Francisco Javier Rauda Larios


Comenzaré el presente artículo enarbolando el poder, por decirlo de alguna manera, de tener una conciencia plena de nosotros mismos y del entorno que nos rodea.

Es en la plenitud de la conciencia que encontramos la libertad de elegir con sabiduría y la serenidad de vivir en armonía con nuestras decisiones, trazando un camino de autenticidad y crecimiento personal.

En otras palabras, la libertad de la conciencia abarca la capacidad de reflexionar, elegir y actuar de manera consciente y autónoma.

Sin embargo, en la realidad de la vida cotidiana, es común que nos veamos atrapados en patrones automáticos de reacción, dominados por nuestros instintos más primitivos.

Lo anterior me da pie para plantear la siguiente interrogante, mi apreciado lector:

¿Cómo afecta esto nuestra libertad de conciencia y cuáles son las consecuencias de ceder ante impulsos automáticos?

Por otra parte, la libertad de la conciencia implica el ejercicio reflexivo de nuestra mente, la capacidad de evaluar situaciones, comprender opciones y tomar decisiones informadas.

Bien podría decirse que es el faro que guía nuestras acciones, permitiéndonos trascender la mera reacción instintiva. Sin embargo, este faro a menudo se ve eclipsado por la inmediatez de nuestras respuestas automáticas.

Cuando nos permitimos ser gobernados exclusivamente por los instintos, la libertad de la conciencia se desvanece. Nos convertimos en marionetas de nuestras emociones y deseos inmediatos, dejando de lado la oportunidad de elegir conscientemente nuestro camino.

Lo anterior bien podemos considerarlo como la trampa de la reactividad instintiva, es decir, los instintos, aunque esenciales para nuestra supervivencia, pueden convertirse en una trampa cuando nos sometemos ciegamente a ellos.

Reaccionar automáticamente ante los eventos sin una pausa reflexiva nos deja atrapados en un ciclo repetitivo de comportamientos impulsivos. Este patrón nos priva de la capacidad de aprender, crecer y evolucionar como individuos.

Cuando nos dejamos llevar por la reactividad instintiva, perdemos la oportunidad de desarrollar una comprensión más profunda de nosotros mismos y del mundo que nos rodea. La conciencia, en lugar de ser un faro, se convierte en una luz intermitente, oscurecida por las sombras de la impulsividad.

Para casi terminar, diré que las consecuencias de renunciar a nuestra libertad de conciencia son palpables en diversos aspectos de la vida:

  • En las relaciones interpersonales, la falta de reflexión puede dar lugar a malentendidos, conflictos innecesarios y daños irreparables.
  • En el ámbito laboral, la reactividad puede traducirse en decisiones apresuradas, oportunidades perdidas y un estancamiento en el crecimiento profesional.

Además, la renuncia a la libertad consciente afecta nuestra salud mental y emocional. El estrés, la ansiedad y la insatisfacción son consecuencias comunes de vivir de manera automática, sin cuestionar nuestras acciones y elecciones.

Y bien, se preguntará usted, mi querido lector:

¿Cómo recuperamos la libertad de nuestra conciencia?

Bueno, recuperar la libertad de la conciencia implica un proceso consciente de autoexploración y autodisciplina.

La práctica de la atención plena, lo que ahora se conoce como mindfulness, se presenta como una herramienta efectiva para cultivar la conciencia en el momento presente.

Una de las más grandes, por no decir que la más grande lección que aprendí del coaching ontológico fue aprender a observar sin juzgar. Al entrenar nuestra mente para observar sin juzgar, podemos empezar a desvincularnos de la reactividad automática.

La reflexión regular sobre nuestras acciones y elecciones es otro paso crucial. Tomarse el tiempo necesario para evaluar nuestras motivaciones, valores y metas nos permite tomar decisiones más alineadas con nuestra verdadera esencia, en lugar de actuar impulsivamente.

Conclusiones: La Libertad de la Conciencia como Camino Hacia la Plenitud

Para concluir solo agregaré el hecho de que, en última instancia, …

la libertad de la conciencia es el camino hacia una vida más plena y significativa.

Al liberarnos de la prisión de la reactividad instintiva, abrimos la puerta a la autenticidad, la autorreflexión y el crecimiento personal.

Es imperativo recordar que …

la libertad de la conciencia no es un destino, sino un viaje continuo.

Requiere compromiso y esfuerzo constante para resistir la tentación de la reactividad automática y abrazar la plenitud que surge de elegir conscientemente cada paso de nuestro camino. En última instancia, la libertad de la conciencia nos invita a ser los arquitectos de nuestra propia existencia, forjando un futuro lleno de significado y realización.

 

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