Rogelio Raya Morales
Parte I
La educación ha caminado hasta ahora sin rumbo, sin dirección, sin dar sentido a los objetivos finales de esta actividad y sin buscar realmente resultados significativos del proceso educativo. La educación en Michoacán no se ha regido por un proyecto educativo.
De alguna manera ya lo hemos dicho en otros momentos: hasta hoy, una gran parte del tiempo y esfuerzo gubernamental se ha dirigido solamente a la administración del conflicto político sindical, pero se ha descuidado el desarrollo de los objetivos centrales de la educación, como instrumento fundamental para promover el desarrollo social, económico y cultural de la sociedad michoacana.
Mientras no se analice y se enfrente, sobre todo por la situación política muy peculiar del estado, la situación educativa con rigor, con planteamientos de fondo, desechando formalismos y no se resalte la esencia del fenómeno educativo, sólo se profundizará un razonamiento circular en torno a efectos y superficialidades que incrementarán el núcleo crítico de la educación.
La educación, en sí misma, justifica cualquier acción de este tipo, pero la perspectiva de considerarla como un instrumento importante en la solución de muchos de nuestros añejos problemas, lo justifica y lo impone como necesario.
Por otra lado, la manera en cómo el Estado ha administrado el conflicto político sindica,l no ha favorecido en nada a la educación pública, antes bien, parecería que se actúa ayudando a su disminución y favoreciendo otros esquemas como el de la educación privada, y se ha beneficiado, sostenido e impulsado a muchas organizaciones poco representativas, o sin representación que, además de no estar concebidas para aportar educativamente, se han convertido en un contra equilibrio para la organización legítima de todos los maestros.
Las autoridades encargadas de la organización educativa no comprenden que un proyecto educativo es un documento que debe recoger las aspiraciones de la sociedad, que identifica sus necesidades y que ubica recursos y potencialidades, armonizándolos de manera tal que los objetivos alcanzados en un momento, sean la base para otros de mayor trascendencia en un siguiente momento.
El proyecto educativo ha de contener los principios filosóficos y sociales que deben guiar el quehacer educativo, y contener definiciones muy operativas sobre la política de formación docente, entendiendo que el primer punto a tratar en esta problemática ha de ser la formación de un nuevo maestro, acorde con las necesidades de la sociedad y la educación; debe perfilar las transformaciones curriculares que se requieren de una manera integral, desterrando la práctica de parchar sólo los actuales, de tal manera que se logre la integración y/o vinculación de la educación con las necesidades culturales y productivas de la sociedad, que ubique con certeza el papel de la educación en la elevación de la calidad de vida de toda la población.
Este proyecto debe atender los tres grandes campos en que se concentra la problemática educativa.