de nuestra especie.

Leía hace poco que, si en este momento desaparecieran todos los insectos de la faz de la tierra, el planeta colapsaría en 50 años y que, por otra parte, si en este momento desapareciéramos los humanos de la faz de la tierra el planeta se regeneraría en 50 años. Así o más claro, dirían por ahí.

Esto me lleva a lo que, en su momento, dijera el expresidente de la Republica Checa, Václav Havel:

«Creo que hay buenas razones para sugerir que la era moderna ha terminado. Hoy en día, muchas cosas indican que estamos pasando por un período de transición, cuando parece que algo está muriendo y algo más está naciendo dolorosamente. Es como si algo se estuviera desmoronando, desintegrando y agotándose a sí mismo, mientras que otra cosa, todavía indistinguible, estuviera saliendo de los escombros.”

Para llevar a cabo la mencionada y proclamada transformación podemos partir de dos preguntas fundamentales:

La primera: ¿Quién soy yo?

La segunda: ¿Cuál es mi trabajo?

La primera se relaciona con el despertar de nuestra conciencia individual, descubrirnos a nosotros mismos y darnos cuenta de quién somos en realidad porque, como diría el famoso Sr. Ripley, aunque usted no lo crea estimado lector, la gran mayoría, por no decir que ninguno de nosotros, nos conocemos realmente a nosotros mismos.

En una gran mayoría de casos, no sabemos a ciencia cierta de nuestras capacidades, habilidades y talentos y, en muchos casos más, tampoco conocemos nuestras debilidades y “defectos”.

Por lo tanto, es necesario para poder llevar a cabo una verdadera transformación partir de una línea base: Saber quién soy justo ahora y en qué deseo convertirme.

Por su parte, la segunda pregunta no es menos importante, está directamente relacionada con nuestra tarea, labor o trabajo, en este planeta, dicho de otra manera, tiene que ver con nuestro propósito o razón de ser, y estar aquí.

Esta pregunta sin mayor esfuerzo también la podemos extrapolar a los planos familiar, empresarial y social.

Abreviando, ambas preguntas se pueden resumir de manera sucinta de la siguiente manera:

¿Qué tengo que (puedo y debo) hacer yo para hacer de este mundo (mi casa, mi ciudad, mi empresa, mi país) un lugar mejor para todos?

Finalmente, haré una acotación al respecto. No basta con saber lo que tengo, puedo y debo aportar, tan o más importante es preguntarme si tengo la voluntad para hacerlo, porque de ello, de la acción, es que surge la verdadera transformación.

Esto me recuerda un acertijo que suelo poner a la gente en mis talleres y conferencias cuando hablo de este tema:

Están cinco ranas en una piedra junto al estanque, una decide saltar, ¿cuántas quedan en la piedra?

La gran mayoría responde, equivocadamente, que cuatro.

La respuesta correcta es cinco.

Porque decidir no es lo mismo que actuar.

Finalmente, quiero enfatizar el hecho de que debemos emocionarnos, entusiasmarnos, con la posibilidad de poder trascender hacia algo que vaya más allá de nuestra propia existencia y beneplácito.

Porque, como ya mencioné, al final del día siempre es la emoción la que determina nuestra acción.

De la misma manera que la oruga se transforma en mariposa a través del sacrificio y del esfuerzo, nosotros lograremos transformarnos y transformar el mundo que nos rodea, si y solo si, ponemos nuestra convicción, voluntad y esfuerzo en ello.

Por su tiempo y atención, muchas gracias.

Nota aclaratoria.- Lo de las mujeres en el título del presente artículo fue porque se me ocurrió parafrasear la canción de Don Martín Urrieta, “Mujeres divinas”.

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