Por: Mtro. Hist. José Arturo Villaseñor Gómez

 

Al término del movimiento armado, conocido como Revolución Mexicana, había una serie de problemas de tipo: económicos, sociales y políticos por resolver relacionado con los municipios mexicanos.

Había un gran desabasto de granos, semillas y otros productos del campo, incluyendo las aves y el ganado.

La agricultura se había paralizado, los caminos de nuevo en pésimas condiciones e inseguros, los pueblos semi-abandonados, por la migración a zonas más seguras en las ciudades.

Los gobiernos surgidos de la post revolución enfrentaron además el problema de hacer cumplir los postulados de la Constitución del 5 de febrero de 1917, en lo relativo a la educación, el trabajo y la tenencia de la tierra entre otros temas.

No fue fácil, en Michoacán hubo un brote terrible de influenza que se sumó al cuadro de precariedad.

En este contexto surgió el incipiente programa de dotación de tierras ejidales a los campesinos que cumplieran con los requisitos que se pedían para ser candidatos a poseer tierras: ser campesinos mayores de 18 años, estar casado civilmente, o haber sido trabajador de alguna de las haciendas productoras de granos, semillas y ganado, y estar desempleado.

Con estas medidas se buscaba hacer producir al campo y también evitar la emigración a otras ciudades o al extranjero.

Hubo autoridades municipales que buscaron aplicar fielmente estos principios, y no pocos presidentes que actuaron en favor de los hacendados extranjeros que no querían perder sus latifundios.

El proceso de creación de los ejidos fue lento, duraría más de dos décadas, aunque finalmente si hubo una política muy importante de dotación de tierras ejidales de manera individual y una parte colectiva; la dotación contemplaba una parcela para cada escuela rural administrada por el Estado.

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